miércoles, 18 de mayo de 2011

Los políticos se dirigen a los jóvenes

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Causa un poco de sonrojo escuchar las reacciones de los políticos ante las reclamaciones de los movimientos de jóvenes (y no tan jóvenes) indignados. Estamos en campaña y eso se nota. No los pueden ignorar, pero lo que escuchamos es indicativo de la naturaleza del problema. Les sale la vena paternalista y eso no contribuye nada a la mejora ni al entendimiento. Luego aparecen por allí los “sumadores profesionales”, los que se suman a todo, sostenedores de pancartas de amplia temática, que rondan por allí plenos de ánimo y jaleando. Unos y otros se acercan y pasan la mano por el lomo. Foto y a seguir con la campaña, que mañana hay que madrugar. Tenlos contentos, que estos nos revientan los mítines.


Da igual que lo que pidan sea más o menos concreto, que no se sepa muy bien qué es dentro de una batería de protestas de muy diverso tenor. Pero hablar con los políticos en campaña electoral solo es comparable a intentar hacerlo fuera de campaña. Han desarrollado, como los organismos, los anticuerpos de la protesta y se defiende como jabatos ante cualquier reclamación. Son políticos “ventanilla”, que abren unas horas al día, recogen las reclamaciones y cierran hasta el día siguiente. Y ya lo tramitarán.
Es sorprendente las cosas que dicen algunos. La única explicación es que, como los ven jóvenes, piensan que no tienen recuerdos, que no saben de dónde vienen los problemas. Pero esto no es de unos o de otros, sino de unos y de otros, que los ministros de economía han sido prácticamente intercambiables en los gobiernos de los últimos veinte años. Con ligeras variantes y discursos, todos han estado de acuerdo en el fondo y solo discrepaban en dónde ponerle la ramita de perejil al plato.


Este país renunció a la investigación y a la producción hace dos décadas en favor de unos modelos económicos, para entendernos, como el cebado de los pollos: crecimiento rápido, poco músculo y a la cazuela. Nuestro crecimiento, envidiado por el mundo entero según nos contaban al regreso de sus viajes, era el del pavo real extendiendo sus plumas para impresionar. Poco más. El modelo de salarios bajos para tener márgenes mayores solo se podía mantener mediante una receta terrible: inmigración masiva en ciertos sectores (agricultura, construcción, comercio)  y proletarización de los más jóvenes que, bajo la excusa de la formación, se incorporaban con un coste casi nulo y con cuentagotas al sistema productivo. Nos sobran los jóvenes, los formamos y los enviamos fuera para quitarnos el problema. [ver entrada] El problema que se da en los países que exportan sus jóvenes mejor capacitados porque no encuentran puestos de su nivel, lo estamos viviendo aquí. Es un indicador claro de que no necesitamos personas bien formadas, sino de menor cualificación. Eso explica en parte los abandonos escolares y la baja motivación. Unos abandonan los estudios y otros los acumulan intentando entrar en el mercado laboral. Nos hemos dirigido hacia el pasado.
Hay modelos económicos de salarios bajos y mucho empleo y hay modelos de poco empleo y salarios altos. España tiene lo peor de ambos modelos: salarios bajos y poco empleo. Al desempleo existente se suma la falta de calidad del empleo, con porcentajes de precariedad intolerables. Con salarios a la baja —el “mileurismo” del que se quejaban hace 10 años, ahora es casi un utopía para muchos— y precios al alza, la solución es más que complicada. Para competir bajamos los sueldos y para ganar subimos los precios. ¿Me lo pueden explicar? Al final haremos un país en el que solo puedan vivir los turistas. Nuestros sueldos no darán más que para botellones.


La crisis dramática se produce cuando los padres que trabajan para que los hijos gasten —no hay que bajar el consumo—, ya que no ingresan, son despedidos. Y cada vez son más las familias sin ningún empleado. Entonces, el “milagro español” se despeña ladera abajo, en cadena, ante la mirada atónita de los políticos españoles que dan por descontado que el mismo santo que los elevó, les dejará a salvo en alguna cornisa lejos del suelo. Como ocurre en otros países, tenemos una clase política de muy bajo perfil, semiprofesionalizada, poco imaginativa, con pocos deseos de criticar, que es la única forma de que aparezcan ideas y soluciones para los problemas. Les encanta la unanimidad y la adhesión. Defienden a sus jefes y sus decisiones hasta el límite porque se lo deben todo. Hay mucho político agradecido y poco comprometido con quien tiene que estarlo. Habrá honrosas excepciones, no lo dudo, pero los resultados globales son pobres, muy pobres. No son los ciudadanos los que eligen los políticos; se eligen entre ellos y luego nos ofrecen lo que hay. [ver entrada] Pasados los años este sistema se deteriora y ofrece, fruto de la endogamia, poca savia nueva.
Todos los organismos económicos habidos y por haber llevan años avisando de lo que iba a ocurrir en España si no se ponía remedio. Y fueron ignorados o ridiculizados por los políticos y los medios afines a cada uno. Avisaron de la vivienda, del desempleo, pero nosotros…, íbamos bien.
Por eso que unos digan que están con los jóvenes, otros que los entienden, etc. no deja de irritar porque la responsabilidad les alcanza a todos. Por temporadas, algunos lo habrán hecho mejor que otros, pero la responsabilidad del modelo es de todos por igual. Este país lleva mucho tiempo sin que nadie discrepe, con sus raciones de trágalas diarias: de trágalas educativos, trágalas económicos y trágalas culturales. Mucho tiempo con organizaciones empresariales, políticas, sindicales, educativas diciendo sí a todo y mirando para otro lado. Aceptamos difícilmente que nos equivocamos. Nuestros políticos nunca.
El problema es cómo salir de este embrollo, de estas cifras de paro, de ese indignante desempleo juvenil, del endeudamiento familiar alentado para estimular el consumo y de las hipotecas apoyando la burbuja inmobiliaria, de la bazofia “cultural”, de la España del “Chiqui-chiqui” y del “Gran Hermano”, de la España futbolera y del pinchito. Las cifras mejorarán un poco —se presenta como un éxito que el empleo se destruya a menor velocidad— y ya estaremos contentos y las campanas sonarán de nuevo. Pero está claro que España no soluciona su problema de paro ni en los mejores momentos económicos y que este es el reflejo de un modelo específico que hace agua, que no funciona. Un país tiene que poder ofrecer oportunidades a los que viven en él, mejores oportunidades cada día. En eso consiste hacer política. 
Esto es lo que hay que cambiar, lo que se pide, lo que no entienden. Pero el emperador y la corte entera están desnudos.
Hosni Mubarak les dijo a los egipcios en su último discurso que les entendía, que estaba con ellos, que él también fue joven.



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