jueves, 22 de marzo de 2012

Narcisismo generacional

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El diario El País —no entro siquiera en las intenciones— realiza un “titular pregunta” qué él mismo se contesta: “¿Generación cangrejo? No creo”*. Se pregunta si los jóvenes van para atrás, como los cangrejos,  en lo que a vivir mejor respecto a sus padres.
Se queda uno perplejo ante la pregunta que seriamente se realiza a distintos profesionales y académicos de las ciencias sociales que deberían evitar caer en la simplificación y realizar un encogimiento de hombros, que es la forma más honesta de responder las preguntas que no tienen respuesta tal como son formuladas. El arranque y planteamiento del artículo es el siguiente:

¿Qué más pueden pedir los jóvenes de hoy en día? La pregunta suena a conflicto intergeneracional, pero la respuesta es sencilla: la mayoría se conformaría con un empleo y, si puede ser, que esté acorde con su formación. En todo lo demás, la comparación con la juventud de sus padres no resiste un análisis fino: ahora tienen formación, viajes, amigos por medio mundo, idiomas, moda, cultura, ocio, información, tecnologías y libertades. Todas. Muy pocos cambiarían su vida por la que llevaron sus padres a la misma edad. ¿Quién quiere estar casado con 24 años, tener tres hijos a los 28, vivir en un cuarto sin ascensor, viajar al mismo pueblo cada verano y comer paella todos los domingos? ¿Podemos hablar de que esta generación vivirá peor que la de sus padres? Cabe dentro de lo posible, pero, en términos históricos, España apenas se está desperezando de una larga siesta de carencias. Por eso, es difícil concebir que los jóvenes de hoy vayan a vivir peor que ellos, en una suerte de generación cangrejo.*


Me sorprende especialmente esa definición del infame destino de los padres con lo de casarse a los 24, hijos a los 28, no tener ascensor, veranear en el mismo pueblo y comer paella. Realmente es un pasado aterrador. No sé cómo pudo esa desgraciada generación sobrevivir a tanto padecimiento y grano de arroz dominguero ¡y todos en un cuarto piso sin ascensor!

Mujeres emigrantes españolas en Alemania 1960
Desconozco la edad de la persona que ha escrito el artículo, pero me parece que no tiene una experiencia directa del pasado que describe —describe los ochenta como si fueran los cincuenta—, algo que algunos lectores entre los más de doscientos comentarios existentes en el momento de leer el artículo le señalan cuando dicen que sus padres no se parecen en nada a esos padres retratados. Parece que tiene el “síndrome de la transición” —también llamado de “cuéntame”—, puesto de moda por algunos que han querido convertirse en titanes hispanos transformadores ignorando los sacrificios y esfuerzos del conjunto de la sociedad española que comenzaron en los cincuenta y recibieron el gran impulso transformador con la entrada en Europa, con la que se multiplicaron las posibilidades. Ignorarlo es un insulto para millones de personas que aportaron su gran esfuerzo bajo unas difíciles condiciones económicas y políticas. Es una frivolidad histórica que no merece más comentario.
El quitar los argumentos de descontento a los jóvenes por la patética situación en la que se encuentran laboralmente, además de una gran injusticia, es desconocer los efectos que esta situación va a tener en nosotros. ¿Son los jóvenes griegos, por ejemplo, una generación cangrejo? Ahí probablemente nadie tendría dudas, pero no es esa la pregunta. ¿Seguimos negando la crisis? ¿Aquí no ha pasado nada? ¿Por qué se quejan si tienen "todo lo demás", como dice el artículo?
Escriben:

El economista Javier Andrés cree que no se ha medido con rigor científico nada que pueda dar una respuesta sobre si hay una generación de hijos que vive peor que sus padres. “¿Qué significa vivir peor? Habría que hacer un análisis de los salarios a lo largo del tiempo, del poder de compra, y todo eso no se ha hecho. Personalmente, no creo que vivan peor, ni que eso vaya a ocurrir. Hay muchos avances, incluidos los de la medicina, por ejemplo”, dice.

Efectivamente ¿qué significan “peor” o “mejor”? Son puras valoraciones, percepciones cambiantes según le haya ido a cada uno en la vida. Lo que se puede hacer —que es lo que hacen, como se apunta— es seleccionar unos parámetros, también de forma preconcebida, de los que se obtienen unos datos que identificamos como “mejores” o “peores”, Se miden y se compara. Pero eso es como la temperatura de los meteorólogos, que hay que medirla en Barajas aunque tú tengas delante de la puerta de tu casa diez grados más. Eso no es la “realidad”; son los datos oficiales, que es otra cosa.
Lo importante es la percepción que las personas tienen de su propia capacidad de mejora. No es un estado real, sino una percepción de la realidad. Lo que diferencia a los sujetos generacionales obviamente es su edad, que es precisamente lo que les distancia en sus experiencias y percepciones de la vida. Ellos envidiarán a sus padres si se consideran a sí mismos desgraciados. Los padres envidiarán a sus hijos pensando que tienen cosas de las que carecieron. Es de gran ingenuidad pensar que se puede llegar a un acuerdo o que merece la pena hacerlo. La misma ingenuidad de considerar una desgracia “casarse a los veinticuatro o tener hijos a los veintiocho”, nos demuestra cómo se perciben las cosas. ¿Y los pisos de 30 metros cuadrados, los minijobs, los alquileres compartidos, depender de los padres, los becarios precarios, los nuevos emigrantes doctorados, el paro del 25%, etc.?

Lo que no me parece razonable es, una vez más, esta especie de campaña para evitar que los jóvenes se quejen de su situación. Además de lo que aguantan, deben sufrir el desprecio de los que viven bien en su generación (que les consideran parásitos, sin iniciativa, etc.) o de la anterior a la suya.
Gran parte de la situación actual de los jóvenes se debe a la mala gestión de los que hoy les restriegan por las narices sus logros y que todo lo que tienen se lo deben a ellos: la generación anterior, la que gobierna. Esto solo puede ocurrir cuando se tiene esa visión histórica soberbia de que no se debe nada a la generación previa ya que —como se dice en el artículo— “España apenas se está desperezando de una larga siesta de carencias”. Esa generación es la que ha causado el problema, realiza su diagnóstico, controla la descripción del problema y los medios que lo cuentan. El problema es mío —yo decido— aunque lo tengan otros.
Solo una generación narcisista puede pensar que no le debe nada a la generación anterior (a la que ridiculiza) y que la posterior (a la que también ridiculiza: “nini”, mileuristas, etc.) se lo debe todo y, por tanto, no tiene derecho a quejarse. Ese es el problema, su raíz.

* “¿Generación cangrejo? No creo”. El País 20/02/2012 http://politica.elpais.com/politica/2012/03/20/nimileurista/1332270873_862619.html



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