lunes, 23 de julio de 2012

Impuestos, paraísos o por qué los ricos se quedan (también) con la chica

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Nos dice la BBC que los paraísos fiscales, según un estudio elaborado por la Red de Justicia Fiscal, "albergan" tanto dinero como el PIB de Estados Unidos y Japón juntos*. Si hay comparaciones que son odiosas, esta es escandalosa. El hecho de que puedan existir lugares cuya finalidad sea recoger el dinero negro de cierta gente del resto del mundo para evitar la tributación es ya escandaloso. A Mitt Romney puede costarle la presidencia de los Estados Unidos su opacidad fiscal, sus agujeros negrísimos de declaraciones inexistentes o invisibles de los pasados años. Mitt es un súper rico. La cuestión viene, seguramente, de que los ricos son anteriores a los impuestos y no se hicieron para ellos. En la declaración de la Red se dice de forma sencilla y clara: "Only the little people pay taxes"**.  Más adelante explican:

Networks of banks, lawyers and accountants create complex and secret financial structures, reducing transparency and enabling tax evasion. Claims of corporate social responsibility are undermined when low corporate tax payments are exposed. Such behaviour is economically inefficient, socially destructive, and profoundly unethical.**



La cuestión esencial es que en tiempos como estos, tiempos de crisis, los paraísos fiscales florecen porque los temerosos súper ricos duermen más tranquilos cuando su dinero está a buen recaudo, protegido por las firmes leyes de países —más bien barriadas financieras— que no tienen otra finalidad que ampararlos y por las relajadas legislaciones de aquellos en los que operan. Puede que Adán y Eva fueran expulsados del paraíso, pero los súper ricos no.

La BBC resume el informe de la Red de Justicia Fiscal en estos escuetos términos: "pone de relieve cómo los bancos ayudan a una elite de ricos a mover el dinero hacia jurisdicciones secretas, tales como Suiza y las Islas Caimán."* No entendemos muy bien porqué se utiliza el término "secretas", cuando nada está más publicitado por su eficacia que los paraísos fiscales.
Creo que forma parte de una coartada intelectual de la sociedad, de una especie de ajuste mental para no reconocer que los delincuentes pasean por delante de nuestras narices y que su botín no está enterrado en la playa de una isla tropical desierta, sino en coquetuelos islotes —marítimos o terrestres—, meras cagadas de mosca sobre el mapa, pero que tienen unos bancos respetuosos de una única ley: la que protege a sus clientes. Es normal: los ricos han hecho los bancos y los bancos han hecho a los ricos. Usted y yo somos la materia prima que hay que trabajarse.
Lo escandaloso —y que es ahora denunciado— no es que los bancos de las Caimán o Suiza hagan lo que hacen. Lo realmente preocupante son las cada vez mejores relaciones que esos bancos tienen con las entidades off paraíso, es decir, aquellas en las que los mortales tenemos nuestros míseros ahorrillos o nos prestan para la tele de plasma, el coche o la casa, allí donde ponemos nuestra nómina y nos dan una cacerola.

Reclamantes "tropicalizados" de los impuestos de Romney


La consecuencia que se saca de esto no es solo que los ricos tienen dinero, algo obvio, sino que tienen amigos, algo que la gente pensaba que no era posible, que su propio dinero les hacía ariscos y temerosos, protegidos por gente que impide el paso a las personas simpáticas, que viven escondidos en áticos de rascacielos o recluidos en islas acorazadas. Pero, por motivos de seguridad, las islas en las que viven los ricos y en las que guardan su dinero están separadas.

Anoche me programé en mi cine particular la comedia de George Cuckor, El multimillonario (Let's Make Love 1960). La película se abre con una divertida secuencia resumen sobre cómo se ha enriquecido a través de generaciones la familia de Jean-Marc Clement (Yves Montand), el último de una cadena de millonarios que vive su frustración particular por ser rico: las mujeres le aman por su dinero.
Con tanto dinero en sus cuentas y chicas que le admiran, su fama de Don Juan ha crecido. Se entera de que en una pequeña obra musical que se está montando en su ciudad, Nueva York, preparan un número en el que se le va a parodiar. Asesorado por su consultor de relaciones públicas (los ricos tienen esas cosas), decide presentarse allí para mostrar que es capaz de reírse de sí mismo. Pero el destino —en forma de guionista— ha decidido que se enamore a primera vista de la cantante principal del espectáculo, Marilyn Monroe. Hasta aquí, lo normal.
El juego de la comedia proviene de que le ofrezcan el papel de "Jean-Marc Clement", ya que no le han reconocido. Deberá aprender a representarse a sí mismo tal como otros lo ven: petulante, soberbio, don Juan, patoso... Y no les falta razón. La parte más divertida de la película es cómo Clement contrata para que le den clases a las grandes superestrellas de la época: a Milton Berle para ser gracioso, a Bing Crosby para aprender a cantar y a Gene Kelly para el baile. Un curso intensivo y bien pagado que le convertirá en artista.



También, en clave de comedia, contiene algunos ilustrativos consejos sobre cómo conquistar a la chica: hazte con el control económico del teatro para presionar al director sobre qué números seleccionar y quién debería interpretarlos o haz que Milton Berle asista a un ensayo para decir que eres muy gracioso (aunque no lo seas) y que deberían subirte el sueldo (aunque no te lo merezcas). Todo se perdona en el amor, nos dicen. El multimillonario consigue a la chica, a la que no le interesa el dinero.
El público captó la idea pronto y fue la primera película protagonizada por Marilyn Monroe que perdió dinero. No se puede tener todo. "Let's make love" no convenció como alternativa de superación de la lucha de clases. Que las chicas pobres pierdan todos sus prejuicios y se casen con los multimillonarios no le parecíó educativo a nadie.



No sé si el millonario que se queda con la chica pagaba impuestos o tenía parte de su fortuna en paraísos fiscales. Me temo que no, que por tradición familiar tendía a pagar poco. La teoría de los más ricos es que nadie se ha hecho rico pagando impuestos. Cuando los pagas, tienes menos dinero, está claro; eres un poco menos rico. Por eso la citada expresión, "Only the little people pay taxes", gusta tanto a los ricos, porque les sirve para demostrar su indiferencia hacia esa "little people" que deberían dejar de quejarse y trabajar más para pagar sus impuestos.

Los ricos se quejan de que tienen que pagar impuestos, mientras los pobres están deseando cotizar porque es señal de que tienen algún ingreso. Ya es triste desear tener un trabajo para poder pagar impuestos. Pero si los que no tienen dinero no pueden pagar impuestos y los que sí lo tienen no quieren pagarlos, la cosa se complica bastante.
Y es ahí donde viene la ayuda de la amistad. Esos paraísos fiscales y la red extensa que se va tejiendo a su alrededor, fuera de sus aguas, que afecta a los bancos encantados de hacer operaciones con tan buenos clientes. Relajar las legislaciones también ayuda mucho y recortar el número de inspectores todavía más.
Si se quedan con Marilyn, pueden hacer cualquier cosa.

* "Informe dice que paraísos fiscales albergan el PIB de Estados Unidos y Japón juntos" BBC 22/07/2012 http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2012/07/120722_ultnot_paraisos_fiscales_rg.shtml
** Tax Justice Network http://www.taxjustice.net/cms/front_content.php?idcat=3




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