domingo, 11 de septiembre de 2011

Un libro: Animal Spirits. Cómo influye la psicología humana en la economía, de George A. Akerlof y Robert J. Shiller

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La aspiración de las Ciencias Sociales a funcionar sobre los principios y métodos de las Ciencias de la Naturaleza no dejan nunca de suscitar equívocos. El deseo de poder comportarse como las Ciencias que se ocupan de las leyes de la naturaleza lleva necesariamente a la presunción de que su objeto se comporta de la misma manera. Se produce así un sacrificio de la realidad social como requisito para poder dar el salto.
La Economía se ocupa de varias cosas, pero esencialmente de la descripción y explicación del comportamiento social ante el uso de los recursos. El cómo contemplemos la naturaleza de ese comportamiento hará que concibamos de un manera u otra la ciencia que se ocupa de ello. Esto es decisivo porque lo primero que hace una ciencia es crear un “campo· específico y unos objetos que se comportan de una manera, cuya descripción de puede realizar en unos lenguajes adecuados.
Definir el comportamiento de los que intervienen en los procesos económicos como “racionales” significa que el comportamiento puede ser descrito en términos y  lenguajes racionales. La renovación de la ciencia en el Renacimiento hizo que la idea de que “el libro de la Naturaleza estaba escrito en el lenguaje matemático” se extendiera; esto quería decir que el modelo de ciencia por el que se apostó se basaba en la descripción matemática de los objetos, sus relaciones y comportamientos. Esto supuso que la Ciencia se dedicara esencialmente a la creación de modelos, leyes y fórmulas que presuponían “regularidad”, patrones, repeticiones. Mediante el descubrimiento de pautas (regularidades) se alcanza el deseo científico máximo: la descripción exhaustiva y la predicción del comportamiento. La descripción exhaustiva parte del principio optimista de que conoce y expresa la totalidad de los elementos pertinentes en los fenómenos, y la predicción parte del principio de que si se conoce el funcionamiento de forma completa, es posible conocer el comportamiento futuro y anticiparlo. Cuando los métodos que funcionan en el mundo de la materia se aplican a las acciones o comportamientos humanos, obtenemos un enfoque y uso con presupuestos implícitos sobre la naturaleza humana.

Robert J Shiller y George A . Akerlof
Los autores George A. Akerlof, Catedrático de Economía de la Universidad de California y Premio Nobel del año 2001, y Robert J. Shiller, Catedrático de la Universidad de Yale, creen que en el modelo actualmente imperante en la Economía, los presupuestos son incorrectos tanto por lo que se utiliza para explicar como por lo que se deja fuera. Parten del principio de Keynes, de quien se declaran seguidores, de que el centro de la Economía debe ser el estudio del comportamiento humano ante lo desconocido. Una psicología "realista" es, por tanto, un factor importante en el análisis del comportamiento económico. Esto es algo que nadie debería negar, pero que debe ser analizado en función de lo que estemos llamando “psique”. Señalan los autores, refiriéndose a John Maynard Keynes:

Su punto de vista se basaba en que la economía no está gobernada solo por los actores racionales que, «como una mano invisible», desean emprender actividades comerciales destinadas a obtener un beneficio económico mutuo, como creían los economistas tradicionales. Keynes se había percatado de que aunque la mayor parte de las actividades económicas suelen tener motivaciones racionales, también existen muchas otras actividades que están gobernadas por espíritus animales, ya que los estímulos que mueven a las personas no son siempre económicos ni su comportamiento es racional cuando persiguen este tipo de intereses. Según el punto de vista de Keynes, estos espíritus animales son la causa principal de la fluctuación de la economía y constituyen, asimismo, la causa principal del desempleo involuntario.
Por tanto, para comprender la economía conviene entender de qué modo se ve afectada por estos espíritus animales. Al igual que la mano invisible de Adam Smith representa la idea central de la economía clásica, los espíritus animales de Keynes constituyen la clave de otra visión diferente de la economía, una perspectiva que explica las inestabilidades que subyacen en el capitalismo (10)

La idea de Keynes —y la que anima a los autores— es tratar de aumentar el poder explicativo de la Economía como ciencia. La incapacidad de poder incorporar al modelo clásico económico-racional los elementos que quedan fuera por la propia forma explicativa que la disciplina establece se convierte en una grave carencia que disminuye su poder. La función principal de la Economía debería ser, precisamente, la capacidad de predecir para poder evitar las situaciones en las que el sistema económico es llevado al extremo y se produce el máximo de descontrol. La Economía se mide con las crisis. Las teorías funcionan o no teniendo en cuenta su capacidad de predicción, por un lado, y de explicación, por otro. Evidentemente, las dos funciones, la predictiva y la explicativa son de naturaleza distinta y ambas parten del principio de coherencia de los sistemas. Si los sistemas son coherentes o "racionales", podrá ser predicho y explicado su comportamiento. Si la herramienta de predicción, la teoría, se muestra eficaz significa que existen pautas, es decir, regularidades, racionalidad en última instancia.
La introducción de elementos no racionales en un sistema que se dice racional plantea problemas en el modelo, pero no en la realidad, que es la que es. El modelo debe reflejar el comportamiento de la realidad o no es un modelo útil. Es aquí donde se plantea el problema: los modelos tienden a la matematización, es decir, a convertir en magnitudes los distintos aspectos de la realidad para que puedan ser procesados conjuntamente y se establezcan las relaciones entre los distintos elementos. Si las variables pertinentes no pueden ser reducidas numéricamente, no pueden ser tenidas en cuenta más que de forma muy imprecisa en el sistema. La discusión pasa entonces al peso relativo de todos aquellos elementos que no pueden ser reducidos. La obsesión de los analistas y teóricos del sistema económico por los “indicadores” se produce por la necesidad de introducir nuevos datos en el sistema para hacerlo más preciso y predecir los cambios y evolución del conjunto. Si el sistema y los agentes que lo constituyen fueran completamente racionales y los indicadores fueran los suficientemente precisos y determinantes, la apoximación sería grande y el sistema podría ponerse a salvo de las fluctuaciones críticas, que constituyen el auténtico problema.



La importancia de los modelos pasa a depender de lo atinado de su construcción, del número y la calidad de sus indicadores. Lo relevante de los modelos es que fallan, es decir, no son capaces de anticipar las consecuencias de todas la decisiones tomadas, por lo que se vuelven inseguros y el sistema económico inestable. Y es aquí donde entra la idea keynesiana de cómo funciona “realmente” la economía y cuáles son los indicadores más adecuados para explicar su comportamiento:

Para comprender el funcionamiento de las economías y cómo podemos gestionarlas para prosperar, debemos prestar atención a los patrones de pensamiento que influyen en las ideas y los sentimientos de las personas, es decir, sus espíritus animales. Solamente podremos llegar a comprender con certeza los acontecimientos económicos relevantes si sabemos enfrentarnos con el hecho de que sus causas son principalmente de carácter mental. (17)


De alguna forma, las Ciencias Sociales  —y la Economía con ellas— deben tener un modelo implícito del comportamiento humano. La economía clásica partía de un sujeto racional que construía un sistema racional en el que se comportaba racionalmente. La Ciencia ha trabajado sobre la regularidad y ha evitado ocuparse de los elementos que escapan a lo regular y no pueden ser convertidos en “ley” o “patrón”. La basura se guardaba debajo de la alfombra. El resultado es su pérdida de eficacia explicativa y predictiva:

[…] la macroeconomía de los últimos treinta años ha seguido una dirección errónea. En sus intentos de sanear la macroeconomía y convertirla en más científica, los macroeconomistas ortodoxos han impuesto una estructura y una disciplina  de investigación que se basa en cómo sería el comportamiento de la economía si la gente solamente tuviera motivaciones económicas y su comportamiento fuera completamente racional. (276-277)

La importancia que han adquirido las Teorías de la decisión, que son la base última del comportamiento, giran sobre el cómo de las decisiones. Al igual que en otros campos sociales, al comportamiento se le van sumando todos aquellos elementos que la racionalidad había tapado y excluido pero que, sin embargo, se encuentran en la realidad. Fue lo que hizo Keynes, establecer cuáles eran esas reacciones “instintivas” ante un hecho cierto: no lo sabemos todo para decidir, pero decidimos. Esos huecos determinan que afloren en el comportamiento elementos no racionales, respuestas que proceden de nuestra visión intuitiva sobre cómo funciona el mundo. Son los espíritus animales:

En el uso inicial del término, spiritus animalis en su antigua forma de latín medieval, la palabra animal significaba «de la mente» o «que anima» y se refería a la energía mental primordial y a la fuerza vital. Pero en la economía moderna, los espíritus animales han adquirido un significado diferente y actualmente es un término económico que se refiere al componente fluctuante e inconsistente de la economía. Representa nuestra peculiar relación con la ambigüedad o la falta de certeza. A veces los espíritus animales nos paralizan, mientras que en otras ocasiones nos revitalizan y nos llenan de energía, haciendo que superemos nuestros miedos e inseguridades. (22)

La incorporación de todos estos aspectos refleja un cambio de consideración respecto a la propia naturaleza humana. La economía clásica es hija del Siglo de las Luces y de su concepción racionalista del ser humano. El “Homo economicus” es un constructo que parte de esos principios racionalistas. Son ya muchos los campos que tratan de describir los comportamientos individuales y sociales desde otros parámetros que escapen al determinismo del modelo racional. De hecho, lo que está en cuestión es la propia idea de “racionalidad”. Modificándose la idea abstracta del “Hombre”, necesariamente se tienen que modificar todas las disciplinas que parten de una descripción que no se considera ya totalmente pertinente. Nuestros descubrimientos actuales en distintos campos, especialmente, desde las neurociencias y ciencias cognitivas no han hecho sino modificar esa visión dieciochesca y decimonónica del ser humano. No es de extrañar que, por ejemplo, Keynes sintiera admiración y fascinación por la obra del novelista Joseph Conrad, pues Conrad supo indagar en esos “espíritus animales” del comportamiento y que no son otra cosa que los miedos instintivos que rigen nuestro comportamiento y reajustan “racionalizándolo” nuestras decisiones. Somos seres que nos enfrentamos a nuestra necesidad de decidir mediante mecanismos psíquicos de defensa. Tapamos nuestras inseguridades, desconocimientos y miedos con fórmulas de coherencia con las que ocultamos nuestras raíces débiles.
Los autores señalan cinco factores determinantes en la economía, que serán los que analicen, capítulo a  capítulo, a lo largo de la obra:

— La piedra angular de nuestra teoría es la confianza, así como los mecanismos de retroalimentación entre esta y la economía, que magnifican los desórdenes.
— El establecimiento de salarios y precios depende en gran medida de temas relacionados con la justicia social.
— Analizamos la tentación a caer en comportamientos corruptos y antisociales y el papel que ello representa en la economía.
— La ilusión monetaria es otra piedra angular de nuestra teoría. El público confunde inflación y deflación y no es capaz de razonar sobre sus efectos.
— Finalmente, nuestro sentido de la realidad, quiénes somos y lo que hacemos, se entremezcla con la historia de nuestra vida y con la de los demás. El conglomerado de estas historias constituye una historia nacional o universal que por sí misma representa un papel importante en la economía. (25)

Confianza, justicia social (equidad), corrupción, ilusión monetaria y las historias en las que nos representamos constituyen el conjunto de factores que para los autores dibujan ese fondo comportamental que determina el funcionamiento económico.


La confianza es, lógicamente, el factor esencial del conjunto y es un sentimiento, un estado mental, al que se trata hoy de llegar mediante indicadores indirectos o encuestas. El sentido de la equidad es importante y, nos advierten los autores, no se tiene en cuenta ya que la teoría clásica establece un sujeto egoísta que busca maximizar el beneficio, y unos ajustes mecánicos de los salarios. En el caso de la corrupción, los autores se refieren al peso que estos comportamientos negativos llegan a tener el conjunto de la economía cuando se eliminan las regulaciones. La ilusión monetaria son las diferentes ilusiones que nos llevan a juzgar erróneamente los elementos del sistema económico confundiendo sus efectos. Muchas de estas confusiones determinan nuestras acciones y nuestras decisiones respecto al futuro. Finalmente, las historias son los relatos bajos los cuales nos encuadramos y que actúan determinando nuestras propias acciones. Que podamos ser esclavos de nuestras propias ficciones es algo que no debería extrañar a nadie, excepto a los que creen en un sujeto sincero y racional. La lectura de Conrad, por ejemplo, es un buen correctivo de esto. Todos, individual y colectivamente, fabricamos una ilusión relativa a nuestra forma de ser y comportarnos que constituye la identidad que nos forjamos. Actuamos como suponemos que debamos actuar. De esto se ocupa una disciplina denominada Storytelling que ha tenido un desarrollo en el campo del marketing.

La obra, además de entrar en el análisis de todos estos factores, incorpora un componente importante de actualidad: están enfocados hacia la actual crisis económica, sus efectos y la forma de contrarrestarlos.
Los males, para los autores, provienen de no haber comprendido el papel que juegan los espíritus animales en el terreno de la economía y consideran que las teoría de la corriente dominante deben ser revisadas para que la Economía recupere el papel previsor y alerte e impida los desastres en forma de crisis como las ocurridas en los últimos años. El capitalismo se juega su propia supervivencia:

Con tanto elogios que ha recibido el capitalismo durante las dos últimas décadas, se han olvidado los reparos. El capitalismo es bueno, sí, pero también cae en excesos que deben vigilarse con mucha atención.
[…] Ha llegado el momento de tener en cuenta que lo que permite que el capitalismo funcione son las reglamentaciones que garantizan que cuando un ciudadano invierta su dinero en el mercado, suscriba una hipoteca o se compre un coche, reciba un producto con ciertas garantías.
[…] Actualmente existe la necesidad de protegerse de estas exageraciones y reconocer que los mercados financieros requieren regulación. (244-245)

La obra concluye con la necesidad de que los gobiernos abandonen la idea neoliberal de que deben quedar al margen (“el gobierno es el problema”) y asuman sus responsabilidades en la generación de la confianza, la equidad, atajen la corrupción, se aseguren de que la gente no incurra en errores de valoración (sobre temas como las jubilaciones, por ejemplo) y suministre historias coherentes y positivas al conjunto de la población. Al “gobierno es el problema” neoliberal le sigue ahora “la inhibición de los gobiernos lleva a los problemas” actuales.
La obra resulta de gran interés tanto para economistas como para personas interesadas en otras ciencias sociales, especialmente para la Psicología. En el fondo, esta nueva perspectiva trata de acercar lo real a lo teórico y modificar las percepciones erróneas que la teoría clásica no había podido eliminar. Lo malo de las teorías no es solo que estén equivocadas, sino que además te las apliquen.

Nota: recomendamos la lectura de la crítica del libro de Robert Sidelky "El regreso de Keynes", realizada en este mismo blog, de semanas anteriores.

George A. Akerlof y Robert J.  Shiller (2009): Animal Spirits. Cómo influye la psicología humana en la economía. Gestión 2000, Madrid. 327 pp. ISBN: 978-84-9875-039-3.


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