sábado, 13 de agosto de 2011

Lo primero es la democracia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El diario egipcio Al-Masry A-Youm publicó ayer un artículo de Dina Khayat, bajo el título “Politics or economy first?”*, en el que plantea una comparación inicial, al hilo de su conversación con un ex funcionario checo, sobre al apoyo económico actual al mundo árabe y el apoyo que Occidente pudo dar en su momento a los países del Este de Europa en su salida del sistema comunista hacia las formas de política y mercado actuales.
Aunque exista un apoyo moral y político, Kahyat señala que Occidente no está en condiciones de apoyar económicamente de la misma forma a Egipto (y a otros países árabes en proceso de transición) debido a la crisis económica actual. Ante esta situación, se plantea: “What comes first, democracy or economic prosperity?”. Una vez más —ya tratamos esta cuestión al comienzo de la revolución egipcia—, la cuestión se plantea de forma equívoca.
La cuestión no es “bienestar” o “democracia”, que no es más que una versión economicista del viejo problema de “seguridad” o “libertad” en términos políticos.
No deja de ser sorprendente que se siga planteando esta dicotomía falsa en el debate cotidiano de la opinión pública por el efecto perverso que tiene. Este debate no tiene sentido, porque existen dictaduras que funcionan bien económicamente y democracias que pasan por crisis económicas. La democracia no consiste en el bienestar económico de la misma forma que la economía no es la base de la libertad, como defendió el pensamiento neoliberal. De hecho, muchos eligieron el camino del bienestar económico sacrificando sus libertades y las de las generaciones siguientes a las que no les dieron más opción que la sublevación y la revolución.


Es este planteamiento —el de que es preferible que la economía vaya bien a un buen sistema de libertades—el que justifica las dictaduras y las perdidas consecuentes de libertad, con el sufrimiento que provocan. Según este planteamiento, no habría excusa para derribar dictadores que permitieran vivir de forma holgada a los ciudadanos. Y ese suele ser su argumento más socorrido.
Lo que se soslaya es el hecho más frecuente de que las dictaduras suelen imponer una serie de condicionamientos económicos para su funcionamiento: una clase corrupta que se beneficia fabulosamente del beneficio mínimo del resto. Para los que hacen negocios con ellos, siempre les sirve como subterfugio: “hacemos negocios con los dictadores, pagamos a funcionarios corruptos, porque una migas llegan al pueblo ya sea en puestos de trabajo mal pagados o en introducción del consumo variado”. Es una forma curiosa de hacer libre a la gente vendiéndole cosas o haciendo que las fabrique a bajo precio para ti. Quizá se trate de protegerles de un empacho de libertad.
Esto no solo no trae grandes mejoras, sino que suele aumentar los casos de corrupción porque la hace más atractiva por rentable. Cuanto más aumenta el comercio sin control, bajo autoridades e instituciones corruptas, más aumentan los funcionarios corruptos porque hay más pastel, cosa que saben los que tienen tratos con países sin libertades.


Al funcionario checo se le olvido comentar a Dina Khayat que las mafias oficiales que habían crecido en esos países al hilo de la corrupción generalizada, se convirtieron en los prósperos hombres de negocios que hoy tienen su villas en muchas costas mediterráneas, incluidas las españolas, y cuantiosas cuentas en paraísos fiscales de todo el mundo; se le olvido señalar que esos países tienen hoy oficialmente libre mercado pero que eso no significa mucho más bienestar para sus pueblos porque la riqueza se pierde por las vías corruptas de la administración y las empresas.
Plantearse la precedencia de lo económico frente a lo político cuando sales, como ocurre en los países árabes —Egipto, Túnez, Libia…—, de regímenes caracterizados por el control corrupto de las instituciones a cargo de familias, grupos y allegados que manejan y se reparten partes inmensas de la riqueza nacional, de su comercio interior y exterior, con porcentajes de todo lo que se paga o cobra, no deja de ser una ilusión. Una de las acusaciones contra Mubarak ha sido el negocio fraudulento del gas con Israel. Hubo otro igualmente denunciado por las placas de las matrículas con una empresa alemana. No son más que pequeñas amebas nadando en la gran piscina de la corrupción institucional y personal. Solo con recuperar lo que los corruptos han atesorado, ya recibirían más que lo que Occidente les pudiera dar. En eso han de trabajar, en recuperar lo robado antes que se pierda por las cuentas bancarias oscuras de los bancos occidentales.
Si un país no se libra primero de la corrupción política nunca podrá disfrutar de un bienestar económico real porque esa misma corrupción lastrará su crecimiento ralentizándolo u orientando sus necesidades reales hacia aquellas que le supongan mayor provecho. Si no se libra antes de la corrupción, tampoco tendrá unas libertades políticas reales porque los poderosos, como ocurrió también en Egipto, han comprado los votos con favores o dinero. Podemos leer a Naguib Mahfuz, sin ir más lejos para documentarnos.
No se puede nadar ni en una piscina llena de tiburones. O los sacas antes del agua, o te quedarás sin piernas. Poner a trabajar a los tiburones de socorristas no suele ser una buena solución. Les puede el instinto.

* Dina Kahyat: Politics or Economics first? Al-Masry Al-Youm 12/08/2011 http://www.almasryalyoum.com/en/node/485740



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.