sábado, 5 de marzo de 2011

Merkel, Erdogan y la confusión de las lenguas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

La visita del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, a Alemania ha hecho saltar algunos debates paralelos al de la entrada de Turquía como miembro de la Unión Europea. La principal cuestión que se ha planteado, la punta de iceberg, ha sido la integración de los turcos en la sociedad alemana y, en especial, un debate qué lengua deben aprender primero los inmigrantes turcos.

Lo malo de la política es que ya nada es sencillo y los debates se enmascaran para no afrontar el problema principal de fondo: las eternas negociaciones con Turquía para su ingreso. Turquía es miembro de pleno de derecho de muchas instituciones europeas desde hace décadas y eso se suele pasar por alto.

Cuando la cuestión turca se ha planteado, siempre ha habido algún padre europeo que salía extendiendo certificados. Así ocurrió con el más célebre de los casos, la manifestaciones del ex presidente de Francia y presidente de la comisión que redactó el proyecto de constitución europea, Valéry Giscard d’Estaign, en un artículo publicado por Le Figaro, en 2004. El artículo llevaba el significativo título “Vuelta a la razón” y fue reproducido por el diario El País el 12 de diciembre. El núcleo de la argumentación de Giscard fue:

La entrada de Turquía alteraría la naturaleza del proyecto europeo. […] En primer lugar, no podría ser un caso aislado. Ya hay países en cola a izquierda y a derecha. Seguramente, Marruecos tendría la tentación de seguir el ejemplo turco. El resultado podría ser un proceso de ampliación permanente, que desestabilizaría el funcionamiento del sistema europeo y anularía su sentido inicial.

En segundo lugar, Turquía tiene tanto peso, por tamaño y población (y tendrá aún más en el futuro), que se convertiría en el país más importante a la hora de tomar decisiones en la UE, con el consiguiente desequilibrio en una estructura que ya es muy frágil y está pensada para otros propósitos.*

A Giscard le preocupaba, sobre todo, el tamaño de Turquía. Solo hay un caso de población igual al turco, Alemania. Alegaba que, de ser miembro de derecho, su peso en el destino de Europa sería muy grande, sin garantía política alguna. Esto, entre otras cosas, crearía un problema en la construcción de la “identidad europea” y un freno al “patriotismo” comunitario. Giscard respetaba a Turquía, decía, pero no lo quería en Europa. Como todos sabemos, la constitución que apadrinó el ex presidente francés fue rechazada por los ciudadanos europeos, en especial los franceses, que votaron directamente “no”. Los españoles, que casi siempre sabemos lo que votamos, dijimos “si”.



En cualquier caso, el tema sobre el que han discutido Merkel y Erdogan para no tener que discutir sobre lo esencial, ha sido la cuestión de la integración “lingüística”. Angela Merkel, en octubre de 2010, había decretado el “fracaso absoluto del multiculturalismo”.«Nos hemos engañado a nosotros mismos. Dijimos: 'No se van a quedar, en algún momento se irán'. Pero esto no es así», señaló la canciller. «Cualquiera que no hable alemán, no es bienvenido». ¿Se refiere la canciller alemana a cualquiera, incluidos los ciudadanos comunitarios? ¿Va incluido en su invitación a los españoles cualificados que no encuentran trabajo en España? ¿Debemos aplicarlo a los miles de jubilados alemanes que viven en Baleares, Canarias o la Costa del Sol, por ejemplo? No lo creo.

En este contexto, la disputa entre Merkel y Erdogan tiene unos tintes diferentes. La polémica sobre qué idioma se debe aprender primero es una cuestión tonta, porque sabemos que no tiene nada que ver con la realidad. Lo preocupante es que ese típico argumento electoralista y populista, barriobajero, se ponga en boca del canciller de un país como Alemania. Cameron, el premier británico, suscribió inmediatamente el argumento. Para Cameron, los inmigrantes también son poco británicos, ¡lástima de Commonwealth!, literalmente “riqueza común”.

El argumento de considerar a la inmigración como programable y con una pérdida progresiva de su identidad no es ya sostenible porque revela que los principios que están detrás son meramente economicistas y pragmáticos. Es evidente que la primera lengua que aprenderá un niño turco en Berlín o en Estambul será el turco porque por eso hablamos de lengua materna. Es evidente que en cuanto salga a la calle aprenderá el de las personas que le rodean. Y ahí está la cuestión abierta: a lo mejor lo que rodea a ese niño o a ese joven turco cuando sale a la calle no es el ambiente más adecuado para practicar un idioma. A lo mejor no tiene muchos con los que hablar.

Cuando Merkel y Cameron hablan del fracaso del multiculturalismo deberían examinar qué tipo de políticas han seguido para que se diera ese fracaso. A lo mejor es más productivo, en vez de discutir qué idioma se debe hablar primero, discutir sobre cuál es la mejor forma de hablar.

* Valéry Giscard d’Estaign: “Vuelta a la razón”. El País 12/12/2004. Puede consultarse en La Factoría: http://www.lafactoriaweb.com/articulos/giscard25.htm#

** «Merkel: multiculturalismo en Alemania, un “fracaso total”» BBC, 16/10/2010 http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2010/10/101016_angela_merkel_muticulturalismo_falla_alemania_med.shtml



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