sábado, 20 de agosto de 2011

Dos terrones de azúcar y doscientos golpes

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El sistema educativo sigue pensando que sus problemas son de autoridad. Hace unos años se decidió criminalizar a los estudiantes; ahora les toca a los profesores. En vez de ampliar los medios y reconocer los errores cometidos, se traspasan las responsabilidades hacia abajo en el sistema.
Hay dos tipos de estímulos en el entrenamiento de los animales. Los positivos, el terrón de azúcar que se le da al animal que hace algo bien, y los negativos, los golpes que se le aplican si actúa mal. Nuestro sistema sigue apostando por dos terrones y doscientos palos en los lomos del que no hace caso al amo.
Esta vez le toca el turno al profesorado. La noticia es la conversión de los directores de los centros en autoridades con competencias de sanciones leves para evitar, se nos dice, el fracaso escolar: "los directores podrán imponer sanciones a los docentes y el resto de trabajadores por faltas leves"*. Las autoridades educativas siguen ignorando su inmensa responsabilidad en el calamitoso estado de la educación en nuestro país —según todos los indicadores— y siguen apostando por el barato método de la sanción. Como ocurre con las carreteras, es más barato rebajar la velocidad que arreglar las curvas en mal estado. Incluso se le puede sacar ganancia al gasto inicial de la señal tras las primeras multas.

Primero se ha criminalizado a los alumnos y se convirtió a los educadores en “agentes de la autoridad” señalando que así se les dotaba de nuevas herramientas. Terrible decisión que convierte las aulas en un espacio de guerra urbana y administrativa obligando a los docentes a pervertir su relación con los alumnos. Ahora le toca ser criminalizado al profesorado. A quien se reviste de autoridad esta vez es a los directores de los centros a los que se les amplían sus funciones sancionadoras para que puedan meter en vereda directamente a los docentes, a los que se hace así responsables del fracaso escolar. Siempre podrán recurrir, claro. ¡Pues faltaría más!
Que se sancione a profesores y alumnos que lo requieran por sus hechos o incumplimientos es algo normal. Pero esto va más allá: es la consagración de la sanción como método de acción social, como forma de corrección de los desvíos de una situación que va empeorando por las graves carencias a las que se ve enfrentada por la desidia de los políticos responsables en los diferentes niveles. Ante la ausencia de ideas y presupuestos, la sanción es el método más barato y efectivo. Barato porque no cuesta nada aplicarlo y efectivo porque refuerza verticalmente la jerarquía e impide cualquier tipo de actitud contestaría en un momento en el que probablemente se acumulen las protestas. Los recortes futuros así lo hacen augurar. Dar más potestades a los directores contra el absentismo es una forma de disolver huelgas y protestas contra las futuras acciones de nuestros políticos.

Hay que decirlo una vez más: los problemas de la educación no son problemas de autoridad y no son esas las soluciones, a menos que se apueste por una sociedad policial y de esclavos. Los problemas derivan de la pérdida de valor del sistema educativo, denigrado por una parte de la sociedad como el “pelotón de los torpes”, los que no saben hacer otra cosa; las medidas políticas erróneas por haber convertido la educación en un campo de batalla político e ideológico, y la falta de recursos para afrontar los nuevos retos de la sociedad. Ninguno de esos problemas se arregla con sanciones. No es un problema de autoridad, sino de crear las condiciones necesarias —económicas, éticas e integradoras— para que la educación sea efectiva en sus fines de maduración y aprendizaje. La autoridad puede traer un ficticio "orden", pero lo que hay que encontrar y solucionar son los motivos que hacen necesaria la aplicación de la autoridad. 
El discurso patético de David Cameron tras los incidentes de Reino Unido exigiendo responsabilidades a las escuelas por su fracaso, se traslada aquí. Cameron, al igual que nuestros políticos, deberían saber que los problemas educativos son problemas de fondo, que afectan a generaciones y se tarda generaciones en corregir y ver los resultados. Lo que padecemos hoy es el fruto de varias décadas de malos planteamientos y contemplación errónea del problema. No hay sector más sensible que este. Todos, absolutamente todos, tenemos que pasar por él. El estado del sistema educativo es el mejor reflejo del compromiso de un país con su futuro. El sistema educativo falla cuando los responsables dejan de pensar en el futuro y se centran en el dañino cortoplacismo. La educación es puro futuro, futuro social. La carencia de ese modelo se refleja en el caos educativo. El centrarse solo en las cuentas y no en lo que representan hace mucho daño, al presente y al futuro.



Lo más gracioso del caso es que nuestros políticos han declarado que con estas medidas sancionadoras, los centros ganan en autonomía y se satisface una demanda deseada desde hace tiempo. Sanciónese usted mismo. Deben tener las manos como los chorros del oro de tanto lavarlas. Ya solo falta convertir en juzgados de primera instancia los institutos y colegios. No va a servir más que para crear más conflictividad entre el profesorado y reforzar la ausencia de críticas a un sistema que se las merece.

* “Los directores ganan autoridad para sancionar a los profesores” El País 20/08/2011 http://www.elpais.com/articulo/sociedad/directores/ganan/autoridad/sancionar/profesores/elpepisoc/20110820elpepisoc_7/Tes



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