jueves, 3 de marzo de 2011

Indigestiones mediáticas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Dice el periodista Iñaki Gabilondo* que las noticias son como la comida, que necesitan de buenos cocineros, pero que la basura será siempre basura por mucho que se aderece. Bajo las metáforas culinarias se percibe cierto desengaño sobre la evolución de los medios y de la profesión. Y es un sentimiento bastante generalizado. La tendencia al espectáculo ha arrastrado a la cadena mediática desde el más proclive a ello, la televisión. En mayor o menor medida, los medios se han visto contagiados por esa necesidad de espectáculo y han cedido sus espacios a informaciones irrelevantes.

Desde otro punto de vista, la crítica a los medios se ha convertido en uno de las principales actividades de los gobiernos de los países en proceso de cambio. Para la familia Gadafi, los medios de comunicación occidentales son los responsables de la distorsión profunda que el mundo entero tiene sobre lo que ocurre en Libia. Según ellos, el país es un lugar de amor y baile perturbado por drogadictos y borrachos al servicio de Al Qaeda.

Para el Ministro de Asuntos Exteriores iraní, Ali Akar Salehi, sucede lo mismo. Son los medios los que informan mal de lo que ocurre en su país, que no es más —declara— que lo que ocurrió hace poco en Inglaterra con los incidentes protagonizados por estudiantes. “La policía no les dio pasteles”, dice el ministro iraní. Eso es cierto, ministro, pero también es cierto que nadie se levantó en el parlamento británico a pedir la pena de muerte para ellos, como ocurrió en su país. Y esta vez las imágenes no provenían de los medios occidentales, sino de los oficiales de Teherán. Lo malo de los dictadores es que, acostumbrados a que no les lleve nadie la contraria en sus feudos respectivos, creen que pueden ir por el mundo diciendo sandeces. Cuando le pregunta Euronews por los líderes opositores detenidos, dice que no están detenidos, que “están en su casa”. Las personas desaparecidas no están desaparecidas sino que, como son libres, pueden estar en cualquier parte. Otra perla retórica.

La lucha por el control de la opinión a través de los medios es una batalla en paralelo. El hijo de Gadafi abrió su propio frente mediático pensando que iba a poder controlarlo. El exceso de confianza debe ser un factor genético. Desde luego, no lo ha logrado. Ahora la forma de contrarrestar la condena unánime de las Naciones Unidas es decir que han tomado su decisión mal informados. "¿Cómo puede el Consejo de Seguridad adoptar resoluciones a partir de informaciones de agencias, que son 100% falsas?", ha señalado el coronel. Siempre es un recurso fácil negarlo todo, pero no siempre es efectivo. Creo que Gadafi (y no solo él) padece el síndrome del “show de Truman”. Como el protagonista de aquella película, se ve inmerso en una realidad manipulada, en una gigantesca conspiración mediática. Los miles de refugiados, los muertos, los heridos…, se levantarán al término de la sesión de rodaje y se dirigirán a sus camerinos a consultar el guion del día siguiente. La locura de Gadafi da para eso y, desgraciadamente, para mucho más. El primero que lo sabe y padece es el pueblo libio. Si hay algo peor que unos medios mal informados es un dictador enloquecido con sentido del espectáculo.

Entre incoherencias, hipocresías y cinismo, las batallas mediáticas se ganan o se pierden en la realidad, que, como decía alguien, es tozuda. Hay basura y comida auténtica, por seguir a Iñaki Gabilondo en su símil. Y hay muchos que, acostumbrados a una mala alimentación, no soportan la comida sana.

* “La basura es basura aunque la adereces” 03/03/2011 El País http://www.elpais.com/articulo/ultima/basura/basura/adereces/elpepiult/20110303elpepiult_2/Tes



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