miércoles, 6 de junio de 2012

El islote de Sivriada o el progreso bárbaro

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Me deja anonadado la información que trae La Vanguardia hoy. Nos habla su corresponsal en Turquía de una pequeña isla —apenas un peñasco de 0,05 kilómetros cuadrados, perteneciente al archipiélago de Las Princesas— situada frente a Estambul, que tiene el nombre de Sivriada*. La isla, próxima a la costa, fue utilizada como retiro espiritual de monjes y como aparcamiento político de personajes molestos en el período bizantino. Hoy está deshabitada y quedan los restos del monasterio que allí hubo y las tumbas de los que no salieron por voluntad propia o ajena.
En esta pequeña isla, un partido animalista turco —el Partido del Animal— ha ido a conmemorar el aniversario de unos acontecimientos ocurridos en 1911. En ese año, las autoridades locales decidieron deshacerse de los cincuenta mil perros vagabundos sueltos por la ciudad —los medios turcos hablan de 80.000— y dejarlos abandonados a su suerte en la isla. El “a su suerte” es un eufemismo, pues la única suerte disponible era matarse unos a otros, devorarse cuando el hambre comenzara a apretar a las pocas horas, ya que la isla no dispone de recursos de subsistencia, ni alimentos ni agua. Los lamentos caninos debieron oírse nítidamente desde la ciudad, un desgarrador aullido coral, un ladrido insoportable.

Los activistas del nuevo Partido del Animal turco en Sivriada

Dicen la mayor parte de las fuentes consultadas sobre este caso —aunque otras no lo hacen, como La Vanguardia misma— que se produjo inmediatamente un fuerte terremoto en la zona, el gran terremoto de 1911 —uno de los más intensos junto al previo de 1894 y al posterior de 1964—, y que los habitantes de la ciudad lo interpretaron como una reacción de manifiesta reprobación por el abandono cruel de los animales y fueron a recogerlos. Ya fuera por la mala conciencia que debían tener o por miedo a la irritación divina, sintieron que la tierra se movía amenazadoramente bajos sus pies. El miedo y la culpa van de la mano.

Aquella barbaridad se hizo en nombre del progreso, como una forma de erradicar de las calles el problema de los animales sin dueño. El partido Comité de la Unión y el Progreso fue el responsable del acto, no otros.
Y es que, muchas veces, los que viven en la miseria suele tener buen trato con los que por no tener no tienen ni dueño, mientras que se han perpetrado grandes monstruosidades en nombre del progreso y la modernidad. Los que están en la miseria tienden a convivir, aunque sea de mala manera, a compartir hasta las pulgas. Es al progreso al que le molestan estos restos que identifica con el atraso y que trata de erradicar de cualquier manera. Sin embargo, no hay mayor atraso que la crueldad en cualquiera de sus vertientes. Si el progreso no nos hace más humanos, no es progreso; es mecanización, nuestra conversión en maquinarias insensibles.
La idea de convertir ese islote en una  auténtica carnicería despiadada nos conmueve profundamente hoy y nos dice algo sobre cómo nos comportamos los seres humanos en determinadas situaciones, dando muestras de una monstruosidad intencionada que difícilmente encontraríamos en otras especies. El que es esclavo de sus instintos, el animal, tiene alguna excusa. El que lo es de sus ideas, ninguna.

* "Turquía recuerda el exterminio de 50.000 perros en Estambul". La Vanguardia 6/06/2012 http://www.lavanguardia.com/internacional/20120606/54303660307/turquia-exterminio-perros.html



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