sábado, 24 de diciembre de 2011

Agua somos


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El Guionista general introduce giros dramáticos en las comedias e inesperadas comicidades en las tragedias, confirmando la idea expresada por Charles Dickens en Oliver Twist sobre la vida como un pedazo de tocino, con sus vetas cómicas y trágicas:

It is the custom on the stage, in all good murderous melodramas, to present the tragic and the comic scenes, in as regular alternation, as the layers of red and white in a side of streaky bacon. The hero sinks upon his straw bed, weighed down by fetters and misfortunes; in the next scene, his faithful but unconscious squire regales the audience with a comic song. (cap. XVII)

Mientras en algunos lugares los golpes de la vida se manifiestan con toda su crueldad, de otros escenarios nos llegan las historias que nos hacen reír permitiéndonos equilibrar los humores y seguir adelante con la esperanza de que algún día las lágrimas de la risa ganen a las del dolor, terrible batalla líquida que explica por qué somos agua en un 70%. El ciclo hidrológico, el que mueve el agua entre la hidrosfera y la atmósfera, es decir, entre mares y nubes, tiene su vertiente humana entre la risa y el llanto, extremos ambos del estado anímico. Aunque se nos diga que somos polvo y que en polvo nos hemos de convertir, es más cierto que somos polvo aguado y pasamos a polvo deshidratado, el que ya ni ríe ni llora. Se nos va el agua a las nubes.

Al que sí han hecho polvo —y esta es la historia que queremos contar— es a Enrique Crespo, alcalde de Manises y vicepresidente de la Diputación valenciana. La historia es esta: el señor Crespo está imputado en un proceso para averiguar las causas por las que la empresa de aguas residuales Emarsa tiene un agujero de diecisiete millones de euros (hasta cuarenta millones, según otras fuentes) tras una gestión un tanto oscura, es decir, con pagos poco claros por servicios ridículos o inexistentes. Las aguas con las que se maneja el señor Crespo son apestosas y, simbólicamente hablando, no salen tan limpias como debieran de las depuradoras a su cargo. Su ciclo hidrológico va de las aguas sucias a las más sucias de los negocios turbios.

Al señor Crespo, cuyo patrimonio se investiga por lo que pudiera ocurrir en el proceso, le ha tocado la lotería, sí, la del día 22, la de Navidad. El segundo premio de la Lotería Nacional cayó en Manises y, como suele ocurrir, la euforia se desató. Y al desatarse, alguno se fue de la lengua diciendo que al señor Crespo le había tocado, pero bien tocado. Con una intervención a la velocidad del neutrino, inusual en la justicia española, el juez instructor envío inmediatamente —el mismo día 22— a que se investigara cuánto le había tocado. Misteriosamente, todas las informaciones que señalaban que el señor Crespo iba cargado de décimos, han sido desmentidas por la contestación del agraciado, quien ha señalado que solo tiene uno. Algunas informaciones apuntan a que podía tener unos ochenta décimos, lo que le supondría un bote de 10 millones de euros, según los cálculos.**


El 53.404 fue comprado y repartido por los militantes del PP y el señor Crespo, poseído por la euforia que dan una mayoría absoluta y un segundo premio de la Lotería de Navidad —demasiado para cualquiera con tan poca diferencia de tiempo—, se lanzó a exhibir fajos de billetes loteros premiados. Y esa euforia fue su perdición. El juez ha recabado todas las informaciones periodísticas aparecidas con los testimonios de todos los que hablaban sobre el número de décimos que llevaba el alcalde de Manises. La oposición ya se ha lanzado a pedir de nuevo la cabeza de Crespo por mentir al juez con su contestación de un solo y humilde billete ganador. En este cuento navideño, real y realista, los Espíritus de la Justicia Pasada, Presente y Futura han visitado la ciudad de Manises.



Por la boca muere el pez, decimos. Si el señor Crespo resulta inocente, podrá disfrutar de su mayoría y de sus euros, pero en el caso de no serlo, el dinero que la suerte le trajo irá a aquellos a los que sus malas acciones hubieran podido perjudicar y que están teniendo unas navidades más apretadas que el resto de los españoles, que ya las pasan apretadas.
El señor Crespo ha pasado de la risa al llanto, como otros, los afectados por sus negocios, han pasado del llanto a la risa al escuchar su historia. No está bien reírse de las desgracias ajenas, pero yo no me atrevería a considerar una desgracia el que le incauten el patrimonio para pagar los daños causados a otros. Podemos reírnos, pues, sin complejos de culpa, de esta justicia poética —digna de Dickens—, que hace que lo que las manos inocentes de los niños de San Ildefonso extrajeron del gran bombo de la suerte, vuelva a aquellos que tuvieron la mala suerte de hacer negocios con las aguas residuales del señor Crespo y a las arcas públicas.
Una vez más, las vetas del tocino, que Dickens señalaba. Mientras el héroe trágico llora y se lamenta de su mala fortuna en su jergón de paja, nosotros —escuderos escribanos— entonamos, en nuestra celda de la vida, la canción cómica que cuenta su desgracia para consuelo y risa del auditorio. Agua somos y toca reír.

* “El juez pide al alcalde de Manises los décimos de lotería que le han tocado” El País 24/12/2011 http://politica.elpais.com/politica/2011/12/23/actualidad/1324633928_724951.html
** “La lotería pone en aprietos al alcalde de Manises”, La Rioja 24/12/2011 http://www.larioja.com/v/20111224/espana/loteria-pone-aprietos-alcalde-20111224.html



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