lunes, 26 de diciembre de 2011

El camino de la ignorancia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No hay camino más duro y difícil que el de tratar de crear una educación al servicio del individuo. De hecho, una parte importante de la educación que damos no es más que la transmisión de prejuicios, camino que posteriormente algunos logran desandar en la vida. Otros no lo consiguen nunca y van orgullosos con su propia ignorancia a cuestas llamándola principios, virtud o fidelidad. Algunos de conceden el derecho a tener sus propias teorías, como ocurre con los que niegan la evolución, por ejemplo. Podemos dudar que el ser humano llegara a la Luna o cualquier otra cosa que se nos ocurra porque nada hay más arrogante que la ignorancia.
El nombre de la secta integrista Boko Haram, responsable de las explosiones causantes de cerca de cuarenta muertes en Nigeria mientras celebraban las misas navideñas, lo traducen del hausa como “la educación occidental es pecado”. Esta traducción es limitada porque “boko” encuadra todo tipo de enseñanza no islámica y “haram” no cubre la valoración, sino que tiene el sentido de prohibición. Como resultado, su nombre significa “está prohibida toda educación no coránica”. El nombre oficial de esta secta terrorista es Jama'atu Ahlis Sunna Lidda'awati wal-Jihad.

El grupo, creado en 2002, se basa en un islamismo fundamentalista que rechaza como corruptora cualquier forma de educación que se aleje de las interpretaciones más retrógradas. Esto llevó a su líder, Mohammed Yusuf, a indicar en una entrevista con la BBC en 2009* que estaba en contra de que el planeta fuera una esfera, el evolucionismo o creer que la lluvia fuera agua evaporada, porque contradecían las enseñanzas coránicas, hechos que funcionan independientemente de las creencias que el señor Yusuf pudiera tener, pero cuya existencia y comprobación le importaba poco.
Desde su creación, el grupo se ha destacado por su violencia y la ha emprendido contra cristianos o musulmanes que no compartían la radicalidad ignorante de sus creencias, como el clérigo musulmán Liman Bana, tiroteado cuando llevaba gente a la mezquita. Comenzaron con una mezquita y una escuela, y acogieron a los más pobres, a los que no podían ir a otras escuelas. Crearon así sus nichos de intransigencia, transmitiendo esa mezcla de odio e ignorancia que los caracteriza. No querían gente educada; solo querían fanáticos. Viven de la pobreza y de la injusticia; Dios es la excusa.

Mohamed Yusef, el creador de Hoko Boso cuando fue detenido en 2009
El odio nunca es sencillo. Tiene unos procesos complejos en los que se entremezclan diversos elementos que la mente reajusta para conseguir justificar la energía suficiente como para matar fríamente a las personas que están en una iglesia o en la sede local de Naciones Unidas, como hicieron en agosto de este año. Los atentados de este grupo llevaron a la prohibición en zonas del país de circular con motocicletas por ser uno de los instrumentos que utilizaban para los atentados.
El odio a toda educación que no justifique sus propios fines es un ejemplo del peligro deformador de la educación que busca la anulación de la capacidad de pensar por uno mismo. Tendemos a pensarnos como unidades independientes, autónomas, y nada más alejado de la verdad. Somos marionetas sujetas a los hilos de nuestra educación, los forjados en los momentos en los que nuestras creencias se están formando y son necesarias para entrar a formar parte de los grupos sociales. La autonomía es un bien escaso que tiene el dolor de la soledad. Somos animales sociales y la educación significa recibir las creencias, las formas de razonar de los grupos en los que crecemos, reafirmación, en suma, de la comunidad sobre el individuo.
Es preocupante la proliferación de la intransigencia educativa. Las batallas educativas son guerras por las mentes. No se libran solo en las escuelas, sino que estas guerras son prolongación de las que se libran en las familias, el núcleo social central. El modelo patriarcal afecta de igual manera a familias y estados. Es la idea de que el sistema se prolonga como los genes, de unos a otros, como herencia que hay que respetar a cualquier costa. No eres nada; el grupo, todo.

Los ejemplos de la transmisión de los prejuicios, odios e intransigencia son constantes. Llamamos a los nuestros verdades y a los de los demás mentiras, y nos cuesta reconocer que podamos vivir en el error. La mente se defiende o, si lo preferimos, nos duele arrancarnos aquello que demuestra que hemos sido manipulados para enseñarnos a odiar, despreciar o atacar a otros. La lucha de un individuo para erradicar sus propias creencias es titánica, agotadora y dolorosa. Es como extraerse uno mismo las balas que han penetrado en nuestro cuerpo.
La educación, como soñaba Russell, debe tratar de evitar que nuestros prejuicios sean de tal calibre que nos hagan entrar en un círculo de irrealidades vivido como realidad. No se trata de no tener creencias —algo de lo que nadie se puede librar—, sino de librarnos de aquellas que nos obligan a humillar nuestra propia inteligencia y dejar de respetar la vida de los demás. Si las culturas se fueran depurando de sus propias exigencias de irracionalidad, de hacer del acto de fe un ritual de aceptación, probablemente haríamos del mundo un lugar mejor. Al menos, de menor crueldad. No es fácil.

Sin embargo, es dudoso que esto ocurra porque son estas creencias las que sirven para la perpetuación del poder de muchos, personas e instituciones, cuya finalidad no es más que la del control social mediante los mecanismos básicos de la sumisión y el odio. Cuando pueblas el universo de enemigos, necesitas a los que te prometen seguridad. Nada es más eficaz que esto. Funciona para justificar una escalada armamentista, un progromo, o la invasión de un país por temor a que pueda ser un peligro. Nada es más manipulable que el odio y este se hace crecer desde la infancia como forma de prejuicio o descalificación de los demás.
Por eso hay que insistir en una educación que transmita valores de convivencia y, sobre todo, que permitan culturas en las que se pueda vivir y no en las que nos obligan a sacrificar nuestra racionalidad en beneficio de intereses escondidos.
El grupo Boko Haram es un ejemplo de perversión absoluta de la idea educativa, de cómo la enseñanza es una forma de esclavitud al servicio del odio. Esa primera escuela que fundaron no era más que el modelo sobre el que construir su ideal de estado islámico radical, un mundo cerrado, aislado de cualquier idea que ellos no puedan controlar. Todo lo que no está de acuerdo con lo que creen es falso y está prohibido; todo el que no esté de acuerdo con lo que creen debe ser eliminado.

En un mundo grande, esos estados aislados existían. En un mundo que se ha hecho pequeño por las comunicaciones y los transportes es la condena al sufrimiento y a la ignorancia de los que allí tengan la mala suerte de nacer. La única alternativa que les quedará será la de ser verdugos de los discrepantes o la de ser víctimas de sus verdugos. No hay espacio para más.
Pensamos que la ignorancia es la ausencia de enseñanza, pero suele ser justo lo contrario: el aprendizaje sistemático y riguroso de lo que debes creer por encima de cualquier evidencia, la negativa siquiera a considerar que la duda sea posible.

* “Who are Nigeria's Boko Haram Islamists?” BBC 26/08/2011 http://www.bbc.co.uk/news/world-africa-13809501



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