sábado, 7 de mayo de 2011

Cómo llegar a tener siempre razón

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Hay gobernantes que además de tener el poder quieren tener la razón y la verdad. Poder decidir qué es verdad es una tentación muy frecuente en aquellos que tienen un concepto mesiánico del poder, en aquellos que consideran que en ellos se da todo lo que los pueblos necesitan para ser felices. Pero la “verdad” por la que luchan no es más que una proyección de su ego a todas las cosas, una prolongación de su ego totalitario.
El presidente ecuatoriano Rafael Correa continúa la senda de sus maestros y da nuevos pasos hacia su conversión en “líder supremo” a la iraní.* Los “líderes supremos” de la revolución iraní no tienen problemas con la verdad porque tienen contacto con dios, un dios que despacha cada día con ellos los asuntos urgentes. Algunas veces “dios” vive cerca y te dice “¡Oye, chico, yo soy dios y estoy para lo que necesites!” y tú te pones un post-it amarillo en la nevera que dice “recortar libertades / llamar a dios / urgente”. Los conflictos de Rafael Correa con la prensa no son nuevos. En 2009 los periodistas sacaron a la luz una grabación realizada en su despacho presidencial que alguien les facilitó y eso no le gustó nada. "El Gobierno obligó ayer a todas las televisiones del país a emitir un programa en el que criticó la cobertura de los medios privados, alegando que sólo destacan las noticias que les interesan", informa el diario venezolano El Nacional.** Su guerra con periodistas y medios les hace llamarles "sicarios de tinta", corruptos y otras lindezas.
En las democracias existen dos instituciones básicas en las que el hecho de que se pueda hablar con libertad es una garantía para todos: la justicia y la prensa. Cuando ambas instituciones se convierten en frustrantes recordatorios de que no eres dios, arremetes contra ellas como herejes, blasfemos y conspiradores. Sin embargo, la democracia vive de la posibilidad de la herejía y del error. Sin estas posibilidades, solo existe el fatalismo totalitario. Por eso, las formas de control político de jueces y periodistas no hacen nunca ningún favor a las democracias ni a los pueblos. Los gobernantes mesiánicos totalitarios jamás reconocen un error; todo lo más, acusan a los demás de no haber interpretado bien sus órdenes.
Prensa y jueces son los que deben poner en evidencia el carácter falible del sistema y de las personas. En un mundo perfecto no harían falta jueces, ni médicos ni ninguna otra institución que velara por corregir los errores. No habría enfermos, no habría delitos, todo sería perfectamente inmaculado. Pero no es así. El poder tiende a extralimitarse y, como cualquier otra institución, al error. Jueces y periodistas son las personas que dejan ver la existencia de los errores.
Por supuesto que ellos igualmente se pueden equivocar y, de hecho, lo hacen cada día, pero el sistema democrático se basa en la superposición de juicios, en la multiplicidad de ojos vigilantes para evitar que los errores vayan a más. Si suprimes o acallas a la oposición, a los jueces y a la prensa, no es que tengas razón, es que nadie te puede decir lo contrario. Te quedas tú solo cantando tus propias excelencias. Y a algunos les gusta.

Caricatura de Bonil

El argumento para acallar mediante la aprobación de prácticas restrictivas a todo aquel que te pueda decir que estás equivocado es profundamente antidemocrático y revela la vena totalitaria de aquellos que lo practican. No significa la prevalencia de la verdad, como predican, sino la instauración del reino de la mentira oficializada, que es otra cosa, un sistema de validación circular: es verdad porque yo lo digo y yo lo digo porque es verdad.
Por eso los periodistas se han echado a la calle en Ecuador para recordar al presidente Correa que su función es gobernar, pero que la suya es criticarle cuando sea necesario. Y que eso no es un delito sino una obligación. Cuantos más errores cometen los gobernantes, más acusaciones acumulan contra los que se las recuerdan. Una democracia sin posibilidades de corrección y aviso está condenada a vivir en una farsa. Como escribió Walter Lippman: “No puede haber libertad en una comunidad si carece de la información gracias a la cual poder detectar falsedades.”*** (53)
Es preocupante que el destino de muchos pueblos de Latinoamérica sea acabar dirigidos por políticos con aspiraciones de dictadores, que las víctimas sean siempre las libertades de sus pueblos. Sin independencia institucional, están condenados a recibir los fracasos y errores de sus gobernantes como triunfales discursos únicos. La libertad de expresión suele ser la primera víctima. La realidad mediática global actual, como se ha comprobado en el mundo árabe, hace inútiles y contraproducentes estas restricciones a las libertades de expresión. Tratar de acallar voces es síntoma de que has dejado de tener razones. Cuando las callas todas, entonces siempre tienes razón.

* “Correa celebra un referéndum que le permitirá controlar la justicia” El País 7/05/2011 http://www.elpais.com/articulo/internacional/Correa/celebra/referendum/le/permitira/controlar/justicia/elpepuint/20110507elpepiint_11/Tes

** "Periodistas se manifiestan en Ecxuador en pro de la libertad de expresión"  El Nacional Caracas 3/05/2011
http://el-nacional.com/www/site/p_contenido.php?q=nodo/204222/Mundo/Periodistas-se-manifiestan-en-Ecuador-en-pro-de-la-libertad-de-expresi%C3%B3n
*** Walter LIPPMAN (2011): Libertad y prensa, Tecnos, Madrid.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.