sábado, 10 de marzo de 2012

Personas que quizá conozcas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La mejor prueba de los problemas de privacidad que se producen con las redes sociales nos la acaban de ofrecer en Pierce County, Washington. Gracias al tratamiento de vínculos entre las personas, Facebook le brindó a una mujer la posibilidad de entablar “amistad” con otra. Una de tantas ofertas diarias de amistad en el espacio más amigable del universo. La curiosidad le llevó a investigar quién era esa persona y saber qué tenían en común. Al explorar su muro vio su foto de bodas cortando el pastel nupcial. No habría pasado nada de no ser porque él era su marido desaparecido sin rastro hacía tres años y del que nunca se divorció.*
Dejando de lado el problema de la bigamia, lo interesante es el funcionamiento de las redes sociales. No hay duda de que acertaron al encontrar un “interés común” entre las dos mujeres. Lo que hacen las redes en agrupar toda la información que vamos produciendo con nuestras acciones y contactos. Realizan un mapa personalizado en el que todo se transforma en información manejable, procesable. Peras y manzanas se suman cuando se transforman en datos. Un libro, la música, los amigos comunes…, cualquier cosa que hagamos se traduce en datos creando unos patrones específicos que son confrontados con otros patrones, resultando unos más próximos que otros. Se trata de poner en contacto a los que tienen patrones similares, intereses comunes.


¿Por qué tienen tanto interés en que hagamos amigos? La “amistad” es fuente de más informaciones ya que se traduce en más interacciones. Compartir algo es establecer una relación doble, con lo que se comparte y con quien se comparte. Cuando la red detecta que dos personas tienen una serie de puntos en común, los pone en contacto. Si funciona, producirán más y más precisas informaciones que contribuirán a mejorar la precisión de su perfil.

Etiquetado de marcas en las fotos
El revuelo causado por el cambio de privacidad en Google está justificado. Al poder cruzar todos los servicios que utilizamos en el marco de la compañía, la precisión del perfil se eleva exponencialmente. Es mucho más fácil poder anticiparse y ofrecer lo que se desea o se necesita por medio del viejo sueño de la publicidad: el anuncio personalizado.
La cuestión no se puede limitar  —como algunos quieren— a la eficacia comercial. Eso es un despropósito absoluto. La creencia en que las actividades comerciales son “neutrales” y que se puede almacenar información sobre los sujetos porque vender es una buena causa, no deja de ser infantil. E interesada, claro.
El caso del bígamo, más allá de la anécdota, nos muestra lo fácil que resulta identificar a una persona. Las personas se ocultan en la vida real, pero no lo hacen en la vida virtual. El bígamo se había cambiado de nombre, pero no es eso con lo que trabajan las redes para poder garantizar el “anonimato”. Dice el avance del diccionario de la RAE (en su tercer sentido) que “anónimo” significa “indiferenciado, que no destaca de la generalidad”, y nos pone como ejemplo “gente anónima”. ¡Gran error! Solo una sociedad de mentalidad nominalista puede creer que es el nombre el que nos saca del anonimato, pero eso mismo es lo que implica “anónimo”. Es el nombre lo que nos diferencia, nos dicen. Sin embargo, la moderna sociedad cibernética prescinde del nombre y se centra en la acción y la interacción. Les sobra nuestro nombre


Somos lo que hacemos; nuestra historia es la acumulación de nuestros actos. Somos un patrón, un conjunto repetitivo de acciones traducido en un “perfil”. Una parte de nuestras acciones son interacciones, que es la forma de describir desde la teoría de la acción las relaciones con otros. Como seres humanos nos relacionamos y tenemos nombres. En las redes, en cambio, interactuamos y generamos un perfil. Lo que las máquinas extraen de nuestro comportamiento son regularidades y contactos, que son las conexiones que forman las redes más amplias, el tejido social, por el que fluirán las ofertas que nos hagan llegar. Cada aplicación que nos regalan es un nuevo escenario para que nos relacionemos con otros. Es una incitación constante a vivir en el nuevo espacio virtual para poder seguir agrupando datos.

La idea de que no les importamos nada en lo personal, sino solo por las acciones que podamos realizar es cierta. El problema es que además de una dimensión económica, tenemos otras políticas, afectivas, etc., que también quedan registradas y pueden ser intervenidas o espiadas. De lo que hemos hecho, se deduce lo que podemos hacer; de nuestras relaciones pasadas, las futuras. Se hacen proyecciones y estimaciones. Nuestro perfil dice que tenemos una probabilidad mayor o menor de hacer A, B o C. Nada más. Pero eso es más que suficiente.
Cada día aportamos más de nuestra vida al alter ego virtual. Ya no es solo en el terreno de las amistades y aficiones, sino también laboral e institucionalmente. Las posibilidades de desaparecer en la vida real son cada vez más sencillas en comparación con las de hacerlo en la vida virtual. De ahí los graves problemas que ya se plantean con el borrado real de datos.
Cuando hemos creado unas grandes cantidades de información personal en las redes, aunque nos cambiemos de nombre, pronto apareceríamos gracias a la emergencia de los patrones. Como experimento, podríamos crearnos una nueva identidad. En poco tiempo, es muy probable que la red nos ofreciera la posibilidad de ser nuestro propio amigo. ¡Tendríamos tanto en común!

* "Bigamy charges filed against Pierce County corrections officer".  The News Tribune 8/03/2012 http://www.thenewstribune.com/2012/03/08/2058938/bigamy-charges-filed-against-pierce.html#storylink=omni_popular


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