sábado, 3 de septiembre de 2011

Las viejas dictaduras nunca mueren

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las sanciones europeas que acaban de aprobarse contra la Siria de Bashar al Assad incluyen dejar de comprarle petróleo. El 95% de sus exportaciones venía a Europa. Siria ya ha contestado: no hay problema, se lo vendemos a Rusia y China.
El papel que las “viejas dictaduras del proletariado” están desarrollando en la política internacional tendrá su factura histórica cuando pasen los años, quizá los meses. El ejemplo de la reacción de la nueva Libia a los que se mostraron partidarios de la ya casi “vieja Libia” de Gadafi, el casi-pasado, no hace escarmentar a las viejas guardias de las viejas dictaduras.
Rusia, caricatura de democracia, y China, caricatura de dictadura del proletariado, están jugando unos papeles nefastos en la liberación de los pueblos que buscan salir de la opresión política y de la pobreza. Estos gigantes siguen añorando una guerra fría que hacía que corrieran a refugiarse bajo sus alas los polluelos que no querían sufrir la "benevolencia" del imperialismo americano. Hoy Rusia y, sobre todo, China aspiran otra vez a ser potencias imperiales en un sentido nuevo o no tan nuevo.


China está comprando energía o influencia sobre ella para asegurarse que no se va a limitar su crecimiento mediante políticas que frenen su expansionismo. Ha aumentado de forma espectacular sus exportaciones con América Latina y otras regiones por las que se expande buscando huecos. Rusia y China están avanzando mediante la compra o la creación de empresas en países cuyos gobiernos buscan recibir inversiones de posibles aliados estratégicos. China compra bancos en Europa y energía en donde le dejan. El voto negativo de Ecuador junto a China y Rusia en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU para evitar condenar la represión de Siria muestra, como ya señalamos en su día, los nuevos alineamientos y favores. China y Rusia se cobran los favores económicos con favores políticos.

Cuando Siria se libre del tirano que la martiriza y lleva más de dos mil muertos más los desaparecidos incontables —¡que sea pronto!—, se acordará de Rusia y de China y de un señor que se llama Correa y vive y toca la guitarra en Ecuador. Después dirán que todo habrá sido una maniobra internacional para quedarse con el petróleo, que es la única y permanente respuesta con las que el falso progresismo encubre la cobardía de no condenar las dictaduras que le caen simpáticas o las que condenan los que no les caen simpáticos.
Si algo debemos aprender todos es que se han justificado muchas dictaduras con demasiadas excusas desde la comodidad de los salones y cafés mientras no se escuchaba la opinión de los que las padecían en sus carnes. La causa de las libertades o es solidaria con el dolor ajeno o no es más que demagogia. Las dictaduras son dictaduras; los muertos, muertos; y los desaparecidos, desaparecidos. Se repite mucho, pero se practica poco.
China y Rusia siguen siendo dictaduras y actúan como tales. En lo nacional y en lo internacional donde se les deja. Comprar el petróleo a Siria en una situación de embargo es prolongar el dolor de los sirios, su sufrimiento y cargar en la conciencia a cada uno de los muertos, torturados y desaparecidos bajo este régimen criminal que bombardea sus ciudades por tierra, mar y aire literalmente.

Cuando solicitamos su dinero para que inviertan, saneen o rescaten nuestras arcas, nos hacemos cómplices del origen de sus riquezas. China tiene hoy, según su propio presidente, un problema grave con la corrupción, una corrupción que hace que un país que se dice socialista tenga el mayor número de multimillonarios nuevos cada año según la lista Forbes. El presidente ruso prefiere no hablar del tema.
La forma de moverse por la política internacional apuntalando las dictaduras y los derramamientos de sangre es un error. No han aprendido del coste que esto ha tenido para Occidente. Los intereses económicos generan malsanas relaciones cuando se muestran ciegas ante el sufrimiento de los pueblos. La nueva política internacional debe ser exigente con el respeto de los derechos humanos y no ser condescendiente con los que los vulneran.
Los ciudadanos debemos ser conscientes de nuestro papel y de nuestra responsabilidad y exigir que nuestros gobiernos apoyen causas de las que no debamos avergonzarnos después. Lo señalamos ya con la vergüenza de descubrir que España había vendido, pocos días antes de que entrara en vigor la prohibición internacional, “bombas de racimo” al régimen de Gadafi, armas que ha empleado contra su pueblo. Es una gran ventaja que podamos hacer llegar nuestra protesta a los gobernantes si nos hacen incurrir en este tipo de vergüenzas nacionales. Ventajas de la democracia que no siempre aprovechamos. A los chinos o rusos no les preguntan qué opinan de apoyar al régimen sirio. Tampoco les preguntan muchas otras cosas.



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