lunes, 31 de octubre de 2011

Liderazgo moral

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Vuelve a ocuparse The New York Times de una cuestión que está preocupando a los intelectuales de Occidente, la cuestión del liderazgo, referida esta vez a los movimientos liberadores en los países árabes.
El hecho de que no existan referencias aparentes —esto va más allá de la cuestión del líder— de ningún tipo, sino la escueta individualidad disuelta en el anonimato colectivo, les preocupa. Con todo, es más fácil aceptar el anonimato que la ausencia de referencias intelectuales. Aquí no se ha invocado a nadie. Sin embargo, los movimientos de Túnez y Egipto sí han tenido sus referentes, pero de un orden diferente al que estamos acostumbrados. En un mundo cuyos discursos ideológicos están en crisis, adquiere un valor mucho mayor la ejemplaridad empática.
El valor del ejemplo es superior al de los discursos, el de la acción al de la retórica. Hartos de palabras, los que se sublevan solo admiten la acción y no la promesa como fin de sus movimientos. Guiados por el ejemplo de otros jóvenes como ellos, no necesitan elaborar ni recibir el arma del político tradicional, la convicción del argumento. No puede decirse, desde luego, que ignoren la comunicación, todo lo contrario. Sin embargo esa comunicación es la que sirve para mantener unidad la red, antes que una capacidad de argumentación discursiva. Es más función "fática" que otra cosa.

Con un “¡Game over!” común les basta para hacer caer un régimen. No habrá en estas revoluciones grandes discursos o proclamas. Las palabras justas y nada más. No son las revoluciones de las palabras, sino las de la acción unitaria. En un universo plagado de discursos, esta vez los únicos presentes son los de los dictadores, que han tratado, proclama tras proclama, de exponer sus motivos poderosos para no abandonar el poder. La eficacia de estas revoluciones ha sido la sordera, el no haber atendido las permanentes alegaciones dictatoriales para seguir. No son revoluciones de asalto, sino de tozudez, de firmeza. Porque nada forja más que la resistencia, auténtico ejercicio diario en calles y plazas. Son las dictaduras las que han reculado, dialéctica y físicamente, ante el empeño mostrado.


Cuando se busquen en el futuro las grandes palabras de estas revoluciones no se encontrarán muchos oradores. Se escucharán las palabras de un Ali, de un Mubarak, de un Gadafi… y, por el otro lado, nada más que imágenes de escuetos mensajes en pancartas o llamamientos a unirse en blogs y video-blogs.
No encontraremos líderes ni portavoces, solo voces. Se encontrarán ante un sistema coral, una polifonía, en el que el protagonismo individualizado ha estado ausente. Evidentemente, ha habido motivos de seguridad en ello, pero también ese deseo de voz colectiva, de “Fuenteovejuna”, que ha caracterizado este esfuerzo colectivo de desprenderse de los dictadores. No han sido las redes sociales, sino la sociedad como red, que no se debe confundir causa y efecto.


El liderazgo en las revueltas no ha sido un problema. Ha funcionado sin él y no hay que darle más vueltas. Los problemas se plantean después, cuando es necesaria la elaboración de proyectos más allá de la palabras básicas que definen los movimientos: dignidad, justicia, libertad… Cada una de ellas tiene decenas de candidatos a interpretarlas en su sentido político, en su traducción a la realidad del momento.
De la generación de jóvenes que consiguieron sacudirse el miedo de las anteriores debe salir un nuevo liderazgo que supere las décadas de inoperancia y discursos vacíos. Es inevitable que los discursos regresen a la escena política y, con ellos, las discusiones y los malentendidos. Sin embargo, el recuerdo de las voces monolíticas de los dictadores debe ser un aliciente para, poco a poco, ir saliendo de la cacofonía política hacia la armonía necesaria.
La tentación del líder carismático es grande. Es un error esperar volver de nuevo a ella. Supone, una vez más, el abandono de esa colectividad que ha demostrado su fuerza en beneficio de esas figuras fuertes a las que aclamar a su paso. Es más de lo mismo. Es volver a los viejos héroes que traicionaron sus revoluciones. Lo que se necesita ahora son estructuras capaces de funcionar y estabilizar los campos políticos. Necesitan comprometer a lo mejor que puedan encontrar entre sus poblaciones en un proyecto de futuro que les ilusiones y les saque del estado en que muchas se encuentran.
Creo que tienen esas personas valiosas y dispuestas a dar lo mejor comprometiéndose por su país. Necesitan ahora encontrarlas y motivarlas para participar en la vida política. El exceso de populismo al que estamos asistiendo por todo el mundo necesita como contrapeso de personas capaces de ejercer un liderazgo moral que ilusione a sus pueblos y les haga interesarse por sus propios destinos. Creo que el mundo está ya harto de presidentes playboys, cantantes, guitarristas o bailones. Hacen falta personas que piensen y trabajen de otra manera. Hemos quitado la ilusión a la política y hay que recuperarla. Los políticos del futuro han de ser los que animen a su pueblos a convertirse en ciudadanos responsables; dirigentes ejemplares, capaces de que proponer comportamientos más allá de las campañas de imagen. Dirigentes que no consideren que el gobierno es su casa, sino que ellos están de visita en la de todos. Necesitamos políticos que no pisoteen la cultura, sino que forme parte de sus propios valores.
En suma, casi lo contrario de lo que tenemos en la mayoría de los lugares.

* "The Arab Intellectuals Who Didn't Roar". The New York Times 29/09/2011 http://www.nytimes.com/2011/10/30/sunday-review/the-arab-intellectuals-who-didnt-roar.html



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