viernes, 9 de septiembre de 2011

Promesas al cubo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La torpeza de González Pons al hablar de millones de empleos como objetivo en esta próxima legislatura ha sido un ejemplo de la forma en que la palabra se usa de forma ligera en el mundo de los políticos. Las explicaciones de las meteduras de pata suelen ser siempre divertidas y en este caso lo son un poco más dada la facilidad retórica del prometedor portavoz. Pero el ejemplo de González Pons no es más que uno más de que tantas veces va el cántaro de la promesa a la fuente, que al final ya sabemos lo que ocurre, Se rompe, desparramándose su contenido de incontinencia verbal.
Nuestros políticos siguen aquejados del mal de la palabra venidera, cuya manifestación más virulenta es la promesa electoral. En Política, al mal de los que prometen demasiado se suma el peor de los que no cumplen lo que prometen. Así, la promesa excesiva y la promesa incumplida se suman, amplificando el desengaño político de un electorado que ve a sus políticos convertidos alternativamente en charlatanes y desmemoriados según les convenga.
La historia de la política española está llena de frases que se quedaron en eso, en frases, en ecos que rebotan contra las paredes de la dura realidad hasta perderse en la lejanía y se atisba de nuevo en el horizonte la nueva campaña en la que poder descargar la negra nube de las promesas sobre los fértiles electorados. El verbo fácil está al alcance de todos. Puedo prometer y prometo; puedo hablar y hablo.


Pero las promesas al electorado, las realizadas por los pícaros retóricos, de nada valen cuando se encuentran entre ellos y tienen que llegar a acuerdos creíbles. Es lo que ha ocurrido con el techo de la deuda y su afán de ponerlo en la Constitución. Cada vez se hace más evidente, por lo que tenemos delante, que el problema no son los mercados o Alemania. El problema somos nosotros, nuestra incapacidad de mantener esas promesas presupuestarias y, lo que es peor, un Estado construido sobre la suma de tantas promesas. En España todos prometen y la única forma que han encontrado de ser creíbles (ser creíbles es que otros lo acepten) es llevar el compromiso hasta el texto constitucional. El acuerdo se produce, lo señalamos en su momento, para poner coto al gasto autonómico, que todos prometen controlar, pero ninguno lo hace. El diario El País describía así el problema expuesto por la Ministra salgado:

La Administración central y la autonómica funcionan como vasos comunicantes: si las comunidades incumplen sus compromisos, el Estado central debe compensar la diferencia. ¿Cómo? "No está previsto ningún ajuste por el lado del gasto, ni a día de hoy ni a día de mañana. Y tampoco por el lado de los ingresos", ha subrayó Salgado, "a día de hoy". Traducción libre: habrá subidas de impuestos. Preguntada >por la recuperación del Impuesto de Patrimonio(eliminado en 2007 por el Ejecutivo de Zapatero con el argumento de que estaba anticuado y recaía sobre la clase media), Salgado ha sido todo lo clara que puede ser una ministra de Economía en una situación como la actual, cargada de incertidumbre. "Si el Gobierno decide recuperar Patrimonio, el decreto ley estará listo en escasas horas", ha explicado a los periodistas.*

Los periodistas se van convirtiendo en zorros viejos y, a diferencia de los electorados, tratan de mantener en la memoria los datos que les permitan diferenciar la promesa viable de la promesa hueca, la afirmación real y la inconsistente. Como los periodistas comiencen a citar entre paréntesis las incongruencias políticas, como ocurre en el párrafo anterior, la clase política va a tener que despedir a todos esos asesores cuya teoría comunicativa se centra en las evasivas, en las generalidades, en el agitar con contundencia los brazos en los momentos en que se quiera manifestar firmeza y hacer una pequeña pausa dramática mirando a los ojos al interlocutor para mostrar que se encara el futuro con seguridad y todo esté en las manos correctas.
Que los periodistas españoles —como también ocurre en el párrafo citado— tengan que actuar de traductores y correctores de lo que los políticos españoles dicen o hacen, que hayamos convertido las ruedas de prensa ministeriales en comunicados diplomáticos que necesitan ser reinterpretados, no deja de ser un progreso informativo. La “traducción política” ha pasado a ser una actividad necesaria porque en la medida en que el paraíso prometido se distancia de la cruda realidad, la promesa tiende a intensificar su flujo y entonces les ocurre lo que a González Pons, que no es más que un remix de aquello de los “ochocientos mil puestos de trabajo” al que se le ha sumado el efecto de la inflación. Hasta ahora se nos transmitía en su “idioma original”, es decir, en su vertiente retórica, en la que cualquier pequeño paso era un gran paso para el Gobierno.


Ninguno de los discursos explicativos dados en el parlamento el otro día afrontaba la realidad del problema. Los enfrentamientos, en cambio, sí permitían ver perfectamente quiénes se sentían agredidos por la medida: las autonomías que no están dispuestas a moderar su gasto, como revela de nuevo la comparecencia ayer de Salgado.

La situación económica ya no permite la promesa retórica porque afecta a la credibilidad exterior y al incumplimiento de lo pactado, algo que a efectos internos no les preocupa a los incumplidores. El problema del endeudamiento no es el endeudamiento en sí, sino lo poco que se ha logrado con ello, es decir, lo mal que se han gestionado nuestras inversiones en la transformación del país. No hemos conseguido tener un país con una economía sólida, un país con empleo de calidad y capacidad productiva y de exportación. Nos hemos estancado y recreado ante la efectividad de un modelo que nos permitía creer que podíamos dar ventaja a la tortuga y reírnos de la hormiga. Al final las fábulas contienen siempre una verdad que te cae sobre un pie. Nuestro maravilloso mundo de Ferrán Adriá y Arzak, de Nadal, de la estrella en la camiseta de la selección, de Fernando Alonso, de Madrid y Barça y sus clásicos del siglo, etc., es un mundo muy bonito, pero muy caro e ilusorio. Para que la economía de este país avance tenemos que traernos unos juegos Olímpicos, varias carreras de Fórmula 1, todo el Mundial de Motos, celebrar varías veces al año Sanfermines y Fallas, y que el Papa Benedicto XVI no venga solo a Madrid, sino que realice una gira por todos las comunidades autónomas. “El espectáculo debe continuar” debería incluirse, quizá en latín, en el escudo nacional. Es el futuro por el que hemos apostado. Hay algo peor que el clásico "pan y circo"; es que te tengas que ganar el pan con el circo. Al final acabas tú con los leones.
Las promesas y los sueños se parecen; ambos remiten al orden de lo irreal, pero son moneda corriente. Los políticos que hacen soñar a sus pueblos pueden ser buenos. Los que no quieren que se despierte, no. Promesas al cubo y un cubo para las promesas.

* "El gobierno llama a capítulo a las autonomías para atajar el déficit" El País 08/09/2011 http://www.elpais.com/articulo/economia/Gobierno/llama/capitulo/autonomias/atajar/deficit/elpepueco/20110908elpepueco_12/Tes


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.