jueves, 29 de septiembre de 2011

El peor crimen es el silencio: La muerte de @NenaDLaredo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las muertes terribles de dos periodistas primero, Marcela Yarce  Viveros y Rocío González, y de una tercera hace unos días en México nos traen de nuevo la sangrienta realidad de un país en el que informar es una actividad altamente peligrosa.
@NenaDLaredo era el alias de María Elizabeth Macías Castro, asesinada el 24 de septiembre, redactora jefe del periódico Primera Hora, de Nuevo Laredo, ciudad fronteriza con los Estados Unidos. Macías Castro mantenía los foros abiertos para que los ciudadanos pudieran denunciar las actividades delictivas y sacar a la luz la triste y trágica realidad de un México sometido al terror del crimen organizado. "Seguimos denunciado gracias por sus reportes" fue su último mensaje antes de aparecer muerta, decapitada.
Ser periodista en México no es como serlo en otros sitios, en los que puedes informar cómodamente, tienes libertad para decir lo que piensas y lo más que puedes perder es el favor de algún político molesto. En México, el periodista escucha dentro de sí una voz permanente que le dice que se ocupe de los amores de actores y actrices, de los goles del domingo o de cantar las excelencias gastronómicas, que se ocupe de cualquier cosa menos de lo que tiene delante, de lo que ve y escucha cada día.

La periodista asesinada María Elizabeth Macías Castro
 El "Seguimos denunciado gracias por sus reportes" de María Elizabeth Macías Castro debería inscribirse en placas doradas en todas las Facultades y escuelas de Periodismo del mundo para hacer ver que ser periodista no es un trabajo como otro cualquiera, que exige el desarrollo de una conciencia individual para poder mantener viva la colectiva.

La exposición de los periodistas a los peligros de informar es el riesgo que se asume con esta profesión cuya grandeza está en la defensa de los derechos de los demás. Los miles de integrantes de las redes que la periodista asesinada gestionaba confiaban en ella como profesional y confiaban en ella como voz de sus denuncias. El "seguimos denunciado gracias por sus reportes" nos muestra las dos partes del compromiso periodístico: con su profesión y con sus lectores. Y solo se puede mantener ese doble compromiso como un acto de ciudadanía, como una firme creencia en el valor de la denuncia como conciencia civil.
Con la denuncia se mantiene vivo el espíritu que reconoce la diferencia entre lo que está bien y el mal intolerable. Cuando se renuncia a denunciar se renuncia a toda una larga cadena de sentimientos, valores y derechos. Cuando se deja de denunciar, se renuncia a uno mismo. Por eso la voz de la denuncia que la periodista asumió, es la voz reunificada del sentimiento de no ceder ante una presión infame que no busca solo el terror sino la anulación de las personas consumidas en su miedo. La voz de la denuncia es el resquicio último que le queda al ciudadano ante un estado inoperante y tardío, incapaz de frenar una situación que se ha convertido en parte de la realidad mexicana.


El crimen ha creado su propio México, un anti-México paralelo que se va tragando al México positivo de las gentes de bien. Y se lo traga mordiendo antes con saña en las partes que se le resisten: la prensa, la policía, los jueces, los políticos… que se niegan a entregar su ideak de un México democrático y en paz, de un país de Libertad y de Ley.
Cada día mueren periodistas en muchas partes del mundo. La mayor parte suele ser en situaciones de guerra, en conflictos entre dos bandos, nacionales o internacionales. En México no existe una guerra entre dos bandos; existe un enfrentamiento entre un mundo civilizado, integrado por la idea de derechos humanos, de justicia y libertad, y un mundo que lo niega y cuya finalidad es el triunfo de una sinrazón basada en la fuerza y el terror. En México no hay dos versiones, no es necesaria la equidistancia, no más que la que hay entre la muerte y la vida.
Los periodistas mueren en México porque escuchan y dicen. Escuchan a una ciudadanía que se resiste a la sinrazón, a dejarse secuestrar por el miedo y el mero deseo de sobrevivir, y dicen para hacer ver a los que todavía creen en un México civilizado, que ese mundo es posible y no están solos.
Cuando hablamos de “opinión pública” olvidamos muchas veces que esa fórmula retórica esconde una voluntad conjunta de dotarse de unos valores comunes. La opinión pública es el lugar de encuentro de voluntades y valores, el punto de confluencia en el que lo que deseamos se identifica como propuesta colectiva. Los periodistas contribuyen a su configuración, articulación y mantenimiento. Una sociedad en silencio es una sociedad muerta civilmente.
El último mensaje de María Elizabeth Macías Castro usa el “nosotros” implícito en el  “seguimos” porque era consciente que con esa pluralidad se ofrecía la garantía de la continuidad y la fuerza del conjunto social. El “seguimos” es un compromiso de los profesionales, de la profesión misma, con el ciudadano que denuncia. Sigan denunciando y seguiremos dándoles voz, quiere decirnos su mensaje, para que cada día ese coro que reclama justicia y paz sea más grande y logre silenciar a aquellos que matando al periodista y diseminando cruelmente su cuerpo pretenden que en México exista un gigantesco silencio impune.
El lema “El peor crimen es el silencio” es el que los periodistas mexicanos han elegido para mostrar su determinación de seguir informando. Junto al cadáver decapitado de la periodista Macías Castro apareció un infamante cartel dando cuenta de su “castigo” por hablar y dejar que otros hablaran con sus denuncias en los foros. ¡Ingenuos asesinos que creen que la palabra se corta con la misma eficacia criminal con la que cortan cabezas! Cada vez que reducen el número, aumenta la semilla y se condensa el valor en el resto. Cuando matan a un periodista, quieren acabar con algo más que con la persona. Cuando un periodista muere, todos perdemos una parte de nuestra voz. Afortunadamente son muchas y claras.


El infame mensaje dejado junto al cadáver de la periodista


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