miércoles, 27 de junio de 2012

Carter y los Derechos Humanos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El artículo publicado antes de ayer por el ex presidente norteamericano Jimmy Carter en The New York Times, con el título “A Cruel and Unusual Record”, pone el dedo en la herida norteamericana de los Derechos Humanos. De todos es conocido el papel que Carter ha estado jugando desde que abandonó la presidencia y que llevó a la concesión del Premio Nobel de la Paz en el año 2002. Las actividades mediadoras y de observación del Centro Carter por todo el mundo son constantes y se ha convertido en un personaje presente en los principales conflictos y desacuerdos mundiales. Por eso la carta en la que denuncia, en plena campaña electoral norteamericana, el camino seguido por los Estados Unidos en esta década y en especial tras el 11-S, tiene una especial significación y resonancia allí y fuera de las fronteras, por todo el mundo.
La idea de que la declaración universal de los Derechos Humanos es un programa irrenunciable, un programa cuya integridad moral puede servir de referencia en cualquier lugar del mundo, tanto por su cumplimiento como por su transgresión, es hoy aceptada por muchos, que ven en la Declaración un punto de partida político, un marco de convivencia en los estados y entre ellos.

Jimmy Carter, observador en la elecciones  egipcias
El comienzo del artículo de Carter no deja lugar a ambigüedades o eufemismos: “The United States is abandoning its role as the global champion of human Rights.”* Me imagino que Carter habrá tenido serías dudas en el uso del verbo con el que poner en marcha su denuncia: ¿“está abandonando”, “ha abandonado”…? La fórmula elegida  por el ex presidente deja un proceso en marcha y, por tanto, rectificable.

La cuestión para el resto del mundo no es solo el “liderazgo” de Estados Unidos en los derechos humanos, algo que les afecta en su propia autoestima. Por supuesto que es importante que la primera potencia mundial cumpla con los derechos humanos, que sea un ejemplo. Tan importante como el hecho negativo de que no los cumpla, que sea un mal ejemplo. Unos y otros aprovecharan los que Estados Unidos haga con los Derechos, para bien o para mal.
La Declaración no es un programa que se firma sin más, una operación cosmética, un discurso vacío. Es un compromiso con el resto de los pueblos. La Declaración y su cumplimiento ponen de un mismo lado a los estados que las respetan frente a los que no lo hacen. Y esa debería ser la verdadera línea de división mundial y el impulso que hiciera a los pueblos salir de una situación negativa hacia ese cumplimiento como ideal. Carter, que va por el mundo tratando de explicar la necesidad de cumplir la Declaración de los Derechos Humanos, debe conocer bien el mal trago de que le recuerden los incumplimientos de su propio país por donde vaya.
Señala Carter:

The declaration has been invoked by human rights activists and the international community to replace most of the world’s dictatorships with democracies and to promote the rule of law in domestic and global affairs. It is disturbing that, instead of strengthening these principles, our government’s counterterrorism policies are now clearly violating at least 10 of the declaration’s 30 articles, including the prohibition against “cruel, inhuman or degrading treatment or punishment.”*


La Declaración es compromiso interno, pero también una exigencia de firmeza externa, la que lleva la presión a aquellos países que no los cumplen, amparando a los que sufren su incumplimiento. Pero ¿quién presiona a Estados Unidos en sus propias violaciones? Esas violaciones que Estados Unidos comete en nombre de su seguridad, ¿cómo debe afrontarlas? ¿Debemos asumir todos que la defensa de los Derechos Humanos no funcionan como un imperativo categórico, sino como una herramienta utilitarista que se exige a otros y se ignora en los propios casos?



Una de las diferencias importantes entre los presidentes y candidatos norteamericanos es su prioridad entre seguridad —siempre nacional, aunque sea en el extranjero— y Derechos Humanos. Carter señala que Estados Unidos, al que define como el principal promotor desde 1948 de una política de Derechos Humanos, ha perdido esa brújula de los Derechos y en consecuencia ha dejado de ser respetado por sus aliados y dado armas a sus enemigos por los incumplimientos. No han sido solo en la política internacional, escribe el ex presidente:

In addition to American citizens’ being targeted for assassination or indefinite detention, recent laws have canceled the restraints in the Foreign Intelligence Surveillance Act of 1978 to allow unprecedented violations of our rights to privacy through warrantless wiretapping and government mining of our electronic communications. Popular state laws permit detaining individuals because of their appearance, where they worship or with whom they associate.

El artículo de Carter es una llamada a la congruencia y a la rectificación, a asumir que lo que los gobiernos hacen en nombre de todos no los eximen de las formas que empleen y que existen límites que los ciudadanos no desean que sean traspasados.
La cuestión no es trivial y no se puede dejar caer en la demagogia o en la hipocresía porque las invocaciones sean siempre las de la seguridad nacional, la de los sacrificios que se deben hacer en nombre de los pueblos para salvar a los propios pueblos. O se entienden en su radicalidad o son simplemente una herramienta autopromocional y un arma arrojadiza contra terceros. El incumplimiento de los Derechos Humanos se paga siempre porque se paga en degradación democrática y ética.
Carter concluye en su artículo:

As concerned citizens, we must persuade Washington to reverse course and regain moral leadership according to international human rights norms that we had officially adopted as our own and cherished throughout the years.*

Son los ciudadanos, por tanto, los que marcan el rumbo con su deseo de vivir en un marco ético que les permita sentirse identificados con su propio país. Cuando un país o una institución se distorsionan tanto como para que sus propios gobiernos vulneren sus principios éticos, el deterioro es muy grande y se producen grandes fracturas. Y esto va más allá de las lógicas discrepancias que puedan existir entre las fuerzas políticas en un país democrático.
Los Derechos Humanos son un programa común, un punto de unión, una Constitución Universal. No es algo que afecte solo a Estados Unidos, evidentemente, y nosotros mismos debemos plantearnos cada día si mejoramos o perdemos la referencia de estos derechos. Los Derechos Humanos son nuestra propia garantía ante nosotros mismos y ante los demás. Nada más peligroso que las grandes palabras escondan grandes incumplimientos.

* Jimmy Carter "A Cruel and Unusual Record" The New York Times 24/06/2012 http://www.nytimes.com/2012/06/25/opinion/americas-shameful-human-rights-record.html?src=ISMR_AP_LO_MST_FB





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.