jueves, 15 de septiembre de 2011

El todo y las partes

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En los últimos tiempos, los malvados de las historias son las agencias de evaluación. Standar & Poor’s, Moody`s y Fitch son los tres mosqueteros del chivatazo, los tres metomentodo del cotilleo, los aguafiestas que van a tu papá a decirle que no has hecho los deberes y te han castigado en el cole. Como institución repelente, como ese niño cursi y redicho que va señalando con su dedo acusica a los demás de la clase cuando regresa el profe, las agencias te dejan con el culo del incumplimiento al aire. Puede que el niño acusica y repelente sea odioso, sí, pero tú no has hecho los deberes.
A veces, cuando los europeos se enfadan, en mitad de calentón de boca, de una rabieta, piden y amenazan con que haya más agencias. Pero si hubiera muchas agencias de evaluación tendrían que crearse nuevas agencias de evaluación para evaluarlas. Esto no es un trabalenguas como lo del cielo y el enladrillamiento, sino una cuestión de pura lógica. Las agencias no son el problema en sí.
Y ahora están con la lupa, con las gafas de cerca viendo lo que antes miraban con las de lejos: España. Ahora descienden al detalle fino autonómico* y lo que ven de cerca es lo mismo que veían de lejos: que España no produce lo que debe y si no se produce no se paga lo que se adeuda y si esto ocurre, señores inversores, mucho ojo con dónde ponen el dinerito. Consecuencia: nueva degradación de nuestras perspectivas de solvencia, aumento del diferencial, etc., etc.

Cada vez se hace más evidente que tenemos un grave problema con la situación autonómica en diversos niveles, esencialmente los políticos y económicos.  El estado que se ha ido configurando con el paso de los años ha ido acumulando imperfecciones, asentado defectos,  en vez de avanzar hacia su depuración y mejora. Esto no podía ser de otra manera dado nuestro mapa político y nuestro mapa autonómico. El mapa político surge del reparto bipartidista trufado por los nacionalistas y autonomistas fuertes, que controlan sus parcelas. El mapa autonómico es el de las transferencias, es decir, el de un equilibrio precario entre lo que pueden hacer las partes autónomas y lo que puede hacer el todo nacional. Esto significa que hay decisiones que competen a unos y a otros, por un lado, y que esas decisiones son difíciles de coordinar porque puede existir una gran discordancia de pareceres entre las partes del conjunto. El Estado es débil y eso nos hace débiles a todos porque el Estado es lo que se ve fuera, y no los feudos.
En los últimos años se ha puesto sobre la mesa el problema varias veces. Pero rápidamente se entierra porque los partidos nacionales no pueden discutir porque se ha creado una forma de hacer política basada en la trifulca y la descalificación excesiva del contrario.

La demagogia es un mal fondo para poder analizar problemas del Estado. Cuando los partidos nacionales tienen la tentación de debatir alguna cuestión, los partidos nacionalistas se irritan porque presuponen —y probablemente con razón— que se trama algo contra ellos. Cuando piensan que algo así puede estar pasando, recurren al argumento del agravio y amenazan, como hace unos días, con romper el tablero constitucional o volver a las barricadas de la autodeterminación. Deseosos de que se produzcan siempre mayorías débiles, los partidos nacionalistas saben que es en ese escenario en donde son más necesarios para acuerdos parciales o pactos de los que viven obteniendo más ventajas que con mayorías absolutas de los partidos nacionales. Por el contrario, los pocos momentos en que se han producido mayorías absolutas son los de recortar las diferencias que las mayorías débiles han causado. En España, a la contra de las teorías de la mayoría de los estados, se ha hecho muy mala prensa de las mayorías absolutas y probablemente este sea el origen. Los pactos permanentes, además, acostumbran a los políticos a que las cosas se hacen en un despacho y es práctica habitual que unos partidos exijan a otros la confesión de las concesiones y prebendas que les ha supuesto conseguir los votos necesarios para sacar adelante un presupuesto o cualquier otra cosa.



No es fácil hacer política así, especialmente política eficaz. Pero es lo que sale de las urnas en muchas ocasiones: situaciones de debilidad que favorecen los pactos y componendas por encima de los programas. Los programas deberían ser, por definición, compromisos claros; los pactos son, por necesidad, obscuros y contranaturales. Y, sobre todo, caros. Vete a explicarle a Europa que no consigues reducir el gasto porque no te hacen ni caso las Autonomías. Hay estado federales en Europa que han logrado hacer una política coherente; nosotros no.
Se pierde mucha energía y dinero con estas políticas. Las autonomías resultan muy caras, nos dicen, y es ese gasto incontrolado el que han recogido las agencias de evaluación. La elevada deuda autonómica es un lastre importante porque el estado central, que es visto como una especie de potencia colonial —ese “Madrid” despectivo del que vienen todos los males—, no consigue hacer carrera de los “mini-yo” autonómicos, y eso incluye ayuntamientos como el de Madrid, por ejemplo, con una gigantesca deuda.



Este problema se ha acrecentado cuando se está hablando hoy de una política económica, fiscal, unitaria europea para afrontar los problemas, siendo uno de los más graves el descontrol de las partes, especialmente de aquellas cuyo gasto desenfrenado no se puede controlar, como es el caso de Grecia, Portugal, Italia o nosotros mismos. Si Europa adolece de fuerza por la falta de cohesión entre los estados, en nuestra escala, España está aquejada del mismo mal. De ahí el intento de inscribir en la Constitución el nivel de endeudamiento permitido para evitar esa falta de compromiso autonómico en la resolución de los problemas que nos exigen desde fuera. Los mercados nos exigen solvencia, pero nosotros debemos exigirnos coherencia, que es lo mismo que nos pide Europa. A ellos, a los mercados  o inversores, les importa un bledo cómo lleguemos a ella. A nosotros, en cambio, nos importa mucho porque nos jugamos nuestra propia forma como estado, nuestra convivencia y, en resumidas cuentas, nuestro futuro en todos los órdenes. Que sea la crisis económica la que haga aflorar nuestra crisis política de fondo no es más que la constatación de que los verdaderos problemas (los que nos traen los demás problemas) no se afrontan como deben ni en donde deben. Necesitamos afrontar nuestros problemas de forma clara, honesta y leal de una vez por todas. Saldremos ganando todos.

* “Fitch rebaja la nota de solvencia a cinco comunidades”  El País 14/09/2011 http://www.elpais.com/articulo/economia/Fitch/rebaja/nota/solvencia/comunidades/elpepueco/20110914elpepueco_4/Tes



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.