lunes, 21 de marzo de 2011

El artículo 148 y la velocidad de la revolución


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El referéndum constitucional egipcio ha concluido con la aceptación —77% a favor— de las enmiendas y desapariciones de los artículos claves que marcaban la diferencia con la era Mubarak. En especial, es significativa la modificación del artículo que determinó la vida de Egipto durante tres décadas:

Artículo 148: El presidente deberá presentar una declaración de estado de emergencia ante el Parlamento con un plazo de siete días. La duración del período de emergencia se limitará a no más de seis meses, lo que sólo podrá ser prorrogado por la aprobación en referéndum popular.*

El artículo 148, que acaba de ser modificado, hablaba anteriormente de 15 días para ser presentado por el Presidente; debía ser aprobado por la Asamblea; que en el caso de estar disuelta, lo haría en la primera sesión; sería por un tiempo limitado y, finalmente, que sería la Asamblea quien lo prorrogara.
La combinación de este artículo con la Ley de Emergencia, en vigor desde 1981, desde el asesinato de Sadat, y prorrogada en mayo de 2010 por dos años más, permitía de hecho las detenciones arbitrarias y prolongadas de cualquier persona sin demasiados miramientos.

El artículo 148, caballo de batalla de la oposición durante tres décadas, nos muestra claramente el sentido circular del régimen de Mubarak cuando establece que será la Asamblea la que pueda modificarlo. Un régimen que controla el país al completo con unas elecciones trucadas permanentemente puede permitirse el lujo de hacer constantes referencias a la intervención de su parlamento nacional. Así consigue un aval democrático hacia el exterior. Para Mubarak, la elecciones no eran más que una costumbre molesta que se le imponía desde fuera, un lavado de imagen institucional y personal que los egipcios han sufrido durante años. Incapaz de contener el descontento popular, los recortes de unas libertades más que precarias se fueron sucediendo durante los años siguientes al amparo de la amenaza terrorista.
Una Ley de Excepción, como se había señalado insistentemente, que dura treinta años convierte la “excepción” en norma. Lo que se hizo para enfrentarse a una posible crisis tras el asesinato presidencial, se convirtió en la salvaguarda de un presidente para perpetuarse en el poder reduciendo la oposición a la nada. Cualquier disidencia podía convertirse en atentado contra el Estado. Bajo esa ley cabía todo.
Por paradójico que parezca, han sido la apelación constante a los movimientos terroristas lo que más han contribuido al aumento del terrorismo de estado. Gadafi sigue —según el día— diciendo que los rebeldes de Bengasi son miembros de Al Qaeda, tal como Hosni Mubarak metía en la cárcel a cualquiera que le llevara la contraria acusándolo de terrorista o peligro para la seguridad del Estado.

Como algunos analistas y políticos egipcios han señalado, esta constitución, incluidas sus enmiendas, renace casi muerta, pero puede hacer un último favor a la constitución de la democracia en Egipto si sirve para alcanzar la normalidad democrática. Para muchos, es un documento del pasado, algo muy diferente a lo que esperan. al final La herramienta para trabajar en el futuro no es esta.
Pero los problemas se acumulan cuando se intenta realizar una transición con demasiadas cosas que sobran y otras muchas que faltan. Sobre el papel es fácil plantear que se necesita una constitución nueva; en la práctica hay que sentarse a hacerla y decidir quiénes son los que se sientan. Todo eso, sin haber realizado elecciones generales, es muy difícil que sea aceptado por todos. De hecho, ya se dieron reticencias sobre las personas encargadas de hacer las modificaciones.
El pragmatismo de los militares egipcios ha pasado por el proceso rápido, por pasar el testigo de la forma más rápida. La rapidez, igualmente, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Unas elecciones rápidas aclararán la situación pronto, pero darán ventaja a los que están más organizados, argumentan. Es el razonamiento que otros hacen para pedir que se baje la velocidad de la revolución. Curiosamente es la petición de los que la encabezaron, que temen quedarse fuera después de haber hecho el esfuerzo, porque no tienen una organización estable ni medios de comunicación con los que salir adelante.
Las democracias no se hacen solas ni en un día. Tendrán que hablar mucho para resolver las dificultades. Pero hablar es siempre un buen entrenamiento para todos.

* Al Ahram Weekly. http://weekly.ahram.org.eg/2011/1039/eg22.htm 17-23/03/2011

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