sábado, 6 de agosto de 2011

Cuando la culpa la tiene el consumo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hemos descubierto que los males de la economía española vienen de que la gente no consume, que es como echarle la culpa al buen tiempo de que los ciudadanos no se compren abrigos de visón. Tras esto vendrá la teoría que dice que si se suben los impuestos la gente tendrá menos dinero, consumirá menos e iremos a peor. Ya sabemos: la culpa del consumo y los impuestos.
Habría que recordarle a los teóricos del ramo económico que no hay cosa que estimule más el consumo que un buen sueldo, que no hay nada que nos motive más a consumir que un empleo estable, y, finalmente, que lo que ya te lanza al consumo de cabeza es no tener hipotecas que pagar.
Hablamos siempre de la confianza de los mercados, de los inversores, pero nos olvidamos de la confianza de los consumidores. Tanto alabar a los emprendedores, fuerza motriz, pero si no se entra en las tiendas, si no se bebe una horchata, si no se compran bañadores, pongamos por caso, ya puedes ir cerrándolo todo. También los consumidores exigen confianza: en su sueldo, en su puesto de trabajo, en sus hipotecas. Y no la tienen, como ocurre con los inversores. Incluso podemos decir que no la tienen en los inversores. El mercado desconfía, pero también se desconfía del mercado.

Da pena ver a los vendedores en la puerta de las tiendas contemplando melancólicamente a la gente que pasea sin entrar en las tiendas, pero debería dar penar también la gente paseando y mirando escaparates sin poder entrar en la tienda. Nuestros economistas han olvidado que para que el dinero pase por las cajas registradoras, primero tiene que pasar por el bolsillo. Los teóricos de la optimización, de los recortes, de que lo que “lo que hacen tres, lo hagan dos y por el sueldo de uno”, deberían recordar que puede que el objetivo de toda empresa sea ganar dinero, sí, pero no todo el dinero.
La teoría que llevamos aplicando desde los años ochenta de mejor empleo precario y mal pagado que desempleo, a la larga se paga. Y se está haciendo generacionalmente, es decir, cuando se han ido jubilando las personas que tenían empleos estables y la sociedad se va cubriendo de empleos precarios y mal pagados, de “mileuristas” devaluados. Nos tomamos a broma eso del mileurismo, pero todo tiene un punto crítico. No se puede pretender no extender la riqueza que se crea y ese es el efecto en todas partes donde se ha aplicado esta política económica, los ricos más ricos y los pobres más pobres. Lo de la redistribución de la riqueza no es solo un problema de justicia social, sino también de reajuste social y económico. Hay que repartir para que todos puedan gastar. La otra solución es que los muy ricos estén todo el día gastando para compensar. Y me da la impresión que no están por la labor.
La idea de que vienen los turistas a hacer gasto y con eso contratas a un puñado más, que luego mandas en septiembre a los brazos del Estado, no funciona mucho tiempo. Entonces viene eso de “falla el consumo interno”. La gente ha empezado a recortar sus ahorros, las reservas. Ahorran porque no se fía, como tampoco se fían los bancos ahora, después de tantas alegrías, con los créditos. ¿Por qué echarle la culpa al consumo, al más débil? El consumo no arrancará porque no basta con inyectar dinero a las empresas, sino confianza a los consumidores, que no son más que esos mismos trabajadores inseguros gracias a las técnicas de optimización de recursos, por decirlo así.
Cuando las empresas despiden trabajadores, están despidiendo también consumidores. Puede que a las empresas les vaya bien y se reactiven. ¡Genial! Pero habrá otro puñado de personas que tengan que vivir con lo justo, que cada vez es más injusto, y da menos de sí. Esto se agrava cuando sobre un solo sueldo recae sostener a familias de despedidos de sus respectivas empresas.


Para que las empresas vayan bien, los consumidores deben ir bien. Y no se me ocurre pensar cómo se puede activar el consumo con cinco millones de parados y otros millones de mal empleados.
No nos olvidemos de que tras las cifras hay personas. Hablamos mucho de los “inversores” y muy poco de los consumidores, que no son más que las personas que tienen que recibir un sueldo para poder consumir. Habrá algún economista que responsabilice al Estado por no subir el subsidio de desempleo y que quede más dinero para reactivar la economía. Pero para eso habría que subir los impuestos. Y eso no les gusta a los inversores. Paradojas de la vida.

El descenso del ahorro
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.