sábado, 9 de junio de 2012

El miedo o quién marca el camino

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
“Las autoridades políticas tienen que guiar a los mercados con sus acciones, en lugar de permitir que sean los miedos del mercado los que guíen sus políticas”*, ha señalado la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, en un discurso ante la Conferencia Anual de Líderes en Nueva York.
Para ser más precisos, deberíamos ir a las fuentes originales y ver el contexto de la frase, que creo que es interesante: “We know from history that, at times of deep uncertainty, policymakers need to lead markets with their actions, rather than allowing market fears to lead policies. We must act upon this lesson now.”**
El recorte de la frase —¡ay, los recortes!— elimina una parte sustancial, que es la importancia de la “historia” como fuente de experiencia y su papel ante la “profunda incertidumbre” que Lagarde señala.
A pesar de los desastres, llevamos unas cuantas décadas en las que la economía centrada en los mercados ha adquirido un protagonismo básico —teórico y político— que ha afectado a los que tienen que tomar decisiones. La Economía ha pasado a orientar como orientaba la Teología en su momento, marcando todo otro pensamiento.

Los políticos actúan; los mercados reaccionan. Pensar las acciones en términos de reacciones puede ser adecuado en ciertas circunstancias, pero no cuando las reacciones son desproporcionadas porque el mercado ha entrado en eso que la historia enseña que ocurre en ocasiones: miedo histérico, pánico, pérdida de rumbo, reacciones descontroladas. ¿Por qué presumimos más inteligencia que la que hay?
Los que sí deben, en cambio, mostrar inteligencia son los políticos, Y lo deben hacer dando soluciones a los problemas: liderar los cambios, no buscar señales. La cuestión grave se plantea cuando los políticos tratan de pensar desde las reacciones de los mercados. Es la muerte de la política.
El profesor Jesús Ramos Martín, de la Universidad de Barcelona, en un artículo sobre “Economía biofísica”, aparecido en el número más reciente de la revista Investigación y Ciencia (junio 2012) señalaba:

El problema fundamental radica en que la ciencia económica predominante ha perdido el contacto con la base material del proceso económico: se ha centrado, casi de forma exclusiva, en analizar el funcionamiento de los mercados y el intercambio comercial. Esta visión se muestra incapaz de explicar el origen de algunos de nuestros problemas más graves y de ofrecer alternativas en términos de políticas públicas. Pone énfasis en el aumento de la producción económica (crecimiento) sin considerar la finalidad ni los costes del mismo. Olvida, pues, que el objeto del proceso económico no debe ser el aumento de la producción per se, sino la mejora en el disfrute de la vida. ***

Podemos combinar las dos ideas, la de Christine Lagarde y la de Jesús Ramos. Si las decisiones políticas económicas son tomadas desde parámetros abstractos por encima de lo real, que son las personas a las que afecta; si la política se maneja desde la visión económica y la visión económica  ha perdido la condición de proximidad en sus fines, la política se convierte entonces en el arte de cuadrar números y en no el de la satisfacción social, concepto global que acoge todos los elementos que nos afectan en la vida. Se trata de volver otra vez a la Economía como el arte de satisfacer las necesidades de los pueblos y no las de los mercados; es volver al verdadero Adam Smith o las ideas de Keynes sobre la Economía como ciencia moral y no como una simple herramienta analítica neutral o una consulta de arcanos.

La idea de Lagarde, en su sencillez, esconde una sutileza. No plantea la alternativa de que sean los políticos o los mercados los que dirijan la sociedad. Sobre eso no se duda. No son los mercados los que deben decirnos lo que debemos hacer; los mercados solo reaccionan a nuestras acciones, incluidos nuestros miedos. La política debe jugar con blancas. Hay que hacer lo que se debe hacer; no actuar desde el miedo, sino desde la prudencia. No se trata de ser irresponsables, sino de quién marca las pautas y de hacia dónde mirar.
Cuando Lagarde invoca la Historia, es decir, la experiencia, como forma de marcar rumbos en tiempos de incertidumbre, quiere decir que la memoria de lo acontecido es mejor guía que el miedo paralizante a las reacciones de los mercados, especialmente, cuando los “mercados” son una metáfora para un complejo entramado indefinido, uno de cuyos móviles principales —siempre lo ha sido, como en todo sistema basado en el riesgo—  es el miedo: el miedo a perder. Esa perspectiva aterrada y conservadora no puede ser la de la política. La política es también economía y toda economía es política. De lo que se habla aquí es de la mentalidad y actitud que deben guiar a una y otra. Hace bien Lagarde en recordarlo.
Los políticos deben ser políticos y no meros agentes artísticos de los mercados. Ni tan siquiera agentes dobles, como algunos parecen. Su objetivo debe ser esa satisfacción social que es el estado de ánimo existente cuando las cosas van bien, realmente bien. Y eso es lo que valoran los mercados.
Y si no, peor para ellos.

* "Lagarde pide una institución paneuropea que actúe directamente sobre los bancos". El País 9/06/2012 http://economia.elpais.com/economia/2012/06/09/actualidad/1339213227_126831.html
** Christine Lagarde: "Completing the Task: Financial Sector Reform for Stability and Growth". Address to the Annual Leaders' Dialogue Hosted by Süddeutsche Zeitung  International Monetary Fund 8/96/2012 http://www.imf.org/external/np/speeches/2012/060812a.htm
*** Jesús Ramos Martín: Economía biofísica. Investigación y Ciencia nº 429r junio 2012



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