lunes, 23 de abril de 2012

Un cuento en blanco y negro

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Por ser el Día del Libro os voy a contar una película. Una película en la que sale una persona sentada en el banco de un parque leyendo un libro. La película es en blanco y negro (al igual que los libros).  Nos tendremos que imaginar que el bosque está lleno de marrones y verdes, y amarillos anaranjados, y retazos azules entre los destellos de luz que atraviesan las hojas. Parece otoño por las hojas acumuladas en el suelo. El hombre, que tendré que describir en algún momento para que se lo imaginen los que no han visto la película, está muy concentrado en la lectura. No sabemos qué está leyendo porque la cámara nos lo muestra de espaldas. Nos acercamos hasta llegar justo por encima de su hombro derecho y, cuando comenzamos a leer las primeras líneas de la página, el hombre cierra el libro.
Solo hemos podido leer el comienzo que, adivinamos, parecen ser los versos de un poema:

He who can read the signs nor sink unmanned
Into the half-deceit of some intoxicant
From shallow wits...

El hombre deja el libro sobre el banco y se aleja. El libro queda solo. Mientras nos alejamos del banco, aumenta el sonido de los cantos de los pájaros. Nada ocurre. Solo es el tiempo el que pasa mientras nos preguntamos qué libro es aquel y porqué el hombre lo abandonó. Pronto dejamos de fijarnos en el libro y tratamos de recordar los versos que pudimos leer antes de que el hombre lo cerrara. ¿Quién es el aquel que puede leer los signos?, nos preguntamos en la oscuridad de la sala.
Escuchamos algunos murmullos de impaciencia en el fondo, entre los asistentes. Muchos desean que ocurra algo, que el hombre regrese y recoja el libro. Pero nada sucede. La luz de la tarde va declinando en el parque de la pantalla. Solo el movimiento de algunas hojas con el suave viento que parece soplar, una brisa que no notamos. Un pájaro desciende y se pasea unos instantes por el borde del respaldo del banco. Otros bajan y le acompañan en su exploración. Se van todos juntos hasta los arbustos cercanos.
Nuestra mente se escinde entre la atención agudizada a lo que ocurre en la pantalla, los versos que no queremos olvidar y el mundo que nos espera fuera de la sala. Todo nos reclama, pero solo algo nos atrae.
¿Y el hombre? ¿No piensa regresar a por el libro? Quizá no se ha dado cuenta de que lo dejó allí; quizá pensaba regresar y algo le ha ocurrido… No sabemos quién es; podría ser cualquiera, apenas lo vimos unos instantes. ¿Un adolescente explorando su diferencia? ¿Un anciano recuperando sus recuerdos? Solo alguien que ha buscado la soledad de un parque y la compañía de un libro. ¿Qué signos hay que leer?
Pasado un tiempo, la sala va quedando tan oscura como el parque. Solo algún canto aislado nos hace dudar de dónde estamos.


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