miércoles, 9 de febrero de 2011

Un recuerdo de El Cairo

Me pregunta Mercedes sobre mi interés por Egipto. Creo que la mejor manera de explicarlo es rescatar un texto que nos solicitaron a los visitantes del Departamento de Español de la Universidad de El Cairo cuando estuvimos allí para celebrar los 25 de su creación en marzo de 2010. Nos dijeron que tenían la costumbre de solicitar a sus visitantes un pequeño texto en el que contaran su experiencia cairota. Lo que yo les mandé fue el siguiente escrito que me complace recordar pensando en todas aquellas personas y su futuro.

No estaba preparado para El Cairo
Estaba preparado para la belleza y el caos de El Cairo. Sabía de todo ello. Pero para lo que no estaba preparado era para tanta amistad, para sentirme tan querido entre personas que no había visto nunca y ya desde el primer momento. Ya tenía unos buenos ejemplos de amistad en los últimos dos años con aquellos con los que me reunía en sus visitas a Madrid. Pero, con todo esto, no estaba preparado para esta inmersión en la simpatía y el afecto.
De todos esos momentos me gustaría destacar las lecciones improvisadas de conversación a las puertas de la Facultad. Como soy persona que duermo poco, llegué a la Facultad el miércoles con una hora de anticipación. A las nueve de la mañana llegamos Pedro Paniagua y yo a la Universidad y fuimos a buscar unas botellas de agua. Allí nos encontramos con tres de nuestras alegres azafatas que enseguida se lanzaron a hablarnos preguntándonos cosas. Y así fuimos hasta la puerta de la Facultad en la que se nos sumaron poco a poco el resto. Como Pedro iba a repasar su intervención, yo que me quedé con ellas. Pronto estábamos todos metidos en una improvisada clase de conversación.
—¿Vives en Madrid?, me preguntaron.
—No, vivo muy cerca de Madrid, en Tres Cantos. ¿Sabéis lo que es un “canto”?
—No…—se reían.
—Pues un “canto” es una canción, pero también puede ser una piedra. Mi pueblo puede ser “tres canciones” o “tres piedras”. También está el “canto de una moneda” —y les enseñaba la moneda—. Esto es el “canto”. Se utiliza para expresar que a algo le falta muy poco…, ¿veis?
Las palabras te llevan a más palabras y las preguntas a más preguntas. Cuando alguna de ellas estaba deseando decir algo pero no encontraba la forma, preguntaba a su compañera más cercana cómo podía hacerlo.
—No te preocupes por decirlo mal. Cuando tú hablas, el que te escucha quiere entenderte y te ayudará a decirlo. Si lo dices mal, te dirá la forma más correcta. A ver, inténtalo….
El segundo día, tras aquella maravillosa experiencia, viendo cuánta ilusión había en aquellos estudiantes, estaba deseando que llegara la mañana y de nuevo volví a salir temprano —más temprano— del hotel porque sabía que probablemente les haría la misma ilusión que a mí repetir la clase. Así fue.
—¡Buenos días!
—¿Repetimos la clase de conversación?
Al instante las preguntas comenzaban: ¿qué significan los nombres en español?, y les expliqué la antigua costumbre de poner el nombre correspondiente en el santoral a la fecha de nacimiento, que mi hermana se llama “Almudena” (al-mudayna) y había nombres de origen árabe. ¿Cómo se dicen los nombres de los países árabes? e hicimos un repaso de todos ellos…
—¿Te gusta Juanes? ¿Alejando Sanz?
—¿Cuál es tu canción favorita? A nosotras nos gusta mucho…
—No la conozco, cantádmela. —y me la cantaron entre todas.
—¿Qué significa la “luna” para los españoles?
—¿La luna? ¿En los poetas…?
—Para nosotros la luna significa el sentimiento y…
—Sí, en muchas cultural la luna significa el sentimiento. En España había una canción antigua que hablaba de un toro que se enamoraba de la luna…—risas.
—La luna tiene que ver con el sentimiento, pero ¿sabéis que es un “lunático”…? —caras de interés— Pues un “lunático” es un loco o una persona que, como la luna, está siempre cambiando de opinión, que no se sabe qué va a hacer. La luna está siempre cambiando…, ¿no? El sol es estable, no cambia; la luna sí, siempre es distinta. Por eso la luna tiene que ver también con los sentimientos, que a veces cambian, ¿no? (risas). Los poetas asocian a las mujeres con la luna porque dicen que cambian mucho. ¿Conocéis una canción de una ópera de Verdi que dice que la mujer cambia…? –esta vez me tocó cantar a mí, cosa que nunca hago por natural timidez, pero que en aquel ambiente no me importó.
El sol apretaba ya y una de ellas, con buen criterio, propuso pasarnos a la sombra. Volví al tema de los toros. Poco antes, cuando salió el tema del “toro enamorado”, habíamos hablado que el término para la “corridas” de toros no era “concurso” o “lucha”, como alguna había probado.
—En España, las entradas de las plazas de toros se dividen en “sol” y en “sombra”, ¿cuáles serán las más caras…? ¿Dónde se está mejor?
Pero había una preocupación en ellas. Creían que el profesor Juan no estaba contento.
—¿Por qué pensáis eso?
—Porque ayer habló de “error”.
—No, no, no… Está muy contento con vosotros. Lo que dijo es lo que hablamos el día anterior, que se aprende del error. Cuando os equivocáis en algo es porque os atrevéis a intentar decir cosas nuevas y que eso es muy importante, que lo peligroso es no tratar de salir de lo seguro. ¿Lo entendéis? Juan está muy contento con vosotras.
—Entonces, ¿el método está bien?
—Da igual el método, lo importante es el resultado. Lo importante es que después de tres meses de vuestro primer curso estáis aquí hablando conmigo, que yo os entiendo y vosotras tenéis ilusión por aprender cada día. Ese es el método: la ilusión.

Y era eso lo que se reflejaba en sus caras, la ilusión de estar allí hablando, una pequeña isla de español entre aquellos cientos de alumnos que teníamos alrededor. Esa piña de pañuelos amarillos que alguien, mirando desde arriba habría visto claramente, era una concentración de ilusión y de felicidad, en especial la mía. Creo que nunca he sentido tan directamente el placer de enseñar, que no es más que el reflejo de estar ante el placer de aprender. El aula está allí donde alguien da lo que sabe, poco o mucho, y otro lo recibe. Para mí, el aula magna —el aula maga— de la Universidad de El Cairo será ese pequeño rincón en el que diez o doce personas disfrutamos, a pleno sol, de un par de horas de conversaciones guiadas solamente por el placer de aprender.
—Nos gusta tu personalidad…— afortunadamente no cobran por exceso de felicidad en el avión.
—Y a mí la vuestra.
Doy las gracias de todo corazón a las personas que hicieron posible que yo disfrutara de esos momentos —y otros muchos— que quedarán atesorados entre los recuerdos a los que uno vuelve cuando quiere recuperar la sonrisa y la emoción. Gracias, El Cairo. Ya os echo de menos.
Marzo de 2010.

No me he quitado de la mente ni un solo día a todos aquellos jóvenes y sus esperanzas de futuro. Los egipcios se merecen lo que están conquistando cada día en sus calles y plazas, el futuro de todos ellos. Lo merecen por tesón y por espíritu de supervivencia. Ha tenido que llegar una generación de jóvenes ilusionados, cargados de móviles, que se van a las puertas de los hoteles a practicar los idiomas que aprenden con los turistas para que todo empiece a cambiar. Pensamos en las pirámides y en las momias, pero Egipto es un país esencialmente joven, con todo por hacer por delante. No dudo de su capacidad de reconstruir y recuperar lo perdido. Hay desiertos de arena y desiertos morales. Egipto se ha enfrentado a los dos. Es esencial para ellos y muy importante para el resto del mundo árabe que espera que se abran espacios de libertad en los que poder ser como ellos desean ser.

3 comentarios:

  1. Soy hija de la diáspora, y tengo dolorosamente claro que la historia del mundo jamás cesará de repetirse. A lo largo de los siglos la ley de gravedad se nos ha traducido en conformismo, mientras asistimos silenciosamente a la entronización de los déspotas de turno, que llevan vanidosamente una corona tan falsa como la del rey Momo en carnaval, y que no han hecho sino conducir los destinos de sus pueblos a un carnaval trágico. Con todo, esta manifestación del pueblo egipcio parece haber finalmente despabilado a las aletargadas conciencias de Occidente. En buena hora.

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  2. soy NESMA SEIF EL DIN una alumna de las que usted ha hablado :)
    Muchas gracias profesor juan por sus palabras y para que usted nos recuerde ... Es suficienete para nosotros que un profesor como usted escriba sobre nosotros y sobre nuestra ilusion y esperanza... ahora somos apunto de entrar el tercer curso .. estudiaremos novela, poesia, literatura , critica y liguistica.. sera un poco dificil pero que Dios nos ayude.. casi todas nosotras tenemos ganas de viajar a Espana para continuar estudiar o para disfrutar el tiempo alli y saber mucho mas sobre la cultura y los monumentos de este pais maravilloso..
    Al final quiero dar las gracias a usted ..:)
    hasta luego :)

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  3. Gracias siempre a vosotras por enseñarme a querer a Egipto y a valorar a su gente y sus deseos e ilusión por un futuro mejor. Hasta pronto muy pronto y un saludo

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