domingo, 8 de julio de 2012

Las tramas negras

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En los años setenta, dentro de la moda de los thrillers políticos, se realizaron algunas películas de éxitos —algunas basadas en novelas— que sacaron a la luz popular las especulaciones sobre qué había ocurrido con algunos dirigentes nazis y si había algún tipo de estructura subterránea de encubrimiento o algún poder actuando en la sombra. Quizás las más conocidas fueran Odessa,  Los niños del Brasil y Marathon man. La primera se basaba en un bestseller de Frederick Forsyth —el autor de la famosa Chacal—; la segunda estaba escrita por Ira Levin —el autor de la también famosa novela La semilla del diablo, sobre la que realizó un gran film Roman Polanski, con Mia Farrow—; y la tercera por el escritor y guionista William Goldman. Las tres fueron películas de éxito dentro de lo que se podía llamar política-ficción. Componen una trilogía de la preocupación por la pervivencia de las tramas negras, por el resurgimiento del nazismo y sus acompañantes, el racismo y la xenofobía.

Odessa desarrollaba la idea de una organización secreta nazi que habría servido de tapadera para camuflar a los nazis en la Alemania de la posguerra. Los niños del Brasil especulaba con un doctor Mengele que habría clonado el ADN de Adolf Hitler y trataría de repetir un nuevo Führer mediante implantación de óvulos fertilizados en madres por todo el mundo. Marathon Man era una historia de espionaje con un Mengele, otra vez en candelero —interpretado por Lawrence Olivier—, enfrentado a un Dustin Hoffman corredor de fondo. Todas daban por supuesto que el nazismo no había desaparecido, sino solamente sumergido a la espera de tiempos mejores.
El caso de los asesinatos racistas  neonazis parece sacado de un thriller de la misma hornada que las películas y novelas citadas. Desgraciadamente no es así. Estamos ante un oscuro caso de encubrimiento de una trama de asesinos xenófobos y racistas activa durante diez años. Por ahora se está llevando las cabezas del servicio secreto alemán, que no solo no consiguió llegar hasta ellos, sino que queda en entredicho por la destrucción de documentos. El País nos dice:

La estupefacción general tras conocerse que los servicios secretos internos alemanes (BFV) habían destruido expedientes relacionados con la banda terrorista neonazi NSU queda expresada en una frase del presidente de la Comisión parlamentaria que investiga el caso, el socialdemócrata Sebastian Edathy: “esto no contribuye a desterrar las teorías conspiratorias”.
En noviembre, justo después de que saliera a la luz que los neonazis habían asesinado metódicamente a ocho turcos, un griego y a una agente de policía entre 2000 y 2007, un funcionario del BFV metió en la trituradora de papel diversos expedientes sobre los informantes que el servicio secreto mantiene entre los neonazis del este de Alemania. El responsable del escándalo del confeti declaró este jueves ante la Comisión parlamentaria, pero no aclaró nada. Ni siquiera le obligaron a revelar su nombre verdadero. Que el lunes dimitiera el jefe del BFV, Heinz Fromm, añade más confusión a esta trama de terrorismo nazi en posible trato con miembros del servicio secreto.*


La existencia de posibles “teorías conspiratorias” pone nerviosos a los dirigentes políticos alemanes que deberían atajar cuanto antes cualquier especulación. Lo malo es que cada vez que se tira un poco de la manta, lo que sale no aclara y levanta peores sospechas. Pone en cuestión la falta de decisión en la resolución de los crímenes que afectan a extranjeros, una especie de racismo indirecto, maniobra que consiste en responsabilizar a mafias cada vez que un extranjero muere en circunstancias violentas. De esta forma se siembra el desinterés ciudadano por esos crímenes, que solo se preocupan en los casos de "turistas", por lo que puedan perjudicar la "marca" nacional de cada país.
Lo que esta banda, bien relacionada con otros círculos nazis, realizaba era sistemático; podría haber sido detectado a no ser que existiera interés en que no lo fuera:

En 2000, el trío inició una serie de asesinatos racistas y atentados con bomba que continuó, impune, hasta 2007. Para financiarse atracaban bancos. El patrón de los asesinatos era el siguiente: elegían a un pequeño empresario de origen turco en alguna ciudad alemana y le disparaban en la cara con una rara pistola checa. Grabaron algunos crímenes y confeccionaron vídeos reivindicativos y vejatorios que no llegaron a distribuir. La canciller, Angela Merkel, dice que las imágenes son “lo más pérfido, lo más infame, lo más inhumano” que ha visto en su vida.*

Las dudas sobre la eficacia de los sistemas de vigilancia a los neonazis son más que fundadas. Las extrañas relaciones entre policías, servicios secretos, confidentes, infiltrados y toda esta fauna se convierte en algo confuso. Y no solo en Alemania; parece ser una constante de los servicios secretos. Los resultados suelen ser frustrantes porque no se sabe quién vigila a quién.


¿Cómo puede entenderse, si no, el caso que nos cuentan de estos neonazis?:

Uno de los episodios más insólitos de la trama fue la detención policial en el escenario del último asesinato racista del NSU, en 2006. Los neonazis mataron a Halit Yozgat, un joven alemán de 21 años y ascendencia turca, en su cibercafé de Kassel (Hesse, Oeste de Alemania). Había varias personas en la sala de ordenadores. Una de ellas no se presentó como testigo. La policía logró aislar las pruebas de ADN de su teclado y detuvo a un hombre llamado Andreas T. En su pueblo lo recuerdan como el pequeño Adolf, porque de muchacho no disimulaba sus ideas ultraderechistas. A los investigadores se les atragantó enseguida la alegría de haber dado con una pista clave porque Andreas T. era agente del servicio secreto en Hesse. Se encargaba de mantener el contacto con informantes y de pagar sus emolumentos con fondos reservados. Hoy está suspendido del servicio, pero no ha sido imputado.*

¿Puede que sean los servicios secretos los que están infiltrados y no al contrario? Habría que escribir otro thriller para meterse en los oscuros entresijos del resurgimiento del nazismo en las tranquilas calles de Europa, en su impunidad. Hay que tratar de entender cómo funcionan estos grupos antes de que sigan captando adeptos y connivencias.
Han sido ahora las noticias de los crímenes alemanes, pero todavía permanecen en nuestra memoria las más de setenta personas muertas por la locura racista y xenófoba de Anders Breivik, el asesino despiadado de Utoya.
El surgimiento de los neonazis griegos al hilo de las últimas elecciones nos trae cada día un alarmante recuento de fechorías. Todos los periódicos de hoy contienen noticias sobre sus actos violentos, sobre las presiones para echar a los inmigrantes de tierras griegas. Estos “infrafísicos” griegos, negadores del intelecto y apóstoles del músculo, que es lo único que cultivan, han comenzado sus campañas intimidatorias. Esperemos que la policía griega no se sienta “recortada” y actúe mejor que la alemana, con más eficacia al menos.


La crisis europea no solo es una cuestión económica; es esencialmente una cuestión moral y afecta a los valores y principios de tolerancia, solidaridad y convivencia. Los políticos de cualquier color deberían evitar sembrar este tipo de actitudes xenófobas con sus discursos, acciones y medidas. La prohibición de entrar en el Reino Unido a los inmigrantes griegos, que David Cameron ha planteado estos días, no es más que una forma de crear el caldo de cultivo de la intransigencia, además de la insolidaridad, algo opuesto a los principios europeos. No ha sido el único, porque ya lo hicieron los daneses al recuperar las fronteras aduaneras con el sur europeo como forma defensiva.
Nada hay peor que la tibieza moral y los mensajes confusos sobre la naturaleza de las crisis. Responsabilizar a pueblos enteros de la crisis es una trampa que el lenguaje posibilita, y que el sentido común debería evitar utilizar para que las mentes planas de algunos no montaran sus propias novelas y películas. Estos tarados jóvenes que hoy asesinan en Alemania o Noruega no son más que los nietos ignorantes de una sociedad que ha olvidado dónde acaban estas peligrosas aventuras. La idea de Europa es la alternativa a siglos de guerras. No confundamos el consumismo con el pacifismo. La idea de una "paz europea" solo saldrá de la creación de una nueva "identidad" basada en la solidaridad, no de la xenofobia. La Europa por la que merece la pena luchar es por la que busca integrar solidariamente y no levantar distinciones, humillaciones y desprecios. Moralmente solo hay Europa de una velocidad; solo hay una velocidad moral.
Puede que salgamos de la crisis económica, pero es difícil que salgamos de una crisis moral en la que el egoísmo y el racismo campan por sus fueros. O Europa es una unidad de valores éticos o se quedará nada más que un grupo de intereses circunstanciales al vaivén de la historia.

* "El espionaje alemán destruyó pruebas de la trama neonazi"  El País 7/07/2012 http://internacional.elpais.com/internacional/2012/07/07/actualidad/1341680816_324313.html





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