viernes, 12 de agosto de 2011

La mano que lanza la piedra

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Euronews nos muestra en uno de sus reportajes de hoy a unos cuantos jóvenes saqueadores británicos encapuchados.
Comentan que se han llevado televisores de plasma, videoconsolas y otros objetos de las tiendas asaltadas. El periodista pregunta a uno de ellos si no ha tenido problemas de conciencia, si ha podido conciliar el sueño esa noche. El joven comenta que sí, que se quedó dormido viendo la televisión que había robado.
La historia tiene algo de fábula y, de no ser por su espontaneidad, nos parecería escrita por un buen guionista de la mejor época de la comedia de Hollywood. Al igual que las penas con pan son menos penas, los robos con botín traen menos remordimientos. El auténtico castigo es el que llega con el fracaso, pero ¿de qué hay que arrepentirse si se tiene éxito? Lo que estamos viendo es la reducción de la moral a la cuestión de si se tiene éxito o se fracasa. No hay otra.

Desde ese planteamiento primero, la única cuestión que se cuestiona es la de la “eficacia” o, si se prefiere, la de “excelencia”. El joven tenía un “objetivo” y lo ha conseguido. ¿Dónde está el problema? El éxito es conseguirlo y el fracaso no hacerlo o que te pillen. Son las únicas variables objetivas del asunto. Lo demás, para el que se lo quiera plantear. El "beneficismo" es el equivalente del esteticismo: el beneficio por el beneficio. Parafraseando a Oscar Wilde: no hay robos buenos o malos, solo beneficios mayores o menores.
Los sucesos de Reino Unido son el reflejo de un tipo de moralidad autocomplaciente que desciende desde el éxito que se justifica por el éxito, hasta llegar al robo que se justifica por el botín. Habrá algunos que consideren, y no voy a discutirlo, que esto ha existido siempre. Pero pongo el énfasis en la naturalidad del asunto, en la obviedad con que se cuenta y se vive. Con razonamientos como estos, la idea de reeducación no es necesaria. David Cameron ha abierto ya varias vías de fuerza, pero no van a servir de mucho. Solo para hacer más “competitivo” el asunto.
En el magnífico documental sobre la crisis financiera del año 2008, “Inside Job” (2010), hay un momento en el que se reproducen imágenes de los interrogatorios de los banqueros y especuladores responsables del desastre económico y de la ruina de cientos de miles de familias. Uno de los congresistas, visiblemente enfadado, le grita a uno de los banqueros llevados ante la Comisión: “¡En mi distrito hay decenas de personas en la cárcel por haber robado en sus bancos y todas dicen «¡lo siento, lo siento!»! ¿Por qué tengo que hacerles caso a ustedes ahora cuando dicen «¡lo siento!»?»
La violencia de estos días debe ser condenada sin ningún tipo de reparos. Pero esto debe llevar también el asumir el fracaso del modelo o, para algunos, el éxito del modelo implícito en el problema. Igual que se condena la violencia debe existir una conciencia clara del origen de los hechos: el abandono de comunidades enteras convirtiéndolas en focos de degradación. Si el trabajo no llega hasta allí y tampoco los programas de ayuda para paliar los efectos del desempleo, el resultado está claro. A los que se trata como a delincuentes acaban siéndolo. Es el principio más viejo de la educación. Y no es solo un problema de recursos; es un problema sobre cómo consideramos a los demás, cómo los hacemos sentirse dentro de la comunidad. Nada transmite más desprecio que una mirada. Se aprende que te consideran basura y comienzas a comportarte como basura. Es el principio.
Curiosamente, la imagen que más se ha visto y ha llamado la atención es la de cómo le sustraen con toda naturalidad, ante la indiferencia de todos los que le rodean, objetos de una mochila a un joven que había sido herido. No lo entiendo. Es una escena que se repite por miles en nuestras escuelas y en las de medio mundo todos los días. Es el resultado de la indiferencia, el abuso y la impunidad. La suma de todo esto es lo que trae estas escenas. El que haya casas ardiendo en los alrededores es circunstancial. El principio ya está asentado.
Las mentes calenturientas que comparan las revueltas de Reino Unido con las del mundo árabe, olvidan que tras un mismo acto puede haber muchos significados y causas. Lo importante es el origen de la ira y la justicia que eleva el brazo y lo carga. Nada que ver.

El joven que dormía viendo la televisión


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