sábado, 16 de junio de 2012

La pregunta de Griñán o la cantinela molesta

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En el Desayunos de TVE de ayer, José Antonio Griñán*, Presidente de Andalucía, señalaba  que hay una cantinela que le molesta mucho, que se diga que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. “¿Quién… y quiénes han vivido por encima de sus posibilidades?”, se pregunta el político. La periodista Victoria Prego se remueve en su asiento y, sin respetar la pausa dramática con la que Griñán ha dejado en suspenso una respuesta —quizá esperando que llegue una voz desde Alemania— le contesta: “¡El país…, gastando más que lo que ingresa!”.*
Habría muchos ejemplos, más allá de las respuestas más o menos ingeniosas (“¿los de la amnistía fiscal?”, se pregunta) con las que Griñán sale del paso, pero él sabe muy bien qué responder, como lo saben bien muchos otros políticos cuya responsabilidad —más bien irresponsabilidad— es parte del problema.


Salvo casos muy extraños —la economía funciona en un mundo natural, con recursos naturales, y siempre puede haber una catástrofe, una sequía, un terremoto…—, las crisis económicas son el resultado de la exposición excesiva a algún tipo de riesgo, de la no corrección de los defectos o de la profundización en los vicios. Por decirlo así, los problemas que causan las crisis económicas tienen más de insolación que de atropello. La crisis es el nombre que le pones a una situación cuando llega a un nivel determinado. Y España ha estado demasiado tiempo al sol. Tenemos un fuerte dolor de cabeza, la espalda quemada y un corte de digestión.

La pregunta de Griñán nos demuestra que los políticos españoles siguen haciendo discursos absurdos, sin reconocer que eran ellos los que tenían la obligación de haber gestionado correctamente los recursos para evitar que se llegara a un endeudamiento tan grande, y eso incluye desde el alcalde de un municipio pequeñito hasta el Gobernador del Banco de España. Un endeudamiento público que proviene en gran medida del deterioro de la economía lastrada por un paro que han sido incapaces de atajar durante décadas y del gasto excesivo de las administraciones multiplicadas. Esto último es lo que reconocieron los partidos políticos cuando pactaron controlar el gasto autonómico disparado en un golpe de mano frente a sus “estratos autonómicos”. Todos los dedos —los de dentro y los de fuera— apuntan a las Autonomías, que igualmente se han endeudado.
Parece mentira que sea José Antonio Griñán el que se pregunte “quién o quienes” han vivido por “encima de sus posibilidades” en España. Podrían darse nombres y apellidos en muchos casos. Tiene ejemplos sobrados en los últimos meses en Andalucía, de la que es presidente autonómico. Pero los ejemplos podrían multiplicarse por casi todas las autonomías. No es ningún consuelo, aunque alguno lo utilice.

Nuestros problemas han sido y son crónicos: el paro. Pero el paro puede enfrentarse como “problema” o como “resultado” de un problema. Los políticos se han centrado en resolver el problema del paro (cómo financiarlo) frente al problema de cómo eliminarlo. Y es en este segundo enfoque donde han fracasado. Cinco millones de personas y sus familias pueden testimoniarlo. Demasiado empeñados en esa permanente pelea de gallos en que han convertido la política española, no ha existido ni la voluntad real ni la capacidad de resolver el problema, que habría requerido de grandes acuerdos y un estado que no sentara solo a dialogar a empresarios y sindicatos, reproductores especializados de la misma trifulca, sino que analizara y planteara modelos viables para resolver el problema del que derivan todos los problemas: nuestra incapacidad de dar el salto de un modelo productivo económico a otro acorde con nuestra riqueza y potencial.
Se equivocaron con el motor económico del ladrillo, que no solo ha generado una inmensa y mortal burbuja, sino que ha sembrado de corrupción aquellas instituciones vinculadas con el suelo. Con la idea de que la construcción era el sector que más extensos e intensos efectos tenía sobre el resto de la economía, lo que se ha hecho es distorsionar las posibilidades de crecimiento del empleo y de la economía misma. El complemento era el turismo, nuestro motor de los sesenta, cuyo efecto ha sido el mismo: llevarnos en una dirección limitando otras posibilidades de crecimiento. La emigración de nuestros investigadores es la prueba.


Los economistas hablan del “cortoplacismo”. Eso es lo que genera un modelo como este, un crecimiento ilusorio y mal repartido, un modelo que aceptó el sacrificio interesado de una generación a la que se forma para después infrautilizar y mal pagar con el beneplácito de la clase política, cuyas regulaciones laborales siempre han ido en el mismo sentido: rebaja del empleo antes que generación real de empleo, creando una inmensa bolsa de mano de obra barata que acepta cualquier situación como alternativa a la emigración o al hambre. Puro siglo XIX, pero en boca de nuestro progresistas sociales y neoliberales, aceptando conjuntamente la premisa de que el empleo barato es mejor que el paro. Los resultados los tenemos delante: poco empleo, mal pagado y cada vez más desprotegido.
Tiene razón Victoria Prego al decir que un país que gasta más de lo que ingresa vive por encima de sus posibilidades. Sobre todo si eso se mantiene mucho tiempo, como es nuestro caso, y cada vez se ingresa menos porque hay menos cotizaciones y en menor cuantía porque los sueldos son menores. Simplemente con esto queda contestada la pregunta de Griñán. Los responsables no son los españoles por pedir hospitales o escuelas. Los responsables son los que han sido incapaces de cambiar las condiciones económicas para que se pudieran mantener los servicios que los ciudadanos españoles demandábamos con pleno derecho.

Los responsables son los que han construido urbanizaciones que han quedado en pueblos fantasmas, sin ocupantes ni compradores (“From boom town to ghost town”, titulaba ya en 2008 la BBC un reportaje sobre Seseña, que ha vuelto a ser utilizada como argumento internacional estos días para criticar a España); o en hoteles construidos donde no debían, alentados por alcaldes generosos (como el caso del macro hotel construido en el Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar); los que han construido gigantescos centros culturales sin pensar que había que trabajar por la cultura y no solo por los edificios que debían albergarla, en una competencia absurda entre ciudades o autonomías (como la Cidade da Cultura, en Santiago de Compostela, solo amortizable en ciudades del tamaño de Nueva York). Podríamos multiplicar los ejemplos, con bibliotecas sin libros u hospitales sin personal.


La pregunta de Griñán se contesta con su propia actitud. "Los ingresos se caen porque se desploma la economía", dice con total convencimiento, "no por un exceso de gasto". Habrá que advertirle de lo peligrosas que son las tautologías en la economía. No explica, claro, por qué se desploma la economía, la potentísima —hasta el momento— economía española. Si en España se crearan cinco millones de puestos de trabajo, como nos viene a decir el político andaluz, no nos estaríamos preguntando estas cosas. Si nos tocara a todos la lotería, tampoco. 
Hace unos días —dimos cuenta de ello— el popular Esteban González Pons defendía las bondades de la burbuja inmobiliaria. Su respuesta es muy similar a la del socialista José Antonio Griñán: si los precios de las casas siguieran subiendo, no tendríamos problemas, todos seríamos más ricos. Efectivamente, y con esa riqueza creciente podríamos ir a nuestros bancos a seguir pidiendo préstamos. Los bancos, generosos, nos darían más dinero del que pedimos porque confiarían plenamente en nosotros, poseedores de bienes siempre en ascenso. Y los bancos se considerarían más ricos dándonos más préstamos porque estarían convencidos de nuestra solvencia porque la burbuja nunca estallaría. Como el Estado recaudaría mucho más, finalmente, nos sobraría dinero. ¡Qué listo Griñán! Los ingresos se caen porque se desploma la economía.


Por pensar así, estamos como estamos. Los problemas siguen ahí, una veces porque no existen, otras veces porque se llaman de otra manera y, finalmente, porque son otros los causantes.
No me extraña que a José Antonio Griñán no le guste la molesta cantinela. A otros le molesta tener que vivirla. Demasiados fantasmas en la ciudad fantasma.

* Los desayunos de TVE - José Antonio Griñán, presidente de Andalucía 15/06/2012 http://www.rtve.es/alacarta/videos/los-desayunos-de-tve/desayunos-tve-jose-antonio-grinan-presidente-andalucia/1437929/



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