jueves, 26 de enero de 2012

El ratón en el zapato o qué quiero ser cuando sea rico

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En la menos conocida novela de Lewis Carroll Silvia y Bruno, publicada en dos volúmenes en 1889 y 1893, se incluía una breve historia que puede expresarse así: “había una vez un ratón muy, muy inteligente que se introdujo sin darse cuenta dentro de un zapato y, una vez dentro, creyó que se había metido en una ratonera. Como era muy inteligente y sabía que no se podía escapar de una ratonera se quedó dentro y murió”. Los que me conocen, me habrán oído contarla más de una vez porque considero que es una de las explicaciones más coherentes de la incoherentemente lógica conducta humana.
Lo que la historia nos muestra son varias cosas. Se puede razonar desde el error, un error de partida, decimos. Tras varios razonamientos, el error inicial se acepta como verdad sobre la que se ha construido todo un sistema de explicaciones aparentemente coherentes, como lo es razonamiento sobre la imposibilidad de escapar de una ratonera, que es verdadero y bloquea al ratón. Bruno, uno de los niños de la pareja protagonista, aplica el calificativo de “inteligente” al ratón: "It were a clever mouse. It knew it couldn't get out of traps!", exclama. El hecho de alabar su coherencia no es baladí, sino que revela la forma en que valoramos esas conductas coherentes con errores de partida aunque nos lleven al desastre.

Angela Merkel representada críticamente en el carnaval alemán como la "loba capitolina" (2009)

Angela Merkel acaba de decir —con más delicadeza que la brutalidad reflejada en el titular periodístico— que la culpa del “excesivo” paro juvenil español la tiene la legislación. Angela Merkel tiene un defecto: es inteligente —como el ratón— y piensa que si a los alemanes les va bien, los demás deberían hacer lo mismo. La respuesta a las crisis es volvernos alemanes.
Pero recomendar aumentar la productividad a un país que no produce, flexibilizar la legislación a un país que no crea puestos de trabajo (porque no produce), subir los sueldos conforme a la decreciente productividad (que sería bajarlos), etc., es como el médico que se acerca a su paciente y le dice “no debería usted morirse, haga como yo”.

Las recetas y las críticas de Angela Merkel se resumen en ¿por qué no son ustedes alemanes?, ¡sería entonces todo tan fácil! La respuesta no está ni siquiera en el viento, sino en la lógica aplastante que nos dice que un zapato es un zapato y una ratonera es una ratonera. Pero Alemania es Alemania también porque España es España, porque cuando ponemos a un alto al lado de un bajito, el alto parece más alto y el bajo más bajo. No otra cosa es la cuestión del diferencial con el “bono alemán”, cuanto más fuerte el alemán, más débil o caro el español y el del resto de Europa, que va aumentando. Por eso Angela Merkel recomienda un imposible: que seamos todos alemanes. Eso ya se inventó y se llama “europeos” y no ha funcionado bien. Demasiadas diferencias para tan poco nombre.
Volvemos a tener otra situación de “ratón inteligente”. No es la territorialidad, ni los fundamentos jurídicos, ni los derechos humanos, ni el cristianismo, ni ninguna de estas cosas la causante de la crisis, sino las divergencias de la economía comunitaria. Es la crisis de la “eurozona”, la de los ratones que al descubrir que eran europeos —y los europeos son ricos—, decidieron comportarse como tales.
En la entrevista que publica el diario El País con Angela Merkel, la canciller alemana señala:

Yo abogo por que en Europa aprendamos los unos de los otros. También Alemania puede guiarse por otros países en algunas materias.
Por mucho que apoyemos las ayudas multimillonarias y los paraguas de rescate, también nosotros los alemanes tenemos que tener cuidado, no resulte que al final nos quedemos sin fuerzas, porque tampoco nosotros disponemos de posibilidades ilimitadas, y eso no ayudaría a Europa en su conjunto.*


En esta Europa didáctica —en la que aprendamos todos—, Merkel está diciendo que los europeos deben aprender de lo que hace Alemania y los alemanes, como contrapartida, deben aprender del resto de los europeos lo que no se debe hacer. Efectivamente, todos aprendemos. Cuando Merkel describe la Europa del futuro, esta describiendo la Alemania del presente, algo absolutamente irreal. Que para tener un futuro menos cardiaco que el presente debamos tener “virtudes alemanas”, es probable, casi seguro. Pero una Europa llena de alemanias también sería un problema, especialmente para Alemania, que tendría que convertirse en otra cosa para marcar la diferencia.
Cuanto más claro se tiene el desastre y sus causas, más se refuerzan los alemanes en sus resistencias (“tenemos que tener cuidado”, dice) en su exigencia de que la mejor ayuda es la que viene de uno mismo, lo que no deja de ser una gran verdad, si no fuera por lo antes señalado: Alemania también se está beneficiando de la debilidad de los demás, pero no toda la culpa es suya. Que debemos hacer mejor las cosas que hasta el momento, es indudable. Nuestra debilidad es real, no solo relativa respecto a Alemania. Aunque los “inversores” no atacaran nuestra deuda pidiendo más y más, no dejaríamos de tener los problemas reales que tenemos. La cuestión financiera no debe tapar el origen de nuestras desdichas, que se manifiestan incluso cuando las cifras globales van bien: no bajamos de los dos millones de parados. Y es ahí en donde hay que concentrar nuestros esfuerzos, en entender por qué. Y elegir un futuro sólido hacia el que dirigirnos.

Nuestros políticos deberían empezar de una vez por todas a dejar de aceptar y promover negocios y empresas fáciles y estimular otro tipo de crecimiento y empleo. Un ejemplo clarísimamente negativo de esta persistencia en el modelo desastroso lo tenemos en los movimientos para promover un macrocomplejo dedicado al juego en la Comunidad de Madrid. Basta con que alguien agite la bandera de que se van a crear empleos (200.000 dicen) para que a los políticos les salten chispas en la mirada y hasta loa alcaldes se derriten. Crear un centro de este tipo en Madrid es condenar la Comunidad y marcar su desarrollo futuro, por muchos empleos que generen. Sabemos en qué acaban estos centros y qué tipo de empleos crean. No se trata solo de crear empleo. Hacen falta fábricas y laboratorios, exportar e innovar (ese el modelo alemán que tanto nos gusta) y ahorrar (que también forma parte del modelo alemán). El proyecto va en la dirección contraria: nada que exportar, nada que innovar y fomento del gasto, pues no es otra cosa el juego. Reproducir Las Vegas en Madrid significa condenar a la población de Madrid a girar en torno a lo que ese tipo de actividad produce. Es repetir los males que nos han llevado hasta aquí. Más de lo mismo.

El ratón sigue construyendo razonamientos coherentes partiendo de un principio perverso. Podemos reconvertir nuestra historia del ratón inteligente: “Había una vez un ratón tan inteligente, tan inteligente que entró en un casino, y como sabía que la banca gana siempre, se dejó allí todo su dinero”.
Quiero científicos e ingenieros, descubrimientos y patentes, productos y exportaciones, y no croupiers, tahúres, ludópatas, mafias, prestamistas, capillas Elvis, ni más camareros ni más alcohólicos.  Al final, el ratón —dentro de su falsa ratonera— asume su destino, se disfraza de Elvis y acaba cantando Love me tender a las parejas del karaoke en el casino. El problema es que este ratón es ingeniero de telecomunicaciones y no encuentra empleo desde hace cinco años que terminó la carrera. Y ha tenido que elegir entre ponerse el disfraz para pagar su piso compartido con otros dos o irse de su país a lugares como Alemania, China o Brasil. Los teóricos del desarraigo le llaman a esto movilidad.
Tenemos que dejar de ser el chiringuito de Europa: sol, cerveza y ahora juego. La riqueza —cuando nos llegue— nos tiene que dirigir a otro sitio, a otro modelo económico y social, que es lo que cuenta. La riqueza te define y define tu futuro: si produces maquinaria, tienes un país de ingenieros; si ganas con el ocio, no dejas ser un espectáculo, la España de la tecnopandereta. Salgamos de una vez del zapato en el que nos hemos metido con nuestra brillante inteligencia. No es una ratonera, solo tiene los barrotes que le construimos con nuestras propias acciones y razonamientos erróneos.

* Entrevista a Angela Merkel: "El paro juvenil en España también se debe a la legislación." El País 25/01/2012 http://internacional.elpais.com/internacional/2012/01/25/actualidad/1327480404_098456.html



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