domingo, 5 de febrero de 2012

El pájaro y el gusano

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Con motivo de la concesión del doctorado Honoris Causa por la Universidad Complutense, en 2004, a Muhammad Yunus, que recibió también el premio Príncipe de Asturias (1998) y el Nobel de la Paz (2006), el economista de Bangladesh pronunció una conferencia en Madrid con el título “Un mundo sin pobreza”. Yunus ha sido —a través de su idea de los microcréditos y su aplicación a través del Banco Grameen— una de las personas cambiaron los enfoques sobre el tratamiento de la pobreza para buscar remedios y erradicarla. La experiencia de los microcréditos se ha mostrado compleja y complicada en su desarrollo y en los distintos países en los que se ha implantado. Pero ¿qué no lo es en este terreno? Que los pobres tengan más problemas para devolver sus créditos que algunos más ricos no debería extrañarnos.
Pero no se trata hoy de hablar de Economía, sino de unas interesantes observaciones sobre la educación que realizó al hilo de su intervención en nuestra Universidad. Escribe Yunus lo siguiente:

El profesor transmite su propia mentalidad a los estudiantes. Mientras están en las aulas, éstos la cuestionan, la ponen en entredicho, pero al final caen en la trampa y explican las cosas tal como su profesor se las explicó a ellos y empezaron a creérselas. Cuando salen de la universidad, todas sus dudas, todo lo que les pertenecía ya no existe; se han convertido en los protectores de esas ideas heredadas que han trasladado sin más desde su pasado, y desde allí explican las cosas y se comprometen con ellas. Esto es algo para lo que tenemos que encontrar un modo de liberación, habría que revisar una y otra vez nuestro sistema educativo en general —en Bangladesh o en cualquier otra parte— para ver cómo puede liberarse a los alumnos de la forma de pensar de sus profesores, de modo que puedan formar su propio pensamiento, sin verse encajados en el modelo del punto de vista del profesor, que les llevaría a convertirse en profesores de tal o cual escuela. (14)*


Hay dos partes distintas en el problema que señala Muhammad Yunus. La primera es el mecanismo psíquico que hace primero rebelarse y después, en la distancia, aceptar. Y una segunda parte, que son las consecuencias que esto tiene en el sistema de las ideas y su desarrollo.
La primera parte es un mecanismo que se da de igual forma en las familias: los hijos se rebelan ante la autoridad de los padres y luego reproducen muchos de los patrones y normas que a ellos les aplicaron con su propia descendencia. Por alguna ley, avanzamos hacia aquello de lo que huimos. Escapamos de una forma de autoridad para reproducirla en muchas de sus formas. Aunque no se reproduzca exactamente, la tendencia es a recurrir a las formas de autoridad que aprendimos desde las formas que nos aplicaron. Tiene su lógica; se reproduce el modelo al cambiar de rol, de posición.

En la enseñanza, sin embargo no solo se transmiten “formas” y “actitudes” —que son importantes— sino ideas que han de ser revisadas para mantenerlas vivas. La idea de “revisión” no es aceptada de forma general. Nos atrevemos a decir que es precisamente la excepción. Todos nuestros mecanismos sociales y psíquicos parecen diseñados para mantener un aprendizaje reproductivo o mimético. Las sociedades son primero tradicionales, se basan en la reproducción mimética. Solo muy recientemente se ha valorado el papel de la “innovación” en las culturas o, por plantearlo en los términos de Yunus, la huida del pensamiento de los mayores, que representan la autoridad. En casi todos los órdenes de la vida, se tiende a rechazar lo nuevo, que solo sale adelante demostrando unos valores muy claros respecto a lo viejo. Prejuicios y resistencias son las auténticas barreras sociales a la innovación.
Solo nuestra cultura reciente se basa en el cambio como motor social. Hasta el romanticismo, ser original era ser excéntrico, es decir, estar alejado del “centro” normativo, la tradición o el clasicismo. Nosotros hemos hecho, en gran medida, de la extravagancia una norma y de la innovación una ley. Pero son leyes antinaturales porque aunque la sociedad progrese por la innovación, la especie avanza desde la imitación. Por eso las personas que se atreven a pensar de forma excéntrica son las menos, ya que de otra forma viviríamos en el caos. El camino de los genios (los que siguen sus propias reglas) hasta el reconocimiento suele ser un auténtico calvario de resistencias. Las ideas nuevas lo tienen más difícil que las que ya están socialmente asentadas. Esto suele ser la norma. Y la educación transmite lo aceptado.
Para solucionar el problema educativo señalado por Yunus se han diseñado asignaturas bajo la denominación de “Creatividad”, que están a mitad de camino entre la Psicología y la Pedagogía, que tratan de desarrollar métodos de aprendizaje que permitan alejarse de la repetición, que suele ser la norma. Necesitamos un número suficiente de personas que sean capaces de pensar por ellas mismas. La cuestión está en cuántas está dispuesto el sistema a admitir.


La segunda parte de la cuestión, la que afecta al desarrollo de la ideas, es el resultado de nuestra conciencia de lo incompleto. Desde que terminamos con el concepto de "perfección", dejándolo del lado de la Utopía, las ideas necesitan estar permanentemente en movimiento, revisadas para sacarles el mejor provecho. Somos conscientes del gran valor de las ideas y, a la vez, de lo efímero de su eficacia. Quizá esto nos haga ser injustos con algunas ideas que siguen siendo válidas o, al menos, mejores que sus alternativas. Por eso se produce muchas veces el retorno de algunas que son recuperadas porque se liquidaron antes de tiempo. Buscamos desesperadamente ideas nuevas y no todas son siempre, por nuevas, eficaces.

Hay un segundo problema que Mohammad Yunus apunta en la educación, que me parece más complejo. Señala que en nuestro deseo de abarcar y conocerlo todo, reducimos el mundo a abstracciones y datos, que son los elementos con los que operamos:

[…] eres como un ave que desde arriba puede verlo todo y sabe dónde está lo que le convertirá en un erudito, en un sabio, en una persona docta. Sin embargo, al realizar mis proyectos en las cercanías de la aldea, empecé a tomar conciencia de que veníamos cometiendo un error en nuestra enseñanza. Mientras yo era un ave que volaba alto, enseñaba todo los que sabía sobre Bangladesh, todo lo que sabía sobre la vida de los pobres de Bangladesh, pero al aterrizar comencé a darme cuenta de que todo lo que había enseñado y aprendido estaba en mi imaginación, que eran representaciones sobre la vida de la gente, sobre las reacciones de la gente, construidas por nuestros libros de texto. Cuando te encuentras con los pies sobre la tierra y tocas a las personas, hablas con ellas, adviertes que éstas no siempre se ajustan al prototipo, al estereotipo que tienes en la cabeza. (14-15)

El problema es aquí de un orden distinto, pero también muy dañino en sus consecuencias. Nuestra forma de producir “conocimiento” es a costa de una pérdida importante de realidad. En el caso en el que nos enfrentamos con grandes regularidades, como ocurre en las Ciencias, no es tan dañino como en aquellos casos en los que abstracciones o generalizaciones suponen la eliminación de muchas de las diferencias, algo que ocurre con frecuencia en las Ciencias Sociales.

Muhammad Yunus es economista, una profesión en la que se tiende a convertir las diferencias humanas en cifras, en magnitudes que representen esas diferencias hasta hacerlas operables, útiles en fórmulas que tiendan a explicar o describir el comportamiento humano. Si estudiamos solo lo que podemos traspasar a un papel, estamos siendo esclavos de nuestras propias ilusiones, la que generan nuestras clasificaciones y datos. Pero hay muchas cosas que esos papeles no recogen ni pueden recoger: las diferencias que hacen a los humanos distintos aunque estén metidos en un mismo porcentaje. Por eso señala Yunus:

Ahora, en mis viajes, estoy en contacto estrecho con la persona implicada, estoy abandonando la perspectiva del ave, ya que he experimentado que cuando vuelas alto no puedes ver muy claro, y cuando no puedes ver lo que necesitas o buscas, entonces lo creas con la imaginación y empiezas a pensar que lo ves porque eres una persona sabia. Es decir, lo que estoy haciendo es abandonar el punto de vista del ave y tratar de adquirir la perspectiva del gusano. Ya saben, un pequeño insecto que camina sobre la tierra.
El punto de vista del gusano es para mí una opción mejor, ya que puedo observar claramente cualquier cosa que veo. Es real, es concreto, y si me encuentro un obstáculo en el camino puedo rodearlo porque lo veo —su forma, su tamaño, su naturaleza— y puedo dar media vuelta y llegar a mi destino. (15-16)

Lo que hay en esa imaginación, lo que nos hace pensar que somos sabios, pueden ser precisamente las ideas repetidas y sobre las que ya no realizamos juicio crítico alguno. La reivindicación del punto de vista del gusano frente al aparentemente más noble y completo del ave es esencial en los casos en los que nos enfrentamos no a los datos sino a las personas. Yunus tenía que decidir respecto a personas en la concesión de sus microcréditos y se daba cuenta que una cosa es lo que uno se imaginaba desde los informes y otra frente a las personas, en su propio territorio y no sobre un papel. Las teorías y datos recibidos a veces no dejan ver el bosque.



Estos dos problemas —los que afecta a la transmisión y renovación de las ideas y los que posibilitan su mayor o menor ajuste a la realidad— son el núcleo de las cuestiones educativas. Y lo son porque no son problemas estrictamente educativos, sino más amplios, derivados de nuestra propia naturaleza y comportamiento social. Haríamos bien en tenerlos en cuenta siempre. O el pájaro acabará con los gusanos.

* Mohammad Yunus: ¿Es posible acabar con la pobreza? Editorial Complutense, Madrid 2006.




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