martes, 22 de febrero de 2011

No creáis lo que veis

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

La miopía occidental empieza a ser preocupante. Cuando un ministro inglés informa que un dictador, en pleno conflicto sangriento, vuela rumbo a Venezuela debería haber algo de verdad. No mucha, pero algo. No entender es grave, pero no ver es imperdonable. Ver lo que no hay, traspasa lo admisible. Lanzarlo al mundo, es irresponsable.

Sobre todo porque le ha permitido al Coronel Gadafi dos cosas: un último acto histriónico y minar la moral de los levantados contra su régimen dictatorial. Gadafi, armado con un gigantesco paraguas (los grandes egos no deben mojarse), se ha mostrado en una Trípoli bajo la lluvia. Según declaró, quería decirle algo a los jóvenes acampado en la Plaza Verde, pero comenzó a llover. Así son los dictadores: sus pueblos no les hacen cambiar de planes, pero sí la lluvia.

El Gadafi actor ha realizado así una de sus últimas performances, ese monólogo improvisado que es característico de los que solo se escuchan a sí mismos. La parte importante de su discurso breve, probatorio de su inmovilidad, es la de desacreditar a los medios de información: No creáis en las televisiones, no creáis en lo que dicen o muestran. Mirad, yo estoy aquí. Y, efectivamente, está allí, hablando desde un coche blanco, bajo la lluvia, con un paraguas. Antes los dictadores tenían dobles. Pero es poco probable que el actor Gadafi permitiera dobles para las escenas peligrosas. Le gusta demasiado su profesión de dictador para perderse esos gratificantes momentos que le depara. Gadafi es el único dictador al que no es necesario caricaturizar; lo hace él mismo. Es El jeque blanco teñido de rojo, salido de una fotonovela e incapaz de regresar a ella. Y Gadafi sigue allí, con su gran paraguas, bajo la lluvia, preocupado solo por no resfriarse.

El ministro inglés mal informado le ha puesto en bandeja el tema del día de su monólogo. Gracias a esa desafortunada declaración —que debería explicarse de dónde ha salido—, Gadafi puede lanzar el descrédito y mostrarse una vez más ante todos.

Mientras Gadafi sigue allí, bajo su paraguas, los demás comienzan a abandonar el barco. No hay paraguas para todos. Dos pilotos de aviones de combate libios han desertado con sus aparatos para no tener que bombardear a su pueblo. La delegación de Libia en la ONU se declara en rebeldía y dice representar al pueblo libio y no al Coronel.

Ante todo esto, Muamar el Gadafi tiene su mensaje en bandeja: “No creáis lo que veis”. Los pilotos no están en Malta, la delegación no está en Nueva York. Tampoco llegaron a la Luna. Todo es propaganda destinada a interferir en el amor que existe entre nosotros, vosotros y mi amable mandato. El hijo de Gadafi ya había advertido que los medios mienten (él lo sabe bien). Si yo fuera Gadafi, haría correr el bulo de que estaba en algún otro sitio solo por el placer de poder salir con un paraguas a mostrar a mi amado pueblo que los dictadores gustamos del placer de desmentir la verdad y las mentiras.



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