martes, 5 de abril de 2011

El uno por ciento y el Síndrome de Gatsby


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ha suscitado revuelo y me imagino que lo seguirá causando. Hasta el momento, existen 1.618 comentarios, de todo tipo, al artículo de Paul B Farrell en The Wall Street Journal *. Entre los comentadores, los hay que se ríen y los que creen que se queda corto. Lo que ha dicho Farrell es muy sencillo: las distancias entre el 1% de súper multimillonarios y el resto, el 99%, de la Humanidad está empezando a ser un problema para ambos. Pensamos que el problema está en el 99%, pero, tal como están las cosas, el 1% debería empezar a pensar un poquito en la situación. La “situación” es la “revolución”, tal como Farrell no tiene miedo en llamarla. “Revolución”, “depresión”, etc. son términos que hasta hace poco era de muy mal gusto usar en los medios o en las reuniones de buen tono con gente bien. La creencia en que la riqueza es un bien infinito y que no tiene efectos más que para el que la disfruta comienza a ser una ingenuidad a la vista de los acontecimientos mundiales.


Desde que cayó el Muro, el triunfo de la “economía única” se ha dado por hecho. Un neoliberalismo desatado que ha multiplicado sus efectos por la globalización se ha convertido en el pensamiento oficial. El capital se desplaza allí donde pueda obtener riqueza y se aleja de la pobreza aunque sea él quien la cause. La única obligación de la riqueza es crecer. Con la totalidad del mundo como tablero, allí donde hay una posibilidad de beneficio, allí se para una temporada. Después, busquemos mejores oportunidades.
Farrell avisa de que este mundo de los súper ricos vive feliz y despreocupado bajo un nuevo “síndrome de Gatsby”; están incapacitados para ver la depresión que se avecina por su propia satisfacción. Como los gatsbys de la época anterior al Crack del 29 y la depresión posterior, los que nos retrató Francis Scott Fitzgerald, los súper ricos viven felices fuera de los límites invisibles de la pobreza que causan.
El analista económico nos avisa de que es eso lo que ha ocurrido en los países árabes donde los recursos estaban en manos de una minoría despreocupada del conjunto y centrada en el beneficio propio, auténticos depredadores de los recursos mediante la corrupción más extrema. En la obra Egipto. Las cadenas de Prometeo, de la profesora del Instituto de Estudios Políticos francés y diplomática Sophie Pommier, publicada en Francia en 2008, antes de la revolución hoy en marcha, la investigadora escribe:

Las diferencias sociales se han agudizado. La liberalización de la economía ha afectado a la composición de la clase media: una minoría perteneciente a los estratos privilegiados se ha beneficiado de las reestructuraciones, y sobre todo de las oleadas de privatización, hasta acceder a un estatuto de auténticos privilegiados, con comportamientos ostentosos. En cambio, una importante fracción de la misma se ha empobrecido sustancialmente. (235)***

Un poco más adelante en su análisis de la situación, Pommier escribe:

La prioridad de las autoridades se centra en las categoría intermedias, pues la frustración de sus aspiraciones podría desencadenar una explosión social; no es el caso de los más pobres, ya que están entregados a la lucha por la supervivencia cotidiana. La opinión oficial valora al individuo que se ocupa de sí mismo y estigmatiza a quien  no lo ha conseguido, presentándolo como artífice de su propio destino. (237)

La convergencia de extrema pobreza creciente y la destrucción de las expectativas de futuro es una combinación peligrosa que finalmente ha estallado.
Las concentraciones de capital del uno por ciento, como señala Farrell, no es una cuestión del “destino”, como decía la doctrina oficial en el Egipto de Mubarak siguiendo la teoría neoliberal. Son el resultado de miles de operaciones, en unos casos legales y en otros no, en unos casos morales y en otros no, pero cuyo efecto es la concentración del capital en cada vez menos manos.
Cuando Farrell habla de “impuestos” a los súper ricos está hablando de redistribución de la riqueza después de que el efecto conjunto de la globalización y el neoliberalismo haya acrecentado las divisiones sociales empobreciendo países enteros. La burbuja financiera la causaron unos pocos y las estamos pagando entre todos porque la combinación entre política y economía se ha hecho más densa de lo que es bueno para el conjunto de los ciudadanos, para el 99% restante. El pensamiento económico ve como ingenuo el pensamiento político. ¿Consecuencia?: lo político se ve como una forma de argumentar lo económico ante los pueblos, la forma de convencerles de que lo que es bueno para el 1% es bueno para el 99% restante.
Farrell nos dice que nos somos capaces de ver lo que puede venir porque estamos infectados por la ilusión de que nada puede ocurrir. Pero ocurre. Es el efecto del síndrome de Gatsby. Nos dice: “Remember, 93% of what you hear about markets, finance and the economy are guesses, wishful thinking and lies intended to manipulate you into making decisions that suck money from your pockets into Wall Street. They get rich telling lies about securities.”* Se trata de captar su dinero, sin más.
Corrían todo tipo de rumores sobre la procedencia poco clara del dinero de Gay Gatsby,en sus fiestas ostentosas, pero a nadie le importaba. Solo lo disfrutaban. Hasta que se acabó.

* Paul B. Farrell “Tax The Super Rich Now or Face A Revolution” 29/03/2011 http://www.marketwatch.com/story/tax-the-super-rich-now-or-face-a-revolution-2011-03-29
** Ramón Muñoz “Si los ricos no pagan impuestos se enfrentarán a una revolución” 4/04/2011 “http://www.elpais.com/articulo/economia/ricos/pagan/impuestos/enfrentaran/revolucion/elpepueco/20110404elpepueco_14/Tes
*** Sophie Pommier (2009): Egipto. Las cadenas de Prometeo. Edición Bellaterra, Barcelona.



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