miércoles, 23 de noviembre de 2011

El camino equivocado

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Son las tres de la mañana y las personas con las que estoy en contacto a través de Facebook me dicen que se escuchan nuevos disparos en la Plaza de Tahrir. Quizá estén intentando desalojar la plaza en la noche o simplemente impedirles descansar para llevarlos hasta el agotamiento. Son ya cuatro días de protestas y el límite físico de resistencia se irá acercando. Muchos lo habrán sobrepasado ya, pero hay algo que da fuerza cuando se cree en una causa.
La causa es de nuevo algo prepolítico, la dignidad. Otra vez la gente no ha tenido más remedio que manifestarse de la única forma que está a su alcance: la determinación. Los egipcios son obstinados y han vislumbrado una luz que se prendió en la negrura absoluta del régimen de Hosni Mubarak. En aquella oscuridad lograron encender unas pequeñas luces con gran esfuerzo y que les permitió intuir y desear un espacio de libertad y convivencia. Ese sueño ha sido minado deliberadamente por un Ejército que no ha sabido estar a la altura de su propia regeneración, que tuvo la oportunidad de ser la muleta con la que las libertades podrían caminar hasta conseguir recuperar un equilibrio inexistente hasta el momento, la aventura de las libertades en una democracia sin precedentes. Sin embargo escogieron el camino equivocado, el de mantenerse en una posición equivalente a la que habían mantenido con los dictadores militares anteriores. Pero esta vez, no hay una figura que surge de sus filas, sino una Junta militar que se plantea cómo convivir con un dirigente elegido en las urnas. Tras darle muchas vueltas, la Junta militar decidió que esa situación era peligrosa y decidió ir cambiando las reglas del juego, imponiendo condiciones y redefiniendo el papel de los militares en el sistema futuro. Tanto han forzado la situación que el resultado ha sido imposible de aceptar por ninguna de las fuerzas políticas intervinientes. Los militares se han quedado solos, como un croupier tramposo que se quejara de que, descubierto su trucaje de la ruleta, los jugadores abandonaran el casino.
Su astucia en la primera fase de la revolución fue dejar que se desgastara Mubarak y la policía del régimen, la que les había permitido, en segundo plano, disfrutar de las verdaderas prebendas y corruptelas del régimen. El ejército egipcio ha sido el mayor receptor de subvenciones desde los Estados Unidos. Tras Israel, Egipto es el segundo perceptor de fondos USA. La mayor parte han ido al Ejército y de ahí a las compras y sueldos militares. Muchos de sus dirigentes no son ajenos al manejo de las empresas públicas y los negocios derivados. Sacrificaron a la reina y pretendieron seguir la partida.

Han permitido situaciones y alentado otras —no me atrevo a ir más allá— en las que su papel protagonista se mantuviera. Sesenta años en el poder no se tiran por la ventana por una simple revolución. Pero han tirado demasiado de la cuerda, han tratado de forzar una situación y han sobrepasado el límite. Lo más probable es que sea el temor de muchos dirigentes a seguir el mismo camino de Mubarak y acabar en los tribunales por su comportamiento con los manifestantes, pero pienso que sobre todo por su participación activa en los trasfondos de un régimen corrupto, de negocios  oscuros por doquier, del que solo ha salido una pequeña parte. La cúpula del poder militar es la de Mubarak. ¿Qué otra explicación tiene que sacrificaran al Jefe pero pretendan seguir su senda? Las esperanzas depositadas en que podrían ser aliados del pueblo egipcio y no sus guardianes se han ido desmoronando poco después de que se fotografiaran siendo abrazados por los egipcios que de buena fe pensaron que estaban de su lado.
Lo que se ha demostrado es que son un estado dentro del estado. Pudieron dar el salto hacia un ejército moderno. Han comenzado, en cambio, el penoso recorrido de parecerse a los ejércitos de Gadafi o de Al Asad. Su mariscal es uno que podrá ser sacrificado por otros o que no dudara en sacrificar a otros para mantener intacta la estructura de fondo, el poder real en la sombra que gobierna Egipto desde principios de los años cincuenta. Mubarak era solo la última —penúltima ya— etapa de una larga y cruenta historia. Los juicios militares a civiles, las torturas, la violencia en las calles, los obstáculos e imposiciones políticas, los intentos de evitar el voto exterior… son la demostración de que el Ejército ha elegido el camino que le distancia de su pueblo, el camino equivocado. Van contra la Historia, van contra su pueblo.

II
El rechazo de la Plaza de Tahrir al preacuerdo de las Hermanos Musulmanes con el Ejército parece hace buena nuestra idea expresada con anterioridad de un entendimiento entro los otrora enemigos naturales. La idea de que estos enemigos habían logrado un estado cohabitación política explicaría el interés de los militares en que se celebren las elecciones en estas condiciones. Con un triunfo islamista de los Hermanos es más fácil pactar una transición a la mediada y justificar las especiales prerrogativas que el Ejército quiere tener. Ese es el sentido e interpretación hoy del artículo del artículo de The New York Times:

Just four days ago, the Muslim Brotherhood kicked off a wave of protests against the military’s increasingly explicit attempts to decree for itself special powers and protections under the future constitution. But when a heavyhanded crackdown on demonstrators ignited a far broader and more violent backlash against the military’s power grab, Brotherhood leaders sent mixed signals about whether to join the swelling protests. And while other political groups called for a huge demonstration on Tuesday, the Brotherhood ordered its members to stay away for fear of jeopardizing elections as the violence hit a peak.
The Health Ministry said 31 people died in four days of unrest, and more than 600 were injured on Tuesday alone.
For the military and the Brotherhood, the deal was the closest embrace yet in the off-again-on-again partnership since the revolution between the country’s two most powerful institutions — reprising roles played out under Mr. Mubarak, who outlawed, but tolerated, the Muslim Brotherhood during his three decades in power.
For Egyptian liberals, the open deal between the two most powerful and organized forces in the nation raised fears of being caught between groups at odds with their goals: a military reluctant to submit to democratic oversight, and an Islamist movement with a potentially narrow view of individual freedoms.

Ese era el temor expresado en este blog en la entrada “Las estrategias islamistas en Egipto”, el día 6 de julio. Los jóvenes de la Hermandad, como estaba también comentado en su momento, se desmarcan de los mayores porque saben que no se trata de reproducir el pasado de forma ligeramente distinta, sino de abrirse a un futuro generacional. Y eso ya no vale.
Nadie se cree ya a los militares.

* “Deal to Hasten Transition in Egypt Is Jeered at Protests” The New York Times 22/11/2011http://www.nytimes.com/2011/11/23/world/middleeast/egypts-cabinet-offers-to-quit-as-activists-urge-wider-protests.html?hp



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