lunes, 24 de octubre de 2011

No es tuya ni de nadie

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Nadie dice que la democracia sea fácil.  Ni fácil ni perfecta, por humana. Tampoco es lo que yo quiero, sino lo que nos damos. También importa que los otros me dejen seguir intentándolo, me escuchen y yo a ellos. Para algunos, las democracias son débiles porque son inciertas. Las teorías que, desde Platón, ven en el gobierno el ejercicio de la verdad y no el de la opinión, se equivocan. Las democracias son pura opinión, aunque se les exija eficacia. Hay democracias empecinadas en el error, pero deben tener la oportunidad de salir de él. Los regímenes en los que no es posible salir de error suelen ser dictaduras maquilladas.
Se gana por goleada, como Cristina Fernández, o por los pelos. La democracia, sin embargo, no diferencia el respeto por los votos. Lo exige siempre. Y tiene, por eso, algo de deporte a la antigua. Sufre actualmente, también como los deportes, del excesivo comercialismo y la profesionalización. Lo primero significa que se construyen mediáticamente sus candidatos, seleccionados por su telegenia, y obligados a hablar siempre desde la imagen y las audiencias. El segundo aspecto implica su limitación en la experiencia de la vida y la lucha por el poder seguir ahí como única meta.
En algunos lugares han oído hablar de ella, de la democracia, y les suena más o menos. En otros se les ha olvidado cómo era. Algunos votan mecánicamente, medio dormidos, como el afeitado de la mañana; otros acuden primerizos y nerviosos por temor a equivocarse. Hay democracias clásicas y democracias tuneadas, sobrias y coloristas. Las hay obligatorias y solo la enfermedad te libera de no ir a votar; otras, es cosa tuya.
Pero lo que debe estar muy claro es que la democracia no empieza ni acaba en las urnas. Va más allá y exige el respeto permanente entre los que compiten y hacia los que la sostienen con sus deseos e ilusiones. Es absurdo hacer castas democráticas.

Los que asumen la representación de los demás, lo hacen con un gran compromiso, como al que le dejan el vehículo, y procura devolverlo sin un arañazo. Porque la democracia, como el vehículo, no es tuya; siempre es prestada. Su generosidad no es la del ganador de la batalla, que va perdonando vidas. Por el contrario, lo suyo es la humildad.
Si después de leer todo esto llegamos a la conclusión de que es un bien escaso, diremos que sí, que efectivamente no abunda. Por eso es importante recordar no solo cómo ha sido, sino también cómo nos gustaría que fuera. Por su propia naturaleza, en la que está el diálogo como esencia, debe buscar el acuerdo que beneficia al máximo y dejar fuera a los que pretender favorecer a los menos.
La democracia,  en sí, es sencilla. Lo que no lo es tanto es esa voluntad de poder, como decía Nietzsche, con la que venimos de fábrica al mundo; ese deseo de imponernos a los otros, de silenciarlos y reducirlos a marionetas o juguetes rotos. La democracia es humana, imperfecta. No es obra de la sabia Naturaleza, sino de la más engreída de sus criaturas.
No te la apropies.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.