domingo, 7 de agosto de 2011

Un libro: Sociología de las tendencias, de Guillaume Erner

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Guillaume Erner es un sociólogo especializado en el consumo, profesor e investigador de diversos grupos que trabajan en este terreno. El análisis de la “tendencias” se ha convertido en uno de los campos preferentes de la Sociología en los últimos años. La explicación de por qué oscila entre el interés por los fenómenos y los intereses económicos que hay detrás. Comprender el funcionamiento de las tendencias se ha convertido en una forma de previsión de inversiones y, sobre todo, en la preparación del futuro. El sentido de “preparación” lo utilizamos aquí en el doble sentido de estar preparados y de preparar, es decir, dibujar los escenarios futuros. Uno de los problemas que se plantean en la obra es precisamente el de las profecías autocumplidas, el hecho de que señalar el camino del futuro lo esté, de hecho, creando.
El concepto de “tendencia” es lo que trata Erner de establecer a lo largo de su obra, que tiene una clara intención didáctica y crítica, en lo que supone la revisión de las distintas teorías que se han enfrentado en la sociología a esta idea durante los dos últimos siglos. Por las páginas del libro pasan resumidas claramente las teorías, en lo que afecta al concepto, de Tocqueville, Simmel, Barthes, Bourdieu, Baudrillard, Tarde, Merton, Veblen, Keynes, etc.  En última instancia hablar de “tendencias” es hablar de cómo se forman la corrientes que configuran nuestros actos individuales enmarcados en los contextos sociales. La “tendencia” es el elemento subyacente que configura el acto individual para convertirlo en parte del colectivo. En este sentido, no es algo privativo de los fenómenos de la “moda”, donde parecen muchas veces circunscritos, sino que afectan a la totalidad de las manifestaciones que tienen una dimensión social.

 
El repaso de las teorías y conceptos que Erner realiza trata de salvar el principio que se cuestiona en el concepto mismo de tendencia, el de la libertad de elección, porque si, en efecto, el acto individual resulta ser una mera tesela en el mosaico colectivo, se estaría dando cumplimiento a una ley superior. Si lo que hacemos responde, aun sin saberlo, a una tendencia general, no somos más que una manifestación de un principio ordenador, de un patrón. De esta preocupación general, de esta relación entre lo individual y lo colectivo, surge el análisis de dos conceptos vinculados directamente con la idea de tendencia: “influencia” y “mimetismo”. Ambos son esenciales para establecer las formaciones de las corrientes sociales. ¿Somos influidos desde fuera o imitamos lo que otros hacen por instinto? Quizá las dos cosas no estén tan separadas ni sean excluyentes.

Guillaume Erner, el autor
La preocupación por las tendencias en el ámbito social —la misma que alienta el nacimiento de la sociología— es característica de la Modernidad. En lo político, en lo artístico y en lo económico se producen fenómenos colectivos abiertos por el consumo o la participación. La preocupación de los psicólogos sociales —como Gustavo Lebon en el XIX— por el comportamiento de las “masas” es revelador del temor y del deseo de dirección que existe frente a las nuevas colectividades que han surgido por la creación de las modernas urbes, fruto de la industrialización, y del nuevo fenómeno de la formación de la “opinión pública” gracias a los incipientes medios de comunicación, inicialmente la prensa y posteriormente el cine, la radio y la televisión, verdaderos creadores de tendencias a través de la exposición a millones de personas.
El fenómeno es de una gran complejidad y sigue abierto en sus teorización y estudio tras la aparición de espacios interactivos como las “redes sociales” en las que se configuran hoy las tendencias de todo tipo. Las campañas para la promoción comercial o política buscan su presencia en las redes y tratan de anticipar la forma de captar primero el interés y después la adhesión hasta constituir una tendencia, una forma inducida de respuesta conjunta.
De los múltiples casos que Guillaume Erner presenta para ejemplificar las teorías —desde la elección de los nombres propios en las generaciones al diseño de los coches—, nos parece actual mostrar la revisión que hace de las teorías de John Maynard Keynes y el modelo de decisión bursátil denominado del “concurso de belleza”. Keynes había realizado un modelo de decisión sobre el siguiente supuesto: se les da a diversas personas una serie de fotografías de las candidatas a un concurso de belleza y no se les pide que voten a las que les parecen más atractivas a ellos, sino a aquellas que piensan que les parecerán más atractivas a los otros. Con este simple ejercicio mental, Keynes dejaba al descubierto el modo de funcionamiento de los mecanismos de elección económica: no se trata de lo que uno prefiera, sino de lo que los demás prefieran. Pienso en términos de tendencia y no de gusto privado. Se establece así un mecanismo que actúa en tres grados o niveles: mi gusto (1º), el que atribuyo a los demás (2º), e incluso el que pienso que los demás van a pensar que los demás piensan (3º). En términos de elección de un atajo de carretera sería: por dónde voy mejor (1º), si todos piensan lo mismo, se colapsará (2º); y si todos piensan que se colapsará, no irán e iré yo solo (3º). Escribe Erner, resumiendo la conclusión de Keynes:

Esta parábola keynesiana contradice el sentido común según el cual, en bolsa, hay que invertir en las empresas con mejores resultados. En absoluto, replica el economista: frente al curso de la bolsa, tanto el sabio como el ignorante se hallan en igualdad de condiciones; no saben nada o casi nada. La buena solución no se encuentra en ellos sino en la representación que se hacen de las opiniones de los demás. “Sabiendo que nuestro propio juicio individual carece de valor, nos esforzamos en remitirnos al juicio del resto del mundo […] Así pues, intentamos acomodarnos al comportamiento de la mayoría o de la media. El que vence en este pequeño juego es, evidentemente, el que adivina lo que la gente va a hacer.” El concurso de belleza nos muestra que es preferible estar equivocado con las convenciones a intentar vanamente tener razón contra ellas. (102-103)

No se trata, pues, de tener razón, sino de saber qué va a hacer el conjunto, cuál es la tendencia. La cuestión está en cómo organizarlas o preverlas, según el caso y el campo en el que se trate. Muchos han descubierto que es más fácil influir sobre el futuro que adivinarlo. Y trabajan sobre ello. Quizá recuerden esa magnífica película que es Origen (Christopher Nolan 2010). No se trata de convencer a alguien de una idea: se trata de que alguien esté convencido de que la idea que metemos en su cabeza se le ha ocurrido a él. La parábola de Origen sirve muy bien para representar las formas actuales de manipulación y su sutileza.

 
La obra de Erner es muy sugerente y amena. Se echa de menos una mayor profundización en los conceptos, pero eso hubiera dado lugar a una obra distinta.  La elección de esta es ser un compendio crítico, una revisión de la viabilidad de las teorías seleccionadas, el trazado de un territorio que será de gran utilidad al que quiera ir a profundizar en las ideas expuestas en busca de mayores detalles.

* Guillaume Erner (2010): Sociología de las tendencias. Gustavo Gili, Barcelona. 127 pp. ISBN: 978-84-252-2364-8


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