sábado, 26 de marzo de 2011

Sobre la credibilidad y los gustos


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los lectores de algunos diarios se enfadan cuando los periodistas manifiestan sus  serias dudas sobre lo que el gobierno de Gadafi o los ciudadanos a pie de calle les cuentan o les muestran sobre lo que ocurre. Expresan su desagrado por lo que ellos creen que son manipulaciones occidentales y lanzan las consabidas argumentaciones válidas para cualquier tiempo y lugar en el que intervengan tropas americanas. Es difícil informar en una guerra y más en una guerra de estas características, en la que se maneja o trata de manejar a la opinión pública de los países como un arma más. Gadafi perdía credibilidad con cada bomba que lanzaba y ahora logra adeptos con cada bomba que le lanzan. Ya no escuchamos las risas de Saif al Islam ni la de los ministros en las ruedas de prensa avisando de hasta dónde perseguirían a las ratas traidoras. Ahora el discurso es otro.
El problema con guerras anteriores era que se sentaba a los periodistas occidentales a esperar las declaraciones oficiales. Para solventarlo se desarrolló la idea de los “embedded media”*, los medios insertados entre las tropas, un grupo de periodistas entrenados militarmente para poder desempeñarse medianamente en el frente e informar a sus públicos. Se trataba, se decía, de satisfacer las exigencias de información de los países con las necesidades de seguridad, personal y colectiva, y la mejora de la comprensión de las misiones militares. Otros fueron críticos con el sistema y dedujeron que se trataba de tener controlados a los periodistas y dejarles acceder a los escenarios selectos.


El problema libio de la información es muy otro. Los periodistas no están ahora acompañando a las tropas desplegadas por la sencilla razón de que no hay despliegue de tropas, ni siquiera tropas, según parece. Mientras Gadafi tenía el control militar de la situación, los periodistas fueron amenazados, retenidos, encerrados en mazamorras,  y en un par de casos se simuló su fusilamiento, como ocurrió con el equipo de la BBC**, que estuvo retenido en las celdas y testimonió las torturas que vio allí. El gobierno libio pidió disculpas oficialmente. Desde el momento en el que la posición de Gadafi ha cambiado estratégicamente, le interesa reunir y atender a los periodistas, llevarlos de la mano hasta los lugares donde dicen que caen las bombas, etc. Es un cambio muy significativo, radical, de política informativa. Demasiado obvio.

A los periodistas se les ofrecen todo tipo de situaciones y unas son más creíbles que otras. Evidentemente, los periodistas pueden ser engañados por cualquiera, pero es parte de su trabajo tratar de evitar que lo hagan, y si tienen la sospecha de que se les engaña, señalarlo. No cumplirían con su labor si no lo hicieran; sobre todo cuando las sospechas son unánimes y los engaños burdos. Hace un par de días, un periodista televisivo de una cadena europea manifestaba su sorpresa al ver que de los treinta ataúdes  presentados a las cámaras solo se enterraban trece. No es el único caso.
La siguiente información del diario El País ha suscitado las iras de algunos de sus lectores. El periodista se ha limitado a transmitirnos lo que piensa realmente ante lo que le muestran. No hacerlo sería traicionar su conciencia y su ética profesional, además de un desprecio a sus lectores. Otra cosa es que lo que nos muestra no nos guste o no se ajuste a nuestra idea de lo que debe ser la realidad. Nosotros somos libres de creer en ángeles y en dragones; el periodista no.
Como viene siendo habitual desde que empezaron los bombardeos, el Gobierno llevó ayer a un centenar de periodistas para contarles una historia que carecía de sentido.
Se trataba de una granja en Tajura que, según la versión oficial, había sido bombardeada. La casa, frente a un jardín con palmeras, estaba tal y como la habían dejado sus ocupantes cuando oyeron la sacudida. En la sala de estar, una televisión en el suelo, unos vasos de zumo volcados y unas cortinas descolgadas. Uno de los muros del porche había cedido unos centímetros y se podían observar claramente las grietas. Las paredes de la finca tenían cientos de agujeros de bala de pequeño calibre. La trayectoria de los proyectiles indicaba que los disparos habían sido hechos desde el tejado de la casa. En el jardín había un pequeño agujero junto a una palmera. Alrededor, los restos de la cola de un misil. Sin embargo, no había nada quemado. Ni una señal de la explosión. No se sabe a ciencia cierta lo que pasó, pero lo que es seguro es que la casa no presentaba evidencias de haber sido bombardeada.***

Podemos recelar, como dice algún lector en los foros, de los “medios occidentales”, pero son los que tenemos, los que apoyamos o hundimos con nuestra lectura diaria. Hay que exigirles siempre honestidad y fidelidad a los hechos, fiabilidad. La poca o mucha credibilidad que tengan, profesionales y medios, es el fruto de su labor durante años. Eso sucede igualmente para los periodistas que nos merecen credibilidad o para los mentirosos constantes que no nos merecen ninguna. La otra opción es dejar de teclear en los foros e irse allí a verlo.

* Lieutenant Colonel Tammy L. Miracle, “The Army and Embedded Media” Military Review septiembre-octubre 2003 http://www.iwar.org.uk/psyops/resources/embedded-media/miracle.pdf
** “Un equipo de la BBC es maltratado por los soldados de Gadafi” La Vanguardia, 10/03/2011 http://www.lavanguardia.es/internacional/20110310/54124726441/un-equipo-de-periodistas-de-la-bbc-es-maltratado-por-los-soldados-de-gadafi.html
*** “Trípoli, una ciudad a la espera” , El País 26/03/2011 http://www.elpais.com/articulo/internacional/Tripoli/ciudad/espera/elpepuint/20110326elpepiint_8/Tes



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