miércoles, 11 de enero de 2012

Cadena de inspirados

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En uno de los primeros diálogos platónicos, Ión, se preguntan los participantes sobre los efectos y origen de la poesía y convienen en que hay algo especial en esa belleza de la palabra que se transmite y emociona a los que la reciben. Señala Sócrates: “la musa inspira a los poetas, éstos comunican a otros su entusiasmo, y se forma una cadena de inspirados”.
No sé si Sócrates o Platón tenían en mente algo como lo ocurrido con el ex presidente Jaume Matas y el periodista que le escribía los discursos. Que alguien le escriba los discursos a un político, en principio, no es un mal —sobre todo si el político es un pesado—, aunque ya nos dice bastante del político en cuestión. Casi todos los políticos con sobrecarga de trabajo lo hacen. Los pequeñitos también lo hacen para apuntalar su ego y sentirse importantes. Si te los escribes tú, parece que queda cutre, que eres poquita cosa. Preguntar delante de la gente "¿ha llegado ya mi discurso?", en cambio, da cierto tono y prestigio, como "¿ha llegado ya el chófer?" y cosas así. Son frases que no deben faltar en el repertorio en cualquier cargo político que se precie.

Muchas veces los discursos se debaten por los consejos asesores de los políticos señalando los puntos que se han de tratar y cómo ha de hacerse y después se redactan por funcionarios o personas que los desarrollan de forma más o menos retórica en función del estilo que le guste al candidato o autoridad política. Los gabinetes de comunicación que todas las instituciones tienen sirven para eso, para redactarles esos textos en los que han de hablar de muchas cosas que desconocen, pero sobre las que han de opinar. Hoy le pedimos a un político que sepa transmitir, no escribir. Son un poco telegrafistas. Algunos incluso se sorprenden de las cosas que dicen.
En muchos ámbitos políticos es obligado que el discurso que las autoridades lean sea escrito y aprobado por el ejecutivo, como es el caso del discurso que la Reina de Inglaterra lee cada año. En general, los monarcas tienen un control bastante estricto de sus discursos y suelen ser piezas muy meditadas y por eso se siguen con atención y son revisados con lupa. Muchas veces se sabe quiénes son las personas que los han redactado, sin que por ello se les considere los ideólogos de nadie.
El caso de los discursos redactados por el periodista Alemany para el ex presidente y ex ministro Jaume Matas no es, por tanto, una novedad en ningún caso. La reprobable es la forma fraudulenta, con empresas tapadera, que la fiscalía, en concordancia con los colaboradores de Matas, apunta. Según todos los indicios y a falta de que se cierre el proceso, parece que no se hizo demasiado bien, por atenernos a las presunciones, más que por otras cosas. También es reprobable —y en eso no hace falta incidir en que sea inocente o no— las cantidades que se han pagado por esos discursos políticos. Los interesados, en cambio, sostienen que era un precio de amigos. Pero sobre precios y gustos, ya se sabe.


En un político, el saber qué decir va en el sueldo, como se suele expresar. Un político que no sabe hablar, expresarse o convencer de algo a los demás es como un galgo que no sabe correr o un violinista que no sabe qué es un violín. Es una inutilidad, por decirlo claramente. Y como votantes nos sentimos estafados, claro. Suena tan indignante como esos futbolistas que cobran un pastón y encima hay que motivarles con primas para que ganen. Pues a los políticos igual. Si ellos no saben redactar, para eso están los gabinetes, pero por eso ya cobran ellos su sueldo y no hay que desembolsar un céntimo más. Todo esto forma parte de la cultura del despilfarro que muchos de nuestros políticos han ido gestando en estos años. Es un episodio más en ese sentido.

Pero lo que sí es realmente chocante —y que solo la teoría platónica esbozada por Sócrates permite explicar filosóficamente— es la emoción con la que el periodista Alemany comentaba los magníficos discursos de Jaume Matas. El que el escritor se emocionara profundamente al escuchar los discursos que el político rapsoda hacia públicos es una muestra doble del arte interpretativo de Matas y de la sensibilidad crítica de Alemany, capaz de apreciar este su propio trabajo en boca de otros. Pocas veces se ha visto un distanciamiento crítico de tal calibre y talante.
Solo nos queda imaginar, para cerrar el círculo del entusiamo, la profunda emoción que embargaría a Matas al leer los escritos del emocionado Alemany en contestación a su interpretación de la obra original. De las Musas pasó a Alemany, de Alemany a Matas y de Matas a Alemany, desde cuyos escritos, finalmente, la emoción amplificada se extendería a sus lectores. Casi parece una jugada de triangulación del Barça, un tiki-taka, con remate final de Leo Messi.
En esta España quevedesca y cervantina, llena de buscones Don Pablos y diablos cojuelos, Rinconetes, Cortadillos, Lazaros, Guzmanes, licenciados Cabra e ilustres fregonas, emociona ver cuánta sensibilidad desperdiciada sigue quedando, cuanto desapego del dinero y poder, cuánta humildad y entrega a las causas de la patria. Y todo por cuatro perras.
Chain, chain, chain, que cantaría Aretha Franklin, cadena de inspirados, no de locos.





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